Abrir una conversación sobre las migración y las posibilidades de transformación. Esto propone la muestra Muros Blandos, que estará abierta en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) hasta el 21 de enero.

La exposición, curada por Daniela Berger, Lily Hall y Mette Kjærgaard Præst, reúne obras de artistas de diferentes puntos geográficos: Pia Arke, de Dinamarca-Groenlandia, el chileno Sebastián Calfuqueo, el venezolano Javier Téllez, el bosnio Vladimir Tomic y la israelí radicada en Londres Oreet Ashery, se presentan junto al trabajo de los colectivos Asco (Estados Unidos), Charco (Chile) y Mujeres Creando (Bolivia).

Al centro de la muestra, como una especie de receptáculo de ideas, está la obra de Ashery, quien absorbe gran cantidad de las reflexiones que plantea Muros Blandos. Su trabajo suele abordar problemas de minorías étnicas, políticas y de género, enfrentadas a las condiciones de la vida y del trabajo contemporáneos.

En colaboración con el museo, la artista invitó a Camille Calixte y Savio Metelix, obreros haitianos que se desempeñan en la construcción del depósito de obras del MSSA, a trabajar dentro de una estructura de pvc transparente. Ello, con el fin de replicar en una de sus paredes, y a su manera, la obra Paisaje para un héroe, del artista cubano Adigio Benítez, que integra la exhibición Utopía y Crisis de la colección MSSA.

En otra de las paredes la artista le preguntó a Calixte y a Metelix por sus sueños y qué pensaban sobre su origen. Ellos le contaron que ya no tenían sueños con Haití, que ya no soñaban por las noches con su lugar de origen, sino que soñaban con Chile: con poder traer a sus familias aquí. De esta manera, en una referencia quizás simbólica, pensaron en crear un bote.

Ambos van al museo cada sábado, por dos horas, y estarán participando de la obra hasta que las pinturas estén completas. A medida que su trabajo avanza, la estructura se vuelve más opaca; y ellos, menos visibles.

Dos muros que materializan aquello permeable, que dejan atravesarse infinitas veces. Muros blandos que invitan a reflexionar. "Este mismo muro blando opera en la obra física de la artista Oreet Ashery para visibilizar lo que nos rodea, algo que está, pero no vemos en realidad", plantea la curadora Daniela Berger. "Cuestiona, mostrando esa precariedad y mano de obra barata que está en la base de muchos fenómenos de migración", agrega.

A través de su obra, Ashery ha trabajado con colectivos de migrantes en el Reino Unido, donde vive. "Este es un problema global, pero creo que aquí se siente más fuerte porque es más reciente y, por lo tanto, hay menos estructura alrededor del tema", afirma la artista. Y agrega: "Para mí es doloroso, porque siempre necesitamos mano de obra barata y ahí está la base de los procesos de migración. Aquí está más pronunciado, pero es básicamente lo mismo, y los artistas en Chile tienen que ver cómo responden a eso".

La obra de Ashery en la muestra apunta a la condición de los migrantes haitianos trabajando en Santiago y en el museo. Y se plantea preguntas: ¿Qué significa ver a alguien trabajar en el museo? ¿Cómo evaluamos esta performance de pintura en relación a las pinturas de la colección? ¿Son estas nuevas pinturas consideradas arte o trabajo manual, como el que llevan a cabo Calixte y Metelix en el depósito del museo?

"Esta obra cuestiona también la producción del arte, porque uno se pregunta cuándo parte y termina la obra, cuya base colaborativa y a la vez confrontacional es esencial, y por eso la hemos puesto en el centro discursivo y visible de la sala. Es la que abre muchas de las preguntas que la exposición aborda", dice Berger.

Esta curadora cuestiona también el sistema con el que opera la mano de obra, donde la persona es rápidamente reemplazada si no llega a su puesto de trabajo. Aquí, Calixte y Metelix no son reemplazables: si un día no van, se acaba el proyecto. "Cuando se les planteó el proyecto, sólo agradecieron, ya que en Chile nunca se les había tratado así, porque aquí hay racismo y ellos lo han sentido. Luego dijeron: ustedes son blancas y nosotros somos negros, pero la sangre que tenemos en el cuerpo es del mismo color y eso nos hace iguales", cuenta Oreet.

La muestra es el resultado de más de un año de trabajo. "Ha sido un proceso de muchas preguntas, de cuestionarnos qué mostrar, cuáles son los límites, las fronteras, los discursos, nuestras perspectivas; qué es centro, qué es periferia, cómo hacemos seguimiento. Por lo mismo, los programas de vinculación con los públicos son fundamentales", afirman las curadoras. "Como dijo Umberto Eco, la migración es un proceso humano que ha estado siempre y no es controlable y, por lo mismo, es indivisible del ser humano. Quisimos que la exposición fuera constructiva y aportara a esta discusión", concluyen.