Histórico

Tamara Stefanovich, la pianista que ama a los modernos

La artista nominada a un Grammy toca hoy en el Municipal a Bach, pero también a György Ligeti. Admiradora de Pierre Boulez y Claudio Arrau, la intérprete serbia dice: "No me gustan las soluciones fáciles en la música".

Nacida en la ciudad serbia de Belgrado, la  vieja capital de la antigua Yugoslavia, la pianista Tamara Stefanovich (43) se presenta en su cuenta de Twitter como “yugoslava (no ex yugoslava)”. También agrega que es lectora, que gusta de Thomas Mann y que sus grandes pasiones musicales son Bach y Boulez. El conservadurismo cultural, los nacionalismos estériles y las divisiones étnicas no parecen estar en el menú de esta intérprete de mirada globalizadora y moderna, políglota y orgullosa de haber nacido en un país que ya no existe y donde Serbia, Croacia y Bosnia-Herzegovina podían convivir en razonable paz.

Hoy residente en Berlín y pareja del gran pianista francés Pierre-Laurent Aimard, Tamara Stefanovich cuenta en su primer en día en Chile que está atenta a todos los cambios culturales y políticos del mundo. “Buscamos el mejor lugar para vivir, para nosotros y  para nuestro hijo. En este momento, ese lugar es Alemania y particularmente Berlín. Es una sociedad generosa y multicultural, capaz de recibir una gran cantidad de inmigrantes. Al menos hasta ahora”, dice la intérprete que hace dos años estuvo a punto de venir a Chile y que hoy toca a las 19 horas en el Teatro Municipal.

¿Por qué no se concretó ese viaje?

Creía que con mis ocho meses de embarazo iba a poder venir a tocar a Chile. Claro, no era lo más recomendable.

Usted fue nominada a un Grammy por el Concierto para dos pianos de Bartók bajo la dirección de Pierre Boulez. ¿Cómo era Boulez, quien murió este año? 

Todavía es difícil para mí hablar de él, pues fue muy importante en mi formación. Pierre Boulez fue uno de los más encantadores, divertidos e inspiradores artistas que he conocido. Tenía esa imagen de persona fría e intelectual, pero eso me parece un poco errado. Era, por cierto, intelectual, pero no frío. Tenía un gran sentido del humor y a su manera era muy modesto, capaz de dar las gracias al final de cada concierto a los técnicos detrás del escenario, de hablar con cada músico, de darse todo el tiempo posible a escucharlos. Solía comunicarse de una manera muy bella, usando metáforas. Decía, por ejemplo, que tal frase musical fuera “más como el agua, líquida” o que otra “sonara como el viento, con más aire”. Era muy cálido.

A Boulez no le gustaba el actual retorno de la música clásica a la tonalidad y a la escucha fácil

Sí. Y a mí tampoco me interesa volver a la composición tonal. Es retrógrado y pienso que de alguna manera es reciclar lo que ya existe. Uno debe mirar hacia adelante. No me interesan las soluciones fáciles.

En Chile tocará a Bach, Liszt,  Rachmaninov y luego a Ligeti. ¿No teme que el público se desconcierte con esta mezcla?

No debemos subestimar al público. Está mucho más interesado en algunas cosas de lo que creemos. En tiempos como los nuestros, donde pasan tantas cosas horribles en el mundo, es necesario tocar nuevas obras que estimulen a las audiencias.  Quizás son difíciles, pero eso es inherente al ser humano: todos somos complejos, la poesía de Pablo Neruda también es compleja. Yo nunca he tenido problemas al respecto, porque si uno lo hace con pasión y dedicación, la audiencia conectará. Tal vez no entiendan la obra a la primera escucha, pero por otro lado ¿alguien puede decir que entiende una sonata de Beethoven la primera vez ? Lo que me interesa es mostrar una evolución de la música y relacionar compositores. Por ejemplo, Rachmaninov representa a un compositor bastante conservador y nostálgico, que siempre mira hacia el pasado. Por otro lado, György Ligeti (1923-2006) también pasó por tragedias personales como la muerte de casi toda su familia en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, pero mira hacia el futuro y no cae en el sentimentalismo. Pero tanto  Rachmaninov como Ligeti,  creían mucho en las  posibilidades del instrumento.Utilizaban el mismo material para hablar diferentes lenguas. Uno, más bien, debe ser como el curador de un museo: tocar piezas nuevas y antiguas como  en una galería se puede ver un Cézanne y un Rothko y así se entiende la evolución de la pintura.

¿Le interesa ser fiel al compositor?

Sí. Al estar en constante contacto con jóvenes compositores y dar premieres de sus obras, siento mucho más respeto por los grandes del pasado, pues sé por lo que tuvieron que pasar. Cada compositor quiere que su obra se toque de la manera que la crearon y no de la forma en que el músico la quiere interpretar. Es lo más importante. Para  mí, el éxito es secundario. Si llega está bien, pero si no, no hay problemas. Está lleno de músicos que buscan el lucimiento personal y cuyos nombres en la carátula de los discos son más grandes que los del propio compositor. Eso no tiene sentido.

Le gusta mucho Bach también

Si uno toca bien a Bach, puede tocar bien todo lo demás. Bach requiere todo de mí, todo mi cerebro, todo mi corazón, toda mi atención. Es la inspiración para todo lo que vino después, todos los músicos.

¿Por qué es importante tocar música contemporánea? 

Porque para mí  un real músico es alguien que se interesa por lo que pasa a su alrededor. Y eso significa estar atento a todas las cosas que suceden, ir a los museos, leer, interesarse en la política y no ser sólo animal de circo esperando aplausos al final del concierto. Un ejemplo de alguien con gran  curiosidad y una visión global  fue Claudio Arrau, uno de mis dioses en la música. Durante sus últimos años incluso estaba preparándose para interpretar la Tercera sonata de Pierre Boulez. Lo curioso es que muchos creen que Arrau era un tradicionalista y no es así.

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