Suicidio de Balmaceda: a 125 años de un hito que cambió la política chilena

El 19 de septiembre de 1891, quien ocupara la presidencia de Chile se disparó en la pieza de la Legación Argentina donde estaba refugiado. Su muerte marcó un cambio de ciclo y dio paso a un nuevo modelo de gobierno en que el Parlamento predominaba por sobre los mandatarios.




El edificio ya desapareció y sólo queda la historia detrás de él, el ruido sordo que se sintió a las 8 de la mañana de un 19 de septiembre hace 125 años en la calle Amunátegui, entre Agustinas y Huérfanos. Porque en el terreno que hoy alberga diversos edificios públicos y de oficinas estaba la Legación Argentina, embajada del país vecino donde un presidente ponía fin a su período constitucional y a su vida con un disparo en la sien: José Manuel Balmaceda.

Hace 125 años, quien fuera mandatario ya había entregado el poder al general Manuel Baquedano tras su derrota en la guerra civil de 1891, donde su bando perdió a manos de una coalición liderada por los máximos dirigentes del Parlamento y la Armada chilena. De hecho, por esos días el poder estaba en manos del almirante Jorge Montt, quien sería ratificado en octubre como presidente por el siguiente período, hasta 1896.

Los motivos, los formales y los más profundos, apuntan a una pugna entre facciones políticas que tenían miradas muy distintas de cómo conducir el país. Balmaceda había derivado en una conducción muy centrada en el poder del presidente, aprovechando las figuras de la constitución de 1833 que premiaba al primer mandatario. Al frente, muchos congresistas apostaban a un modelo con mayor control, como el que se había comenzado a esbozar con las reformas constitucionales de las décadas de 1870 y 1880.

De fondo estaba un Chile que tenía una riqueza única por la bonanza del salitre, que rivalizaba con Estados Unidos por el dominio y la influencia en las costas americanas del Océano Pacífico y que tenía señales de progreso como la irrefrenable expansión del ferrocarril, con obras como el Viaducto del Malleco –terminado bajo el propio período del mandatario- o los ramales del norte del país que le permitieron a Balmaceda hacer en 1889 la primera gira de un presidente en ese medio de transporte durante un par de semanas.

Pero la tensión política, las dudas económicas sobre qué decisión tomar con las salitreras –donde algunos dirigentes planteaban su nacionalización- y el confuso escenario llevaron a que, a fines de 1890, Balmaceda y el Congreso se enfrentaran en una pelea que detonó la guerra civil: la no aprobación de los presupuestos para 1891. El presidente decidió confirmar el presupuesto del año previo, lo que el Parlamento entendió como una decisión que excedía sus facultades y lo ponía fuera del marco constitucional.

LA CAÍDA DEL MANDATARIO

Lo que seguiría serían ocho meses de cruentos combates, con muertes de entre 5 mil y 10 mil participantes en las hostilidades, y que se decantarían a favor del bando de los congresistas a fines de agosto, cuando vencieron a las fuerzas balmacedistas en los combates de Concón y Placilla.

Fue después de eso cuando, el 28 de agosto, Balmaceda entregó el poder a Baquedano –reconocido transversalmente por su rol en la Guerra del Pacífico- y consiguió refugio en la sede de Argentina en el centro de Santiago.

Durante sus últimos días, Balmaceda escribió varias cartas, entre ellas su testamento político, en que planteaba que los vencedores terminarían sin tener mayor éxito en el futuro. "El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla; pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino razonable y tranquilo a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse", señalaba.

De hecho, tras la guerra civil empezarían casi 35 años de la denominada "República Parlamentaria", donde los presidentes chilenos no gozarían de tantas atribuciones y sería el Congreso el que tendría la palabra final en temas como, por ejemplo, la conformación y destitución de los gabinetes ministeriales. Eso terminaría recién en 1925, con una nueva Constitución que retornaría a los poderes presidenciales más amplios.

Balmaceda no vería ese cambio. Su suicidio, hace exactos 125 años, fue el cierre de una carrera política que marcó a Chile. Su funeral estuvo lleno de tensión por el clima de la época: fue sepultado en otra tumba y recién dos meses después se le llevaría a su destino final, un mausoleo que existe aún hoy en el Cementerio General de Santiago. Durante la década siguiente, los balmacedistas retornarían a la vida pública y tendrían ciertos grados de influencia política, pero siempre ligados al destino trágico de su líder, el hombre que se disparó el día después de que terminaba el período para el cual había sido electo.

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