El arquitecto Pablo Sills vivía en una casa en Huechuraba y pese a que disfrutaba de su jardín, estaba cansado de los tacos. Cuando decidió cambiarse a Eliodoro Yáñez con Av. Lyon escogió un departamento que tuviera una terraza donde cupieran todas sus plantas y una piscina. "Compré un departamento con patio en el techo. La sombra que le daban los árboles a mi jardín de Huechuraba, ahora se la dan los edificios vecinos al patio de mi terraza", dice Sills, quien habita un piso 16.

Cuando comenzaron a levantarse los primeros edificios DFL 2 en el centro de Santiago, se estrenaron masivamente las quintas fachadas; es decir, los techos destinados a espacios comunes de sus habitantes. Ahí surgieron piscinas, quinchos y simulaciones de jardines. "Los terrenos conquistados no eran muy amplios y era necesario darles calidad de vida a los nuevos vecinos", afirma Roger de Barbieri, presidente del Instituto Inmobiliario.

La tendencia siguió expandiéndose en la capital. Lo nuevo es que hace tres años algunas inmobiliarias -como Simonetti, Moller y Almagro, entre las que construyen en la zona oriente- comenzaron a proyectar quintas fachadas para uso exclusivo de quienes compran los últimos pisos de sus edificios. Por un costo que puede llegar a las 21.000 UF.

No son las únicas opciones. Varios capitalinos más empezaron a conquistar los techos por precios más adaptados al alcance de su bolsillo. ¿Las razones? vivir en un espacio con áreas verdes, pero más seguro que una casa.

Según Cristián Acevedo, gerente general de Valuaciones de Chile S.A., a principios del siglo XX las azoteas de los departamentos eran utilizadas para instalar pequeñas habitaciones que se usaban como bodegas. "Ahí se guardaban los materiales de aseo o bien se acondicionaba la pieza del conserje. También se usaban como salas de máquinas de los ascensores", dice Acevedo. Se veían mayoritariamente en el centro de Santiago y varios de esos espacios pasaron a ser de gran interés para los habitantes del último piso de antiguos edificios.

Como es el caso del arquitecto Albert Tidy, quien vive en un cuarto piso (y último) de la calle Merced. Hace algunos años, cuenta, abrió una lucarna que ocupó parte del techo, y aunque tuvo que pedir una autorización municipal, logró expandirse hacia el techo. "No fue fácil, porque un propietario se opuso, pero ahora está todo regularizado", cuenta.

Antes de que se publicara la Ley 19.537 de copropiedad inmobiliaria en 1982, las azoteas de los antiguos edificios se podían adquirir. "Se le compraba a toda la comunidad y ahí cada dueño podía hacer lo que quisiera. Por lo tanto, estos últimos pisos con acceso a la quinta fachada se vendieron así ", explica Acevedo.

Sin embargo, después de la ley esto se prohibió. Quien quiera intervenir la cubierta de un edificio debe tener la venia del 75% de la comunidad. En el caso de los edificios nuevos cuyos techos sean exclusivos, esta ley no rige.

APROVECHAR EL CIELO

El arquitecto Gonzalo Mardones es un precursor en la ciudad en el aprovechamiento de los techos. Dice que la tendencia nació en Suiza en 1922, cuando el arquitecto Le Corbusier acuñó el concepto con el fin de aprovechar la luz y hacerle frente al encarecimiento de los suelos.

"La utilización de las cubiertas como parte del diseño es una oportunidad de mejorar el volumen y usar un lugar para nuevas experiencias, como tener mejores vistas y espacios", aclara Mardones.

Hace tres años que inmobiliarias que construyen mayoritariamente en Vitacura (cerca del Club de Polo), Las Condes y Lo Barnechea apostaron por la construcción de edificios de departamentos cuyos últimos pisos tienen acceso exclusivo a una terraza que alcanza los 150 m2. Se trata, eso sí, de propiedades que van desde los $ 150 millones a los $ 450 millones. "En general, se trata de propiedades cuyo m2 fluctúa entre las 60 y 90 U.F.", aclara Acevedo. "Los inmobiliarios se han dado cuenta de que la terraza techo es altamente demandada y los departamentos que la traen incluida cuestan un 35% más que los demás", agrega el experto.

Uno de los que han incursionado en esta tendencia es la inmobiliaria Almagro. Hace dos años comenzó a aprovechar la quinta fachada y actualmente tiene seis proyectos en venta, la mayoría por un valor cercano a las 16 mil U.F. "Arriba hay jacuzzi y hemos incluido un sistema de audio para escuchar música en todo el techo", señala José Luis Calderón, gerente de marketing de la inmobiliaria.

"Nosotros apuntamos a profesionales exitosos, gente soltera o separada que tiene un alto nivel de ingreso y que tiene el dinero para disfrutar de una buena terraza con panorámicas en 360 grados de la ciudad", explica.

Hernán Reyes, gerente general de Simonetti, agrega una última razón por la que este modo de vivir se ha ido expandiendo. "Como los últimos pisos se ocupan completos, hay más privacidad. No te topas con vecinos y tampoco los tienes en el piso superior. Y otro factor que sin duda pesa es la seguridad, pues tienes un patio que reemplaza al de una casa, donde ya algunos santiaguinos se sienten inseguros", explica.