En el interior del Juan Valdez de Rosario Norte, en medio de los edificios de Nueva Las Condes, tres jóvenes veinteañeros, cada uno con su notebook, rodean una mesa baja e intercambian cifras; en la terraza, una mujer le pide consejos a un hombre mayor para optimizar su página web y dos argentinos comentan la reunión que acaban de sostener con un empresario chileno, mientras toman nota en sus iPads.
"¿Por qué trabajar en un cubículo de oficina si se puede hacer en un lugar más bonito y con un rico café al lado?". La pregunta de Jaime Ríos, ingeniero y también asiduo a ese local, se multiplica entre los santiaguinos.
Profesionales y empresarios acuden, computador en mano, a los cafés de barrios como El Golf-Isidora Goyenechea y Apoquindo, para teletrabajar desde ahí. Según los dueños de las cafeterías, son hombres y mujeres por igual, con una edad promedio de 30 años.
Algo similar a lo que pasó en los 80 en los distritos financieros de ciudades como Nueva York o Londres, la moda aterrizó junto con la masificación de recintos con infraestructura apropiada: mobiliario cómodo y buena iluminación, a lo que se suma la conexión Wi-Fi y una política de recibir con agrado a este tipo de clientela, más allá de que consuman una o varias tazas o se queden una hora o todo el día.
Pablo Selman, gerente de Retail de Tavelli, explica que durante los últimos cuatro años han aumentado al doble quienes adoptaron esta usanza. "La tecnología tiene mucho que ver. Hoy puedes trabajar desde cualquier lugar con tu notebook y el Wi-Fi".
En Starbucks creen que la tendencia seguirá creciendo. "Mientras más flexibles sean las personas para trabajar en lugares distintos, más va a aumentar", sostienen en la cadena, presente en Chile desde 2003.
Los clientes dan diversas razones para ocupar estos espacios de esta forma: no contar con oficina, preferir un ambiente laboral menos rígido o hacer un break en medio de la jornada sin despegarse 100% de las obligaciones. Esto último es lo que hace un grupo de gerentes de IBM todos los lunes y miércoles por la mañana. En un céntrico café organizan reuniones y "cambiar de ambiente".
Diego Pinto prefiere el Bonafide de Huérfanos. Junto a un latte, ahí arma su proyecto web. Está recién egresado de economía y no tiene el dinero para arrendar una oficina compartida (coworking), que cuestan desde $ 120.000 al mes.
Alejandro Ramírez tiene oficina en Providencia desde hace ocho años, pero no le gusta estar en un lugar fijo. Va todos los días al Starbucks de Isidora Goyenechea con Magdalena. "Aquí me concentro más; el entorno me invita a la creatividad", sostiene este empresario que se hizo habitué de esta franquicia cuando vivió en China, entre 2002 y 2005.
En Starbucks aseguran ser los precursores de esta tendencia en Santiago, aunque Tavelli muestra tradición al respecto desde los 80. "Incluso, desde los 70 que nuestro público hace reuniones aquí", afirma Pablo Selman.
La sucursal de Manuel Montt es para Dinko Kusjanovic, periodista y dueño de una agencia de comunicaciones, uno de sus lugares favoritos para ello. "El café suelta a las personas. En una oficina se sienten incómodos", señala.
Al Mosaicafé del bulevar VidaParque, en medio del Parque Araucano, cada día más de 30 personas llegan a teletrabajar. "Es como su centro de operaciones. A veces hasta se les quedan sus computadores y se los guardamos", cuenta Ignacio Escobar, administrador de ese lugar.
Mientras teclean o hablan de negocios, otros 20 capitalinos prueban un capuccino u otra preparación en Chiaroscuro (Av. Apoquindo con Alcántara). Provienen de empresas cercanas, como EuroAmerica y L'Oreal. "Entre las 9 y las 11 estamos llenos. Creo que nos prefieren por el café italiano y la atención personalizada", destaca su dueña, María José Santana.
Es tal la demanda por este tipo de recintos, que las estaciones de servicio también se han sumado. Karina, sicóloga de una consultora de Recursos Humanos, hace muchas de sus entrevistas laborales en la cafetería de la bomba que está en Vitacura con Padre Hurtado. "A algunos les parece raro que los cite aquí, pero incluso me sirve para conocer su reacción ante lo imprevisto", dice.