Cuando los empleados de Pixar cumplen una década en la empresa, no reciben un reloj de oro ni una medalla: reciben una estatua de Buzz Lightyear. Y cuando cumplen dos décadas contratados, es una estatua de Woody, el vaquero. Los protagonistas de Toy Story, estrenada hace ya 20 años como el primer largometraje animado digitalmente, son el símbolo de la empresa. Desde el estreno de Toy Story, Pixar no sólo ha corrido la barrera de lo que se puede hacer con tecnología en la gran pantalla, sino en la complejidad de historias que se pueden contar en dibujos y colores, con personajes como Nemo, Rayo McQueen, los monstruos Sully y Mike, el ratón cocinero Remy o un robot llamado Wall-e, entre otros. El estudio de animación hoy suma 40 nominaciones al Oscar y más de $6 mil millones en ganancias alrededor del mundo.
Pero, hace 25 años, los jóvenes animadores que trabajaban en la compañía no pensaban que iban a convertirse en esta revolución animada del séptimo arte. "Yo quería trabajar en animación de dibujos, y en vez tomé este trabajo en una compañía que hacía computadores y cortometrajes", recuerda Pete Docter, quien comenzó como animador en 1992, y ganó el Oscar a mejor película animada por Up como director. "Pensé que estaría ahí dos o tres años y después otra cosa. Y aquí estoy, más de veinte años después".
Los inicios de Pixar parten en 1979, cuando Ed Catmull es reclutado por Lucasfilms, de George Lucas, para dirigir el área de computación, pensando en desarrollar tecnología para el cine. En 1983 se suma John Lasseter, quien hasta entonces era el único animador entrenado tradicionalmente. Al año siguiente, la compañía es comprada por Steve Jobs, y comienzan a trabajar en cortometrajes hechos con computadores, con la ambición de mostrar su tecnología; en 1986 nace oficialmente Pixar. En 1991 se suma Disney, para hacer y distribuir largometrajes animados en conjunto. Así comienza el trabajo en una historia sobre juguetes que cobran vida.
No fue un camino fácil. Los animadores de Pixar, Lasseter, Docter, Andrew Stanton y más, trataban de armar la historia de Woody y Buzz, un juguete viejo y uno nuevo que se pelean por el amor de un niño, al mismo tiempo que recibían correcciones de Disney. Se les había hecho difícil armar una historia de 75 minutos, y el personaje de Woody, el vaquero y mejor amigo del niño Andy, resultaba cada vez más odioso, tratando de cumplir con el jefe de Disney, Jeffrey Katzenberg, quien insistía en que quería una película más incisiva.
Al año de trabajo, los equipos de Pixar y Disney vieron la primera versión de la historia. Fue un desastre. "Me senté y estaba avergonzado de lo que aparecía en la pantalla", ha dicho Lasseter. "Era una historia llena de la gente más infeliz y pesada del mundo". Disney quiso cerrar la producción, pero Lasseter pidió dos semanas para mostrar otro avance. Y ahí nace la mística Pixar: Lasseter, Docter y más se encerraron, entusiastas, a contar la historia que querían, como ellos querían. Y desde entonces, han trabajado de esa forma todas sus películas. "Desde Toy Story en adelante, escribimos para nosotros mismos. Sabemos que los niños van a ver la historia, pero si no es algo que nos interese, es difícil ponerse a trabajar en eso por cinco años", cuenta el director en un hotel de Buenos Aires a La Tercera, mientras promociona su próximo estreno, Intensa-mente (ver recuadro).
"Yo creo que el punto de origen es que nunca las hemos visto como películas animadas para niños. Las vemos como películas, como historias", complementa Jonas Rivera, productor de Pixar, quien fue contratado en la compañía en 1994 y fue productor de Up y cumple el mismo rol en Intensa-mente. "Yo entré y sólo pensaba que quería que no me despidieran (se ríe). Me sentía estando en primera fila de la cosa más maravillosa. No sólo el nacimiento de un estudio, sino ver cómo se armaba el primer largometraje de animación digital. Sentía que así debe haber sido cuando partieron con Disney".
Toy Story terminó siendo la historia no sólo de juguetes que hablan, sino de la amistad, de compartir y, con dos secuelas - y una cuarta recién anunciada en Cannes-, en una saga multimillonaria que ha hecho llorar a niños y adultos con la añoranza de la infancia. Cuando se estrenó en 1995, fue la película más exitosa del año en Estados Unidos, y recibió tres nominaciones al Oscar, incluyendo mejor guión original.
Desde entonces, el grupo de creativos que trabajaron en ella se han convertido en los nombres más influyentes en la animación. Y Pixar, en sinónimo de creatividad. "Todo eso comienza con Ed Catmull y John Lasseter, quienes valoran la creatividad y el contrar historias, sobre todo lo demás. Ed pone cosas en marcha que no son buen negocio, como la universidad de Pixar, que enseña desde técnicas de improvisación hasta pintura. Eso no necesariamente se transfiere a las películas, pero de una manera orgánica, toda la fuerza de trabajo de Pixar -1.200 empleados- piensan que la creatividad es valorada. Que ese es nuestro negocio".