"POR UN VERANO sin polera". Esa es la consigna que años tras año se repite cada vez que nos acercamos a la época de calor. Y hoy, a tan pocos días del peak del veraneo, reflotan todas esas veces que después de una pichanga o un trotecito, fueron seguidas por un asado, un churrasco o un par de cervezas.
Porque claro, hacer deporte produce hambre. Mucha hambre. Y la mayoría de las veces, por aplacarla, revertimos todo el esfuerzo y las calorías quemadas durante el ejercicio. Pero hay una esperanza. Así al menos lo han corroborado recientes investigaciones, que señalan que hay cierto tipo de trabajo físico capaz de hacer todo lo contrario, es decir, disminuir la sensación de hambre.
La responsable del apetito es la grelina, una hormona descubierta a finales de lo 90. Este péptido (o cúmulo de varias moléculas) alcanza sus mayores concentraciones cuando no hemos ingerido alimentos en mucho tiempo o cuando gastamos mucha energía y necesitamos recuperarla, como cuando hacemos ejercicio. Sin embargo, los científicos han descubierto dos tipos de polipéptidos, el YY y el GLP-1, que se liberan con cierto tipo de ejercicios y que son capaces de aplacar el efecto de la grelina. Para activarlos, siga los siguientes consejos la próxima vez que decida ejercitarse.
TROTE, NO CAMINE
Un estudio de 2012 realizado por la U. de Wyoming (EE.UU.) separó en dos grupos a las mujeres: las primeras debían realizar trote moderadamente fuerte durante 60 minutos y las demás, caminata suave durante el mismo tiempo.
Luego, los investigadores midieron sus niveles de grelina y péptidos YY y GLP-1. Pero les pusieron un desafío: un buffet de comida terminada la sesión.
Como resultado, la grelina aumentó entre las trotadoras y se mantuvo estable entre las que caminaron. De ahí la sorpresa de los investigadores: contra todo lo pensado, las trotadoras no atacaron el buffet. De hecho, consumieron menos calorías que las que habían quemado. ¿La razón? Si bien la caminata no subió los niveles de grelina ni demandó tanta energía como correr, tampoco generó cambios en los índices de péptidos YY y GLP-1, por lo que la suma y resta de calorías no fue relevante, como sí pasó con el trote.
OPTE POR LO AEROBICO
En 2008, un estudio de la U. de Loughborough (Inglaterra) buscó la diferencia entre las sesiones de dos grupos: hombres que usaban la caminadora y otros que levantaban pesas. Al finalizar la ronda, los investigadores midieron los niveles de grelina y péptido YY de los voluntarios.
Lo que descubrieron fue que el trote (ejercicio aeróbico) disminuía los niveles de grelina y aumentaba los de péptido YY, suprimiendo el apetito. En cambio, las pesas (ejercicio anaeróbico) entregaban un resultado mixto: bajaban la grelina, pero no generaban cambios en los niveles de péptido YY. Esto se condice con otras investigaciones de esta universidad, que vieron que el hambre se suprime cuando se realizan entre 30 y 90 minutos de trote moderado. Según César Osorio, kinesiólogo y post doctorado en el Laboratorio de Fisiología Celular del Músculo en la U. de Chile, este ejercicio puede reducir el apetito hasta por dos horas.
SEA CONSTANTE
Una investigación de la U. Noruega de Ciencia y Tecnología midió el efecto del ejercicio en el apetito a largo plazo. Para eso tomaron a hombres y mujeres con sobrepeso y sedentarios y les asignaron una ligera rutina de ejercicios.
Adicionalmente, los investigadores dieron dos tipos de suplementos: algunos consumieron uno que equivalía a 600 calorías y los demás, otro de 246.
Al principio, los voluntarios que consumían el suplemento más calórico comían más durante el día. Pero el ejercicio tuvo un efecto poderoso: después de tres meses de ejercicios, comenzaron a comer menos, ya que el deporte y su interacción con los polipéptidos ya mencionados había mejorado su habilidad para regular el apetito.
Para Jorge Cancino, doctor en Ciencias de la Actividad Física y miembro del directorio de la Sociedad Chilena de Medicina del Deporte, lo destacable de este fenómeno es que en la suma y resta de calorías, al final del día, el ejercicio claramente inclina la balanza. El balance entre lo gastado en el ejercicio y lo consumido posterior a éste provoca un balance negativo, lo que explicaría la pérdida de peso observada con el ejercicio realizado en forma sistemática.