Ratas de laboratorio en escena, repeticiones de imágenes y palabras que desafían el tiempo, y hasta una mujer que despierta sus múltiples voces interiores para emular la comunicación vegetal y, de paso, urdir una historia. En ciertos casos, la ciencia podría tratarse de un simple pretexto o una anécdota más para la ficción, pero en otros se ha vuelto el germen de una forma atípica de hacer -y entender- el teatro.
"No es raro que distintas ciencias se unan para explicar las dudas de los hombres", dice el director David Atencio, de 27 años. Junto a su compañía Tercer Abstracto adoptaron la teoría científica, de la matemática a la física, como un portal hacia el universo dramático: en sus obras Atacama (2015) y Teorema (2016), el grupo dio sus primeras señales de doble militancia entre arte y ciencia. También en su nuevo trabajo, así como en otros montajes que vuelven a cartelera, dos disciplinas aparentemente lejanas se acercan para replantear fórmulas.
"Pensar el teatro desde la ciencia es pensar que el espectador es un observador más del espectáculo que está aconteciendo en frente", dice Atencio. "Si en el siglo XIX reinaba esa idea de realismo en la que el teatro era una ventana por donde mirar el mundo, ahora es el teatro el que da la posibilidad a la ciencia de ver la realidad en vivo y de presentarla como una experiencia", agrega el autor, quien este sábado estrenará Croma en el Teatro Camilo Henríquez, como parte del ciclo Teatro Hoy.
En la ficción, una productora de cine es invitada a participar en la producción de un cortometraje. El rodaje avanza, pero las imágenes que van apareciendo cuestionan el sentido de una realidad única. "En Croma existe una base científica, pero no es el tema de la obra, tampoco la teoría del color de Josef Albers. Sí lo son los procedimientos mediante los cuales la obra avanza. Es un ejercicio distinto: se supone que hay una realidad, que a su vez es ficción y en la cual se introducen estos contenidos científicos de la relatividad y el color. Es, de alguna forma, poner algunas de las tesis de la ciencia en escena", añade.
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Croma, el último trabajo del dramaturgo David Atencio.[/caption]
Similar ha sido el reciente método creativo de la dramaturga y directora Manuela Infante (1980). En su más reciente trabajo, Estado vegetal -que debutó anoche en el Nave- la autora de Prat expone un monólogo "polifónico, ramificado, exuberante, reiterativo, divisible y sésil", en sus palabras. Un accidente marca el inicio del montaje protagonizado por Marcela Salinas.
"Basándonos en el pensamiento revolucionario de filósofos de las plantas como Michael Marder, y neurobiólogos vegetales como Stefano Mancuso, la exploración consiste en sondear en los modos en que nuevos conceptos como la inteligencia vegetal, el alma vegetativa o la comunicación vegetal pueden transformar nuestra práctica creativa", explica Infante en la ficha de la obra:
"Si aceptamos que las plantas tienen otras formas de pensar, sentir y comunicarse, otra forma de ser inteligentes, otra forma de tener conciencia y otra noción del tiempo, quizás podemos ver transformarse nuestras propias nociones de lo que es pensar, sentir, estar, comunicarse y ser consciente".
Experimentación en escena
Dos jóvenes se conocen y enamoran tras someterse al testeo clínico de un nuevo antidepresivo, pero los médicos no están seguros de si sus sentimientos fueron trastocados por el fármaco. Entre el 14 de junio y 8 de julio, el Teatro UC reabrirá sus puertas a la obra El efecto, de la británica Lucy Prebble. En la dirección local de Ana López Montaner, la historia con Alejandro Castillo y Ximena Carrera retrata un experimento en escena. "Me topé por accidente con los antidepresivos porque yo misma estaba muy interesada en el amor y la depresión. Exponer mi verdad -dice Prebble-, fue exponer también algo tan inalcanzable como la ciencia".
Probablemente un ratón de laboratorio nunca había subido a un escenario local antes del debut de Algernon: la angustia del conocimiento, en 2015. Basada en la novela Flores para Algernon (1959) del estadounidense Daniel Keyes, el montaje del colectivo Arte Matamala -protagonizado por Moisés Angulo- ganó el Festival de Teatro Joven de Las Condes, y desde el 13 de julio volverá a Matucana 100. "Contamos con el trabajo del doctor en neurociencia Timothy Marzullo, lo que nos permitió fundamentar nuestras ideas escénicas a partir de sus conocimientos", dice el actor.
Su personaje, Charlie Gordon, padece un retraso mental y decide someterse a experimentos para aumentar su inteligencia a la par con la de un ratón. "El más atractivo era un dispositivo que amplificaba las señales eléctricas de mis músculos, y que podía manipular objetos eléctricos activándolos con solo contraer alguna parte de mi cuerpo", explica. Fue, recuerda, su primer acercamiento a la divulgación científica por medio del teatro: "Pudimos constatar el interés y asombro de los espectadores ante el fenómeno científico. Timothy realizó charlas para los espectadores en las que se develaban los procedimientos de sus experimentos, poniéndolos al alcance de todos. Era lo más parecido a ver magia en escena, y sin embargo no lo era", concluye.