Más de mil millones de usuarios, cerca de 300 horas de videos subidas por minuto y 30 millones de visitas al día. Esas son las cifras de YouTube, la plataforma en línea y gratuita que actualmente es más vista que la televisión. Pero el éxito no siempre es fácil de manejar, tal como quedó claro en marzo pasado, mes en que el sitio de videos de Google sufrió un gran revés: varios avisadores -entre ellos gigantes como Pepsi, Walmart y Starbucks- dejaron el portal porque anuncios de sus marcas aparecieron junto a videos con mensajes violentos, homofóbicos o ligados a organizaciones terroristas y racistas, como Isis y el Klu Klux Klan.
Problemas de la publicidad en la era digital, que ocurren porque muchas veces las marcas que se anuncian en línea no saben con certeza dónde se van a terminar exhibiendo sus anuncios, ya que estos son asignados por programas automáticos a contenidos que llegan al público objetivo del producto, sin detenerse a cerciorarse de qué sitio web se trata o qué tipo de contenido específico muestra el video al que se ligará el aviso.
Refinar más este mecanismo es prioritario para Google, pero no hay una solución sencilla. Supervisar las 300 horas de contenido que se suben diariamente a YouTube exigiría tener a cerca de 50 mil personas viendo videos todo el día y, por eso, el sitio descansa en programas automáticos que determinan si un video es apto para recibir publicidad en base a las palabras del título, sus descripciones y las imágenes previas.
Ahora han tenido más que endurecer sus políticas y el año pasado, incluso antes de que estallara el escándalo, la empresa dio a conocer sus nuevas "Directrices de contenido adecuado para anunciantes", que apuntan a tratar de impedir que la publicidad vaya a videos en los que hay violencia, desnudos y lenguaje inapropiado o vulgar. En abril de este año agregó otra que causó más polémica: un piso de 10 mil visitas para ser digno de contar con avisaje.
Marcando los límites
Esas categorías creadas para tranquilizar a sus grandes auspiciadores han intranquilizado a sus célebres youtubers, es decir, los videocreadores que han surgido al alero de la plataforma y que en algunos casos han alcanzado gran fama. Muchas de estas celebridades o aspirantes a famosos atraen el interés de adolescentes y jóvenes con un lenguaje que no pueden utilizar en otras pantallas y también mediante polémicas o parodias controvertidas que ahora ya no pasan el test de la blancura de Google.
"En unos días voy a Madrid, si os aparece una mierda en las puertas de las oficinas que sepáis que he sido yo, @YouTubeEspanol", dijo en mayo, por ejemplo, Ismael Prego, youtuber conocido como Wismichu y que graba sus partidas de videojuegos. Sus agresivos dichos surgieron tras darse cuenta de que con las nuevas políticas obtenía 90 euros por 2,8 millones de reproducciones, muy lejos de los mil que recibía meses antes por la misma cantidad de espectadores. "Lo único que van a lograr con esto es hundir a youtubers pequeños que están empezando a despuntar", agregó.
Felix Kjellberg o PewDiePie, el youtuber más famoso del mundo, también se quejó. "La razón por la que la gente ama YouTube es porque es gratis y está abierto y puedes decir lo que quieras. No es como la televisión, donde la gente te dice 'no puedes decir eso porque entonces haremos esto'. Parece que YouTube está obligado a convertirse en televisión en este momento. Y eso va a ser malo para todos", dijo el joven, cuyo canal tiene más de 54 millones de suscriptores, pero que ha tenido una serie de controversias sobre sus contenidos luego de que un reportaje de The Wall Street Journal (WSJ) mostrara que hay chistes antisemitas y referencias nazis en algunos de sus videos.
En Chile, entre los que han criticado las nuevas políticas de Google está Nicolás Liñán, más conocido como Vardoc, y que es uno de los que más seguidores han alcanzado en el país: "Sin duda es positivo que se controle el contenido de odio que hace daño", señala, pero agrega que esto ha afectado a personas como él que no incitan ni a la violencia ni a la discriminación. "Antes, en los tiempos buenos, se ganaba dos dólares por cada mil visitas. Ahora son apenas 0,5 por la misma cantidad", explica.
La plataforma de Google respondió a los creadores de contenido reconociendo que quedaba mucho por mejorar. A comienzos de junio lanzó un nuevo informativo para ellos explicando más sus lineamientos. Se agregaron tres normativas, las que especifican que no se puede tener réditos si las producciones incluyen discursos de odio (discriminación o ataques a personas por su etnia, nacionalidad, religión u orientación sexual), el uso inapropiado de contenido familiar (como personajes animados en situaciones sacadas de contexto o satíricas) y contenido considerado degradante (entre lo que se encuentra las menciones a eventos o situaciones que podían herir sensibilidades).
El nuevo horizonte
Para las generaciones nativas digitales, ser estrella de videos de YouTube es un camino soñado: se filman a sí mismos jugando videojuegos, contando su vida, dando tutoriales de belleza o cantando canciones de sus dibujos animados favoritos y consiguen muchos seguidores y "likes". En una encuesta realizada en Reino Unido por el grupo First Choice en mayo de este año, el 34 por ciento de los jóvenes encuestados (entre seis y 17 años) dijeron estar más interesados en dedicarse a hacer videos que enfocarse en una carrera tradicional.
"La demanda es muy alta, es una tendencia que crece día a día y es también un gran negocio para las marcas, que tienen mucho interés en llegar a sus consumidores mediante las redes sociales y hoy dirigen gran parte de sus presupuestos al área digital", explica Pablo Fuentes, CEO de Influencer Media, empresa que piensa lanzar en octubre un espacio para formar a los youtubers e "influencers" del mañana.
Pero con las dificultades que están teniendo para conseguir publicidad y las limitaciones de contenido, muchos están buscando otras fuentes de ingresos alternativas o complementarias. Si en algún momento fueron las presentaciones en vivo –donde llenaban teatros y las entradas partían desde los seis mil pesos-, después pasó a ser la publicación de libros.
También han estado explorando otras plataformas a las que migrar. Una de las más interesantes, porque les permite independizarse del avisaje, es Patreon, un sitio que nació en 2013 y funciona como un crowfunding mensual. Ahí los usuarios y seguidores de un creador -que puede ser alguien que sube videos, un ilustrador o una modelo, por ejemplo- les hacen aportes directos y de este modo se convierten en mecenas de proyectos o personas que llaman su atención. Los propios creadores fijan los montos de las donaciones, que pueden ir desde un dólar hacia arriba, y a qué material tiene acceso cada aportante. Actualmente, Patreon tiene 50 mil creadores activos, un millón de donadores mensuales y este año ha recibido 150 millones de dólares para sus creadores.
La ilustradora chilena Frannerd –que también posee un canal de YouTube-, por ejemplo, tiene una cuenta ahí, es patrocinada por cerca de 700 personas y recibe cerca de 2.500 dólares mensuales. Los suscriptores que pagan un dólar pueden ver las actualizaciones de su trabajo, los que donan cinco dólares acceden, además, a sus bocetos, y así sucesivamente.
Muchos de sus seguidores le recomendaron a Vardoc que probara esta plataforma luego de que subió un video quejándose de las dificultades que estaba teniendo con YouTube. El joven siguió el consejo y la semana pasada inició una campaña en la que ofrecía saludos y menciones en sus videos por cinco dólares, acceso a contenido oculto en su canal de YouTube por 10 dólares, su amistad en Facebook o Instagram por 25 dólares y la posibilidad de ser amigos en la vida real por 200 dólares. La noticia de que el youtuber estaba cobrando por su amistad circuló rapidísimo por las redes y el troleo fue tan masivo que el protagonista tuvo que cerrar su campaña a las pocas horas, porque según él fue malentendida.
Mientras tanto, los youtubers que se dedican al gameplay están encontrando en Twitch un segundo hogar. Aunque en cuanto a políticas sobre contenidos es similar a YouTube, Twitch –sitio apadrinado por Amazon y con más de 45 millones de visitantes al mes- funciona como una plataforma de streaming en tiempo real. "La gente busca más el contenido en vivo", explica Cristopher Hein, representante de esa plataforma en Chile y quien agrega que al usar el formato en directo, las comunidades de usuarios "pueden interactuar directamente con el streamer a través del chat, hacerle preguntas, mandar videos, ofrecer consejos o reírse de algún chascarro que haya pasado en el momento, algo que los streamers y su público aprecian mucho".
El otro atractivo es el factor monetario. Al igual que la plataforma de videos de Google, permite monetizar a través de publicidad, pero también entrega réditos cuanto más grande es el número de suscriptores del canal y tiene opciones para que los espectadores realicen apuestas sobre el resultado del juego que se está transmitiendo o hagan donaciones.
Esta última alternativa, similar a la de Patreon, es la más lucrativa, y puede representar hasta el 50 por ciento de lo que recaudan algunos de sus participantes. Un hito en ese sentido ha sido que el más famoso de los youtubers, PewDiePie, haya comenzado a probar esa plataforma. Qué efecto va a tener todo esto en YouTube está por verse.