Pareciera ser el cuento de nunca acabar, una historia plagada de obstáculos insospechados y de promesas incumplidas. De hecho, una semana después de que se lograra un cese el fuego en la nueva guerra de 50 días en la Franja de Gaza, la cual dejó unos 2.000 muertos, el conflicto palestino-israelí parece volver a su "curso normal", sin grandes esperanzas y apuestas por lograr una solución final a un enfrentamiento que comenzó a producirse a comienzos del siglo XX y que tomó un nuevo cariz con la fundación del Estado de Israel en 1948.
Así, la creación de un Estado palestino no se vislumbra. El grupo Hamas sigue controlando una asediada Franja de Gaza, el Presidente palestino Mahmoud Abbas, que sólo gobierna en algunas zonas de Cisjordania, busca una jugada que desbloquee el actual statu quo y el Ejecutivo israelí de Benjamín Netanyahu, que necesita equilibrio político para mantener en pie la coalición de gobierno (integrada por nacionalistas radicales), ha anunciado una polémica expropiación de 400 hectáreas de tierras palestinas.
De esta forma, mientras aún se discuten los montos necesarios para la reconstrucción de Gaza, Abbas presentó un cronograma para un plan de paz según el cual habría diálogos por nueve meses y el compromiso de concluir la ocupación israelí en tres años. Eso, según revelaciones del diario jordano Al Ghad, que no fueron desmentidas por la Autoridad Palestina.
Abbas busca así mantener la iniciativa en la conducción del pueblo palestino en el mismo momento en que ha crecido la popularidad de Hamas. Según un sondeo dado a conocer esta semana, el dirigente de la organización islámica Ismail Haniye derrotaría fácilmente a Abbas en unos comicios presidenciales (61% contra 32%).
Se trata de lanzar negociaciones rápidas de tres meses para la definición de los límites de Palestina, y en ese lapso, Israel debería congelar la colonización y liberar decenas de detenidos. Los seis meses posteriores se dedicarían a temas más espinosos del conflicto, como el estatus de Jerusalén Este, el futuro de miles de colonos judíos, la cuestión de los refugiados y la seguridad, en particular en el estratégico valle del Jordán.
Son precisamente estos aspectos los que han entrampado el proceso de paz iniciado en 1993, en Oslo. Tras la Guerra del Golfo de 1991 y la Conferencia de Paz de Madrid, los palestinos dieron un giro y se dispusieron a negociar con Israel. Para eso, la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y su líder, Yasser Arafat, reconocieron la existencia del Estado de Israel y concedieron que el futuro Estado palestino estuviese en los territorios palestinos ocupados tras la Guerra de los Seis Días de 1967.
Se avanzó en la autonomía de los territorios de Gaza y Cisjordania. Pero una concatenación de hechos impidió alcanzar el acuerdo final. Como los atentados suicidas contra objetivos israelíes, el asesinato del primer ministro israelí, Isaac Rabin, en 1995, y el fracaso estrepitoso de las conversaciones de Camp David en 2000. Estalló la Segunda Intifada y llegó al poder de Israel Ariel Sharon. En medio de un duro cerco militar a su Muqata, Arafat enfermó gravemente y falleció en noviembre de 2004. En 2002 comenzó la construcción del muro y valla de Cisjordania.
En 2005, Sharon ordenó el retiro unilateral de Israel de la Franja de Gaza, pero pocos meses después el primer ministro cayó en coma (murió en enero pasado). En estos años, además, se han llevado periódicas ofensivas en la Franja de Gaza, Estados Unidos ha fracasado en la mesa de negociaciones y pese al reconocimiento de Naciones Unidas, el Estado de Palestina sigue siendo una promesa incumplida.