La escena era como la de una película de terror. El mexicano Farid Carám recuerda así el momento en el que llegó a la escuela Enrique Rébsamen -o lo que quedaba de ella- ubicada al sur de Ciudad de México. Mientras se encontraba en el gimnasio, un terremoto de 7,1 grados azotó el país el mismo día en el que se conmemoraba otro fatal aniversario: el del sismo de 1985. Mientras los mexicanos se juntaba en las calles, uno de los mensajes que tenía en su celular le llamó particularmente la atención. "Era mi hermana que decía que se había caído una escuela con niños adentro. Ella estaba cerca", cuenta Carám en una entrevista telefónica con La Tercera. "La ciudad estaba hecha un caos", comenta, pero nada comprable con lo que vio al llegar a la escuela, convertida de la noche a la mañana en el principal símbolo y epicentro de la tragedia.

Carám relata cómo fueron las horas -desde las 14:00 del martes hasta las 7:00 del miércoles- en las que compartió con socorristas, voluntarios y familiares de las víctimas y sobrevivientes.

¿Con qué se encontró cuando llegó al colegio?

Me encontré con un ambiente sumamente…, te lo juro, de película de terror. La mitad de la escuela estaba totalmente destruida como si fuera un terreno baldío, en las ruinas totales. De hecho la construcción se fue para abajo y un poco para el lado, entonces se movía todavía. Lo que hicimos fue quitar lo más que pudimos. Llegó muchísima gente, había mucha desorganización. Llegó la Marina, la Cruz Roja. Lo primero fue organizar a la gente que tenía ganas de ayudar, pero por la misma adrenalina, la euforia y la desesperación de saber que había tantos niños se creó un caos. También por los helicópteros que sobrevolaban la zona y no nos dejaban oír a las personas. Hubo personas que junto conmigo nunca habían hecho esto, que no sabían de rescates. Me tuvieron que poner oxígeno porque no había comido nada y por todo el estrés.

¿Pudo sacar a alguien con vida?

Tuve la fortuna de meterme en un huequito donde nadie se podía meter. Me logre meter y oí que tocaban. Entonces le dije: "si estás bien toca una vez, si te falta oxigeno toca dos veces". Alguien tocó dos veces y empezó a gritar su nombre, que era Víctor. Yo les dije que había un niño. Al principio no me creyeron, después un almirante me creyó. Lo localizamos y lo sacamos con vida. Pude sacar a Víctor y a dos pequeños que no alcanzamos a ayudar, que murieron. También encontramos a una profesora sin vida.

¿Cómo eran los sonidos que venían de los escombros?

Al principio sí tocaban y sí gritaban, pero cuando ya habían pasado 12 horas, los ruidos eran menos. Hubo estos dos chicos que no alcanzamos a sacar a tiempo. La estructura estaba sumamente aplastada, no podíamos acceder. Hubo una niña en especial que alcanzó a mandar un WhatsApp. Decía que estaba junto a una camioneta y junto a unas mesas de ping pong, con otros tres niños. Se llamaba Fátima, lo que hicimos todos fue meternos entre los escombros y gritarle. (La menor finalmente fue rescatada).

¿Cómo organizaron a los padres de los niños?

Conocí a los familiares de todos, de la mayoría. Los tenían en un lugar apartado. Estaban desesperados y no era para menos. Fue un caos total. Cuando estábamos más organizados pusimos una carpa con los papás, los reunimos a todos ahí. Conforme iban saliendo los niños, íbamos avisándoles directamente a los familiares que estaban ahí. Los padres te suplicaban. Que por favor les dijeras si habías oído algo.