Si bien el gobierno de EEUU anunció esta semana que algunos de los estrictos controles serán levantados en un futuro cercano no precisado, las medidas de seguridad en los aeropuertos crecieron dramáticamente tras los atentados del 11 de setiembre del 2001, cometidos con aviones comerciales secuestrados y usados como misiles.
Atravesar los puestos de control en las estaciones aéreas de Estados Unidos antes de los ataques contra el Pentágono y las torres gemelas de Nueva York era una tarea bastante sencilla. En efecto, no costó demasiado a los secuestradores enviados por Al Qaeda, considerado responsable de los ataques de hace una década.
En aquellos años, los empleados de los controles eran entrenados y mal pagados por empresas contratistas que ganaban las licitaciones presentando los presupuestos más bajos. Estaba en aquel tiempo permitido subir al avión con elementos como cortaplumas y botellas de contenido desconocido.
Ahora, los controles están en manos de la Transportation Security Administration (TSA), una agencia creada en el 2002 en el marco del ministerio de Seguridad Interior. Actualmente cuenta con un presupuesto anual de más de ocho mil millones de dólares, alrededor del 15% de todos los fondos del ministerio.
Bajo la batuta del TSA, los aeropuertos estadounidenses comenzaron a imponer medidas que siguen acompañando a los pasajeros, desde quitarse los zapatos en las revisiones de equipaje de mano a la instalación de escáners corporales.
Recientemente, la TSA provocó la ira de muchos pasajeros y una oleada de críticas en los medios cuando ordenó revisiones a viajeros a manos de agentes entrenados. No faltaron quienes se quejaron de una "invasión de la privacidad" hasta con tonos de "agresión sexual".
Pero una reciente encuesta encargada por la cadena televisiva CNN mostró que un 71% de los pasajeros consideró que tanto los escáners como las revisioness "valen la pena" si se trata de evitar nuevos atentados aéreos.
Quienes viajan a menudo en las aerolíneas estadounidenses saben que el territorio que rodea la cabina de los pilotos está prácticamente sellada. Las puertas se hacen inaccesibles una vez en vuelo y muchos pilotos están armados.
También creció el número de "comisarios" que vuelan, también armados, a bordo de los aviones que recorren los trayectos considerados más riesgosos por las autoridades de Washington.
Esta semana, la ministro de Seguridad Interior, Janet Napolitano, adelantó que la TSA está analizando la posibilidad de eliminar la exigencia de quitarse los zapatos al atravesar los controles de seguridad. "Nos estamos moviendo hacia un sistema de inteligencia y de evaluación de riesgos" en los controles de seguridad de los aeropuertos, dijo Napolitano. "Creo que una de las cosas que se verán con el tiempo -continuó- será la posibilidad de quedarse con los zapatos puestos", pero en cambio, "unas de las últimas cosas que se verán será una reducción o limitación en líquidos" que se puedan llevar a bordo del avión, indicó.
"La solución para estos, sino para todos estos inconvenientes, es una tecnología cada vez mejor y mejor", dijo.
Desde mediados del 2006 existe la prohibición de subir al avión con envases conteniendo más de 100 mililitros de líquido en el equipaje de mano. La TSA explicó en aquel momento que la restricción se basó en una serie de investigaciones sobre la composición de explosivos a partir de ciertos líquidos o sustancias en gel.
"Los expertos que siguen afirmando que la seguridad en los aeropuertos es todavía porosa y que se trata solamente de 'teatro' deben estar sufriendo de amnesia", dijo esta semana un editorial del diario USA Today. La TSA, afirmó el diario, "hizo avanzar la seguridad un largo camino en los últimos diez años".
"Y si bien la agencia cometió algunos errores y tuvo algunos fracasos, no hay duda de que volar es hoy mucho más seguro que en el 2001", completó.