Marcela Rodríguez (30), Región de Arica y Parinacota: "Yo me tengo que adaptar a los alumnos"

Desde los 15 años que ayudaba a los más pequeños que iban a clases particulares de sus padres, ambos también docentes. Hace cinco que ejerce como profesora de matemática en el Liceo A1 Octavio Palma Pérez, en Arica, pero no siempre supo que quería serlo. De hecho, al no tener claro qué estudiar en la universidad, ingresó a ingeniería. Los números se le daban, pero no terminó. Decidió cambiarse a pedagogía, a pesar de que personas externas le decían "no seas profesora, tú eres para más".

Ya como docente, llevó los números a otras asignaturas. Como no todos los alumnos presentan habilidades matemáticas, al mezclarlos con otras disciplinas lograba aumentar su confianza. "Por eso trato de que si no se llevan bien con matemáticas, se lleven bien conmigo".

Dice que no tolera las burlas y es exigente. Sin embargo, su método de enseñanza es en base a chistes y proyectos. Todo depende del perfil del curso. "Si son más artistas, lo relacionamos con arte. Si son deportistas, con deporte. Siempre he pensando que yo me tengo que adaptar a los alumnos". Esa característica la llevó a ser nominada por su alumna Natalia Meriño Correa: "Me gusta como intenta llegar a los alumnos, es muy trabajadora y siempre está innovando".

Eduardo Cortés (35), Región de Valparaíso: "Todo se puede, está en atreverse"

Cuando entró a estudiar pedagogía a la U. de Playa Ancha (Valparaíso), su meta no era la docencia sino cambiarse a periodismo. Sin embargo, en su primera práctica profesional vinculada al área pisó una sala de clases. Y de allí no salió más.

Para ayudar a mejorar la situación económica familiar, lavaba los autos de los profesores de la Facultad de Artes. Estaba en esas cuando un docente lo vio y decidió llevarlo al programa "Quién Merece Ser Millonario", en 2006. Además de ganar más de $ 3 millones, confesó en televisión: "Si el rector lo permite, quiero trabajar en mi colegio". Al año siguiente fue contratado como profesor de Tecnología, en la escuela industrial Bertelsen Temple, de Quillota.

"El esfuerzo está por sobre todas las cosas", le decía Marta, su madre. Esa es la misma enseñanza que Eduardo intenta traspasar desde hace diez años a sus alumnos, así como la ruptura de parámetros y que ellos mismos busquen soluciones a sus proyectos. "Todo se puede, está en atreverse. En confiar en el alumno y en darle espacios", dice. Marcelo Cantillana, alumno de 4to medio, lo describe más allá de lo académico. "Nos enseña qué es la responsabilidad, el respeto y la honradez. Además de ser buen profesor, es una buena persona. Un amigo. Un ejemplo".

Beatriz saavedra (59), Región Metropolitana"Hay una deuda con la educación inicial"

El que su abuelo no supiera leer ni escribir la marcó para toda la vida, sobre todo porque ella se esforzaba en enseñarle, pero él no veía necesidad de aprender. A ello se sumó el gusto por cuidar a los más pequeños de la familia. "Durante la época de vacaciones en el campo, la gente iba a cosechar. Las mamás me dejaban a sus niños para no tenerlos bajo el sol. Ahí empecé a descubrir que me agrada mucho estar con ellos, me energiza", confiesa Beatriz, primera educadora de párvulos finalista del Global Teacher Prize.

Su sala no es como la de otros niveles educacionales. Es un área de juego, donde no hay rutina estable. "La metodología tiene que ser muy activa, que considere el juego, y que de alguna forma les dé oportunidades a todos, porque no todos aprenden igual". Por ello se enfoca en preparar a los niños para que puedan enfrentar una educación formal. Y se mantiene crítica al respecto.

"El país tiene una deuda con la educación inicial, porque si bien hace muchos años que se instaló, hay muchos sectores donde aún no llega. Hay muchas profesoras que también han hecho lo imposible por sacar adelante a los niños que les tocan. Nosotros atendemos máximo 35 por año, pero sabemos que hay otros 35 que no están siendo atendidos".

Mauricio González (58), Región de Tarapacá: "En Colchane tenemos todo por hacer"

Su primer acercamiento con la pedagogía lo tuvo en un lugar poco común: el servicio militar. Allí tenía compañeros que no habían terminado de estudiar y encontró en ellos un grupo al cual ayudar. Motivado por eso, dejó Santiago para estudiar pedagogía general básica en la U. de Tarapacá y convertirse en profesor rural.

La oportunidad de ir a Colchane, en pleno altiplano, llegó en el momento preciso. Con una hija de nueve meses y una esposa profesora, emprendió el viaje. Al comienzo no fue fácil ganarse a la comunidad. "Ellos querían profesores aymaras y eso nos dolía un poco, pero un día se nos acercaron dos vecinos que necesitaban 8° básico para sacar licencia de conducir y querían que les hiciéramos clases. Al final llegamos a tener 32 personas estudiando con nosotros", contó. De eso ya han pasado 28 años, y hoy sus ex alumnos agradecen su decisión. "El no era de Colchane, pero decidió quedarse", dijo Militza Castro, ex alumna.

Como se especializó en ciencias, Mauricio se ha dedicado a sorprender en sus clases con experimentos. Alvaro García, otro de sus ex alumnos, cuenta de un día que salieron a terreno, les enseñó a usar la brújula y diseñar coordenadas. "Él nos hacía ser protagonistas de las clases".

Marcela Henríquez (38), Región del Biobío: "La palabra vulnerabilidad no es excusa"

Pese a tener un montón de méritos académicos, que le permitirían trabajar en cualquier lugar, Marcela ha elegido como opción de vida ejercer su título de profesora de lenguaje en Quirihue, una pequeña comuna de la Región del Biobío. La misma zona que la vio crecer y que, según ella, le da sentido a sus estudios, "porque todo ha sido pensando en que mis alumnos tengan a la mejor profesora. Es lo que se merecen", agrega.

Para sus estudiantes, lo que la distingue de los demás docentes es la forma en que plantea las lecturas. "Ella nos hace leer textos clásicos importantes que nos permiten desarrollar el sentido crítico", dice Gustavo Vásquez, alumno de 4to medio. Su opinión la comparte su compañera Catalina Caro, quien define a Marcela como una profesora que enseña del corazón. "Nosotros, como alumnos, percibimos eso", dice.

Pese a su éxito, para Marcela no existe otra fórmula más que nunca dejar de intentarlo. Por eso, se ha propuesto que los apoderados vuelvan a confiar en la educación pública, e intenta "reivindicar" su profesión mostrándose como una profesora feliz y levantando la pedagogía como una válida opción de estudios y de vida.