Más de 400 películas que en su mayoría no reportan ninguna ganancia comercial y  no tienen estrellas de Hollywood, pero que indican por dónde va el cine del futuro. Por lo menos  fuera de California. A tales coordenadas responde el Festival Internacional de Cine de Buenos Aires (Bafici), el encuentro fílmico más importante de América Latina y parada obligada  para los cinéfilos del sur del mundo. La versión número 17 del evento que se desarrolla en 13 sedes de la capital argentina irá del próximo miércoles 15 al sábado 25 de abril. Como siempre, hay muchas cintas recientes que ganaron en los festivales más importantes del mundo. Como nunca, ahora traen a una estrella universal, olvidándose de aquella norma  que los hacía privilegiar al director sobre el actor: la figura de este Bafici será la francesa Isabelle Huppert (Madame Bovary, La ceremonia). Se proyectarán 13 películas en las que ha participado.

Dirigido desde hace tres años  por el crítico y periodista Marcelo Panozzo, el Bafici tendrá las cintas ganadoras de Berlín 2015, Venecia 2014 y del Oscar a Mejor Documental 2015.

El título más reciente de los seleccionados es Taxi,  último largometraje del iraní Jafar Panahi, que obtuvo en febrero el Oso de Oro en la Berlinale. León de Oro en Venecia 2000 por El Círculo , Panahi es parte de aquella generación de cineastas iraníes que le dieron una nueva caligrafía al cine del mundo desde los años 90 en adelante. Más joven y más político que Abbas Kiarostami, Mohsen Makhmalbaf y Majid Majidi, fue condenado por las autoridades de su país en el 2010 y se le prohibió hacer películas durante los próximos 20 años: aun así se las ha arreglado para hacer tres más. La última es Taxi, donde él mismo hace de improvisado taxista por las calles de Teherán, recogiendo los relatos que cada pasajero le entrega. Hay de todo: intolerantes que piden pena de muerte para los ladrones de ruedas de autos, mujeres que despotrican contra el Gobierno y vendedores de películas piratas de Hollywood. Es una cinta que hace lo que los iraníes siempre han sabido hacer. Es decir, contar mucho con muy poco.

En otro contexto se mueve Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia, cinta del sueco Roy Andersson. Responsable de apenas cinco largometrajes en 44 años de carrera, el escandinavo es un auténtico caso de culto. Ha dirigido más de 400 comerciales en su país y sólo se dedica al cine cuando encuentra la esquiva inspiración. Para muchos es un maestro, algo así como el secreto mejor guardado de la cocina fílmica sueca y el León de Oro que ganó en Venecia 2014 por Una paloma... sólo corrobora esa impresión. Su estilo, que alguien definió como "una mezcla de Ingmar Bergman con comedias de golpe y porrazo", tiende al relato episódico, al humor absurdo, a la comedia negra y a la sorpresa. En Paloma... no hay historia central, sino varios cuentos que giran en torno a un par de personajes desbocados. Se trata de dos vendedores viajeros que pueden ser versiones modernas y nórdicas de Don Quijote y Sancho Panza. Surreales y tragicómicas, las historias de esta película conectan con las de  la iraní Taxi en la medida que dan cuenta del curioso día a día en un país más bien conocido por su privilegiado desarrollo social y económico.

También del norte proviene Ninfomaníaca, la última producción del danés Lars von Trier.  Tras su poético intento de contar el fin de los tiempos en Melancolía, ahora Von Trier aborda el fin de la inocencia a través de la parábola de una mujer adicta al sexo (Charlotte Gainsbourg). Tiene nombre de hombre -Joe-, es una chica maltrecha y a punto de caer desmayada cuando Seligman (Stellan Skarsgard) llega a su rescate. Ya en su departamento, Joe le va relatando a Seligman su infinita y triste historia de apetito erótico.

Recién salido del horno de la ceremonia del Oscar llega Citizenfour, ganador de la estatuilla a Mejor Documental. La película va describiendo la historia de Edward Snowden, el conocido informante y ex empleado de la CIA y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA), a través de contactos y encuentros con la propia realizadora, Laura Poitras. Más allá de ser una película sobre el personaje Snowden, Citizenfour es también una reflexión bastante terrorífica sobre la delgada línea que separa la vida privada de la vigilancia cibernética.

Desde el Festival de Locarno, donde ganó el premio a Mejor Director, arriba Cavalo dinheiro del portugués Pedro Costa. Figura reverenciada por los espectadores más exigentes, Costa gusta rescatar los barrios marginales de Lisboa, en particular los que ya no existen, como Fontainhas, un sector que fue refugio de muchos inmigrantes de Cabo Verde. Acá otra vez lo hace a través del fantasmal personaje de Ventura.

El Bafici siempre ha tenido espacio para el cine hecho por chilenos y en esta oportunidad se darán, entre otros, Invierno de Alberto Fuguet; Mar, de Dominga Sotomayor, y Surire, de Bettina Perut e Iván Osnovikoff. Fuera de competencia también estará el documental El botón de nácar, de Patricio Guzmán. Otro premiado en la Berlinale 2015.