Una chica con alas y una auréola de ángel le toma la mano a otra vestida de novia. Un tipo disfrazado de punk baila con una caperucita roja. Un grupo de góticos mira fijo al escenario al lado de unos mimos y un par de reggeatoneros. Acá todo vale.
Es la una y media de la mañana del domingo y el Club Hípico parece la locación de una película imposible. Supernova celebra su regreso a los escenarios dentro de una masiva fiesta de Halloween que tiene a tres mil personas al frente y a otras cuatro mil esparcidas por sus demás ambientes durante la madrugada de ayer.
Con 10 años más que cuando se hicieron famosas cantando canciones de amores malditos y de bailar toda la noche, Constanza Lewin (27), Elisa Montes (24) y Consuelo Edwards (27) están sobre un elevado escenario celebrando un culto a los 90 que volvió a generarles dividendos. La aprobación, retraída y unánime, contrasta con esos días en que algunos no toleraban su éxito comercial. Gente que las tapó de insultos. Pero ha pasado mucho. Ya nadie cuestiona. Todos disfrutan. Desde niños a mayores de 40 años.
Una inagotable galería de personajes celebra al proyecto femenino que dejó un par de hits para el cancionero del pop nacional. Ni más ni menos. Su apariencia es la misma. El repertorio también. Elisa Montes destaca con su soltura y carisma. Constanza Lewin muestra su aura angelical y se apoya en las armonías vocales que a ratos funcionan y a ratos no. Consuelo Edwards se mueve algo aparte.
El mayor entusiasmo llega con Maldito amor y Toda la noche, al final de la media hora exacta de un show anecdótico. Unos segundos de aplausos y los técnicos preparan los equipos para que Lucybell siga animando la noche. La gente se dispersa en los salones temáticos de la fiesta. Se distinguen gladiadores romanos, punks fluorescentes y chicos como sacados de una animación japonesa. Un cuadro extraño. Casi irrepetible. Como la noche en que regresó Supernova.