De impecable bigote recortado, pelo engominado y bolsito adonde quiera que vaya, Francisco Sanctis se levanta temprano para hacer las tostadas, apurar a los niños a que se despeguen de la cama y luego dejarlos en la puerta del colegio. Su esposa queda en casa haciendo las labores del hogar y él no se ha ido sin antes decirle que hoy sí que canta Gardel. Sin antes desear en voz alta que durante las próximas 24 horas le den el ascenso para que el futuro sea mejor que este presente de apremios y apuros. Sanctis es así: un trabajador que cree en los aumentos y en los milagros. Lástima que el país en que vive sabe más de pesadillas que de bondades.
La larga noche de Francisco Sanctis, la única película argentina seleccionada para competir el año pasado en el Festival de Cannes (específicamente en la sección Una cierta mirada), es uno de los estrenos importantes del cine argentino en nuestro país en los últimos años.
La producción de 78 minutos, que actualmente se exhibe en la Sala Radical en Santiago, en la Sala Insomnia (ex Teatro Condell) de Valparaíso y desde el viernes en el Cine Arte Normandie, informa de alguna manera del tipo de películas que están haciendo las generaciones posteriores a Pablo Trapero (El clan) o Lucrecia Martel (La ciénaga).
Sus realizadores, Francisco Márquez y Andrea Testa, tienen 35 y 29 años respectivamente y estudiaron en la ENERC, escuela dependiente del INCAA, el poderoso instituto del cine del país trasandino. A pesar de que no fueron testigos de la dictadura argentina, la curiosidad por aquella época y la llegada a sus manos de un libro del escritor Humberto Costantini (1924-1987) los llevó a adaptar una trama que se desarrolla en esta época, en su primer filme de ficción.
"Un día, escarbando en una librería de viejo, encontramos esta novela de Humberto Costantini. Al autor lo conocíamos, pero no demasiado. El librero nos dijo 'llévensela que no la van a olvidar'. Tenía razón", dice Francisco Márquez al teléfono desde Buenos Aires. "Lo curioso de la novela de Costantini es que es de 1984, un año después del término de la dictadura, pero tuvo la audacia de observar ese período desde una perspectiva diferente. No es la del militante, no es de denuncia. Es la mirada del sujeto pasivo", añade Márquez.
Ser o no ser porteño
Ganadora de la Competencia Internacional del Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) 2016, la cinta de Márquez y Testa se introduce a grandes rasgos en un día (y sobre todo una noche) en la vida de Francisco Sanctis, quien lleva una existencia relativamente tranquila en los suburbios de Buenos Aires junto a su esposa e hijos.
Es el año 1977, con los militares en su momento más feroz, y a Sanctis lo contacta una vieja amiga de la facultad. Le pide que por favor contacte a dos chicos y les diga que esa noche los agentes de la seguridad interior irán a buscarlos. Es un asunto de vida o muerte y desde ese momento Sanctis se transforma en una suerte de Hamlet gris y oficinesco, inmovilizado entre la duda de alertar o no a los ex camaradas.
"Un sector muy grande del país que aparentó ser neutral durante la dictadura, jugó con su pasividad un rol en ese momento. Es lo que se ha llamado la mayoría silenciosa", explica Sanctis, quien también busca hacer una elipsis a nuestros tiempos: "La historia nos parecía además actual en la medida que también nos hace cuestionarnos a nosotros, en este momento, hasta qué punto nos involucramos con los cambios que pueden suceder en Argentina".
Con una muy eficiente recreación de época y una narración que habla más con los encuadres y los gestos que con las palabras, La larga noche de Francisco Sanctis descansa en las acciones y no en la verborragia ni el discurso. No hay condena, sino que curiosa, dolorosa observación.
Los realizadores tampoco buscaban ser jueces del protagonista. "No queremos condenar a nadie ni decir ahora cómo los argentinos se deberían haberse comportado en dictadura. No vivimos aquella época, pero tengo claro que el terror puede llegar a inmovilizar", dice Márquez. Luego matiza: "Por otro lado, los secuestros y las muertes eran tema de todos los días. No es que nadie supiera que había desaparecidos. Por lo que he hablado con quienes vivieron aquellos años y hasta por mi propia familia, sé que la gente estaba enterada de los crímenes. Quizás no sabía que había exactamente 30 mil desaparecidos, pero sí que el horror estaba ahí".
Con una favorable respuesta de la crítica de su país, La larga noche de Francisco Sanctis despertó una curiosa reacción en Quintín, uno de los críticos trasandinos más conocidos de los últimos 20 años. "Hubo un crítico en particular vinculado a la derecha, Quintín, al que no le gustó", dice Márquez. "Incluso nos insultó en una función. Por otro lado, después de una proyección en una sala a precios populares, se nos acercó una señora a decirnos 'Yo viví esa época, y no hice nada. Esto no puede volver a suceder en Argentina y yo no puedo comportarme de nuevo así'. Para mí, ese tipo de opiniones son las más importantes, porque tiene relación con lo que pienso de la película: que es una obra sobre el presente, no sobre el pasado".