Las filas de autos son largas en los alrededores del Movistar Arena. Son las 20 horas en punto y los estacionamientos están llenos. Los que vienen sobre la hora se estacionan donde pueden y corren para perderse lo menos posible del concierto de The Killers.

Adentro, la escena parece un casting masivo para un catálogo de moda joven. Las veinteañeras con looks de laboratorio son mayoría en un público que va desde niños hasta gente cercana a los 40. Es la hora anunciada y cerca de 14 mil personas que anoche llegaron al show quedan a oscuras con el ruido de un helicóptero. Uno a uno aparecen los cuatro integrantes de la banda de Las Vegas, que con apenas cinco años y tres discos se ha posicionado como uno de los nombres más populares de la década. Ahí está el grupo que en sus inicios conversaba con sus fans al final de los shows y que ahora sólo permite que su propio encargado les tome fotografías.

Human es la primera carta y da pistas de lo que viene en la hora y 40 minutos de concierto. La masa se mueve como si el Movistar Arena fuera un gran club de baile. Esto es una taquillera fiesta que tiene a la gente moviéndose y agitando globos al frente de una banda que genera un efecto similar a los shows de Shakira.

"Somos The Killers y esta noche somos de ustedes", dice Flowers, el entusiasta cantante repitiendo el guión de toda la gira sudamericana. La bandera, el listado de canciones, los discursos, la bandera en el piano, cada detalle está tan cuidado y ensayado que parece la grabación de un DVD. La gente no para de celebrar los hits con coros para las masas sobre un montaje que replica el brillo y glamour de Las Vegas.

Entre neones, muebles de diseño y cajas de luces, Flowers pelea por no desafinar en Bones, que pasa con el video de Tim Burton en los colgantes de LED que cubren la tarima. Read my mind y Mr. Brightside recogen intensos coros de la masa y en All these things that I've done sale una lluvia de papel picado. Son las cumbres de una noche que remata con When you were young y una cortina de fuegos que enciende a todos, excepto a los músicos de Gustavo Cerati que miran el show como si evaluaran un programa de talentos.

"Es el recital más emocionante que he visto", dice una chica que bordea los 20 y que seguro no ha ido a muchos conciertos. Pero está feliz como todos los que ahora figuran parados en filas de autos tan largas como las del principio.