Nos tomaron por sorpresa como esos goles a segundos del pitazo inicial. The Who apareció seis minutos antes de lo programado. El riff revienta, la guitarra atronadora para I can't explain, el primer single en la historia de una de las bandas más influyentes de todos los tiempos. De inmediato el cantante Roger Daltrey puso a girar el micrófono con el cable como una hélice y Pete Townshend a batir su brazo derecho como si activara un dínamo que a cada pasada aumenta el volumen, que ya es considerable y a la altura de la leyenda de la banda que por un tiempo, a mediados de los 70, tuvo el récord Guinnes como la más ruidosa de este planeta.
A pesar de la potencia del sonido, cada instrumento se apreciaba bien resuelto, sobresaliendo la guitarra del líder y la batería de Zak Starkey, el hijo de Ringo Starr que ha sido vital en las dos últimas décadas del grupo.
Sigue The seeker, parte del compilatorio Meaty beaty big and bouncy de 1971. Otro fraseo de guitarra tremendo, esa combinación precisa de sonido fiero cargado de voltios mezclado de tonalidad acústica.
Sin descanso empalman Who are you. La gente la reconoce, levanta los brazos, instalada en la memoria cortesía de la serie policial CSI. Es de las últimas piezas grabadas con la alineación original que completaban los irremplazables Keith Moon en batería y John Entwistle en bajo. Montan una suave pausa mientras la banda corea "who are you?", luego la explosión de los instrumentos.
Townshend presenta Kids are alright, un regreso a sus primero años cuando The Who estaba diseñando a pasos acelerados su rock atribulado, masculino, existencial, cruzado de pop, arte y violencia. Grandes armonías en este tema de aires dream pop.
Sigue otro clásico de aires sicodélicos, I can see for miles. Daltrey se cuelga la guitarra y Townshend despacha solos incendiarios. Continúan con My generation, uno de los grandes himnos rock de todos los tiempos. Daltrey está impecable en el tartamudeo que hizo de esa canción un hitazo entre otros grandes detalles contando fieros solos de bajo. La pegan con Cry if you want de It's hard, el último álbum que The Who publicó antes de separarse por primera vez en 1982.
Behind blue eyes, esa canción confesional de Townshend que estaba pensada para Lifehouse, el álbum conceptual que presagiaba la Internet y que la banda archivó indefinidamente, fue un ejemplo de alternancia entre suaves guitarras que irremediablemente conducen a una descarga de rock clásico. De ahí el turno de Join together con Daltrey tocando armónica. La canción escaló desde un blues con armónica hasta electrificarse por completo.
Sigue You better you bet de Face dances (1981), que es parte de la segunda etapa del grupo tras la muerte de Moon, un coqueteo tibio con la new wave de comienzos de los 80, en una versión mucho más maciza que la original. Más tarde en Love, reign o'er me de Quadrophenia (1973) se notó el esfuerzo de Daltrey por mantenerse fiel al original pero sale completamente airoso. Se llevó una ovación con los brazos en alto.
Luego, uno de los momentos de la cita: Amazing journey, una de las piezas centrales de la obra maestra Tommy (1969) y un ejemplo de rock progresivo llevado a la perfección. Siguieron Pinball wizard, otro clásico imbatible de aquel peak creativo de The Who, y See me, feel me, una canción de contornos litúrgicos que marcó uno de los momentos de Woodstock hace casi medio siglo.
Como si no fuera suficiente, atacaron sin respiro con Baba O'Riley. En la cancha se enciende una begala para seguir ese ritmo de marcha rock cien por ciento. "No llores, no levantes la vista, es sólo desolación adolescente", canta Townshend emocionando a todo el Monumental.
El show pudo concluir en ese momento pero faltaba más. Won't get fooled again, con sus sintetizadores, redobles de batería y juego de luces, fue un remate perfecto para una banda que ni por un segundo revela que sus líderes superan los 70 años. The Who fue todo lo esperado y más. Leyenda, himnos, potencia y rock en su mejor expresión.