A primera hora de ayer, a algunos diputados gremialistas les llamó la atención de que ni Ernesto Silva ni Javier Macaya habían avisado que se ausentarían del trabajo legislativo de la Cámara.

Más tarde, mientras se desarrollaba el almuerzo de bancada, varios de ellos recibieron una inquietante invitación: regresar a Santiago de manera urgente para acompañar al presidente de la UDI, quien, tras varios meses de cuestionamientos, había notificado a sus cercanos que su situación era insostenible, y que anunciaría su renuncia durante la tarde.

En el día número 305 de su mandato, Silva escogió un tono alto en su voz, para leer la última de sus declaraciones al mando de la UDI. "He tomado una decisión muy difícil. Junto con convocar a un consejo general, presento mi renuncia a la directiva de la UDI", dijo, sorprendiendo incluso a integrantes de la directiva como Francisco de la Maza, quien en ese minuto se enteraban por la prensa.

Silva fundamentó su salida en la pérdida de unidad que, a su juicio, había sido rota por las declaraciones de algunos dirigentes vertidas en los días previos. Quienes conocen la trastienda de su decisión, explican que las sucesivas críticas del senador Víctor Pérez y algunos alcaldes, sumado a las diferencias de postura con el vicepresidente de De la Maza, y al mal ambiente que se estaba generando para el consejo directivo ampliado convocado por él mismo para el viernes 20, estaban plasmados en ese párrafo.

"En los últimos días, declaraciones de dirigentes de nuestro partido han cuestionado y afectado nuestra unidad", fueron las palabras que utilizó Silva para -según algunos parlamentarios- traspasarle costos a sus detractores en su salida.

EL FACTOR NOVOA

El ahora ex presidente gremialista anunció que el secretario general, amigo personal suyo, Javier Macaya, asumiría como interino. Lo habían conversado harto. Porque desde que estalló el caso Penta, Silva había remarcado en su entorno que si no había una mayoría nítida avalando su estrategia para manejar la crisis, él daría un paso al costado. Sin embargo, parlamentarios que incluso forman parte de su círculo cercano, admiten que su lealtad al senador Jovino Novoa, profundizó un conflicto que terminó por colapsar su permanencia en la directiva.

Públicamente recibió cuestionamientos por no haber separado desde un inicio el caso Penta, de las medidas adoptadas frente a los investigados. Según retratan, en enero era generalizada la opinión de congelar las militancias a 10 militantes "tocados" por la investigación. Postura que incluso Silva habría estado dispuesto de promover. Sin embargo, el ex senador Novoa habría revertido la operación, con lo que varios vislumbraron allí, una fecha de vencimiento a su liderazgo.

Del mismo modo, las varias maneras cómo Silva estaba aludido en la carpeta de investigación del caso, hacían latente la fragilidad con la que sobrellevaba el día a día al frente del partido. Esto, abultado por la presión de RN y las varias veces en que Iván Moreira amenazaba con renunciar a la directiva -que según cálculos arrastraría la salida del propio Silva- hicieron que los días previos fueran de mucha angustia para el diputado por Las Condes. Eso, sin descartar que pese a los catastros internos, algunos vislumbraron que en cualquier momento aparecería una ligazón directa del diputado con el caso.

Con todo, ayer Moreira concretó también su salida.

Para varios, la precipitación de las renuncias podría haberse contenido hasta el día del consejo, con el solo hecho de que Silva hubiera congelado las militancias de los afectados por el caso. Sin embargo -dicen-, el propio Silva habría optado por renunciar antes de ser derrocado.