TRAS CINCO años terminó la negociación del TPP (Acuerdo Transpacífico de Libre Comercio), un acuerdo para promover la integración económica, liberalizar el comercio e inversión y promover el crecimiento y el desarrollo de un conjunto de países de la cuenca del Pacífico. En febrero de 2016 los Estados Parte firmaron el texto de los acuerdos, que deberán ser ratificados por los respectivos órganos legislativos nacionales para ponerlo definitivamente en marcha.
Por el solo hecho de involucrar a economías que representan cerca del 40% del PIB mundial, el TPP sería de gran importancia para Chile. Pero, más allá de eso, este es un acuerdo cualitativamente distinto, que define o moderniza reglas para tratar problemas surgidos más recientemente y que son de gran importancia para el desarrollo y la integración económica de los países. Así, junto a temas de coherencia regulatoria, solución de controversias, o apoyo a las Pymes, el TPP contempla regulaciones a la economía digital, a los derechos de propiedad intelectual, al mercado laboral, al cuidado ambiental, a la operación y competitividad de las empresas estatales, etc. En definitiva, el TPP acordado representa un gran esfuerzo de modernización y diseño de reglas coherentes con el desarrollo de economías de mercado en un nuevo contexto tecnológico, capaz de potenciar el desempeño de economías mejor integradas al mundo.
La ratificación del TPP provee una gran oportunidad para restablecer claridad y confianza en las reglas del juego económico en nuestro país. Chile, décadas atrás, se encaminó al mercado y a la integración económica con el mundo como estrategia para progresar. Luego de una primera etapa de rápida apertura unilateral, bajó el ritmo, para "negociar" su reducción adicional de aranceles a cambio de medidas recíprocas que mejoraran el contexto en que se desenvolvía, a través de acuerdos comerciales bilaterales. Hoy, cuando la estrategia económica del país no parece clara a sus agentes económicos, y la incertidumbre ha afectado la inversión y enervado el crecimiento, un esfuerzo transversal y entusiasta del Poder Legislativo para ratificar el TPP, liderado por el Ejecutivo, sería una contribución inmediata al mejoramiento de las expectativas en el país y un fortalecimiento relevante del potencial de crecimiento de nuestra economía. Suscribir el TPP es suscribir una iniciativa significativa para mejorar el ambiente económico global, y que fomenta, precisamente, los arreglos institucionales que favorecen la estrategia chilena.
No corresponde objetar la reserva observada en las negociaciones, algo propio de este tipo de acuerdos. Aún más fuera de lugar parecen las objeciones a la protección a la propiedad industrial e intelectual, que busca consagrar el TPP, especialmente si provienen de un país que aspira a fomentar la innovación, a competir y a crecer. Mientras se resuelve la incógnita presidencial en Estados Unidos, y reaparece el apoyo al TPP en ese país, y mientras China avanza a su propio ritmo en la integración con Asia Pacífico, Chile debe extremar ahora sus esfuerzos por hacer realidad esta iniciativa, comenzando por ratificar rápidamente lo negociado con éxito por el gobierno.