A Donald Trump no le agrada que las compañías estadounidenses produzcan sus artículos fuera del país, ya que eso significa que se dejan de crear puestos de trabajo locales. Así quedó de manifiesto durante su campaña presidencial, cuando criticó duramente a Ford por ensamblar sus vehículos en México. Esta semana, los ataques se extendieron a General Motors, el mayor fabricante de automóviles de Estados Unidos y el tercero a nivel mundial, empresa a la que acusó de enviar modelos de Chevrolet Cruze desde el sur del Río Grande. "Fabriquen en EE.UU. o paguen un gran impuesto fronterizo", aseguró el presidente electo a través de Twitter.

Si bien el rubro automotor ha sido el foco de los ataques del sucesor de Barack Obama, ciertamente no es el único sector que produce sus bienes en otras partes del mundo y luego los importa para venderlos en el mercado local.

Es sabido que las mayores plantas de producción de chips, celulares y computadores se ubican en Asia, dadas las cadenas integradas de suministro y el menor costo de la mano de obra.

En términos de valor, China es la fuente de un 75% de los celulares importados a Estados Unidos y un 93% de las tablets y computadores, de acuerdo a Capital Economics.

A pesar de esto, Trump prometió en enero del año pasado que "vamos a lograr que Apple comience a construir sus malditos computadores y cosas en este país en vez de en otros países".

A renglón seguido, el futuro mandatario agregó que "tenemos que traer de vuelta los empleos desde China, tenemos que traer de vuelta los empleos desde Japón y todos estos países que nos están estafando".

La mayoría de los expertos cree que elaborar un iPhone en Estados Unidos es económicamente inviable, porque este mercado no cuenta con las cadenas de suministro ni la infraestructura necesarias para dicho propósito, elementos que sí están presentes en algunas zonas de China.

Jason Dedrick, profesor de la Universidad de Siracusa, estimó que confeccionar un iPhone en Estados Unidos implicaría un cargo adicional de entre US$ 30 y US$ 40, debido principalmente a los costos laborales y al gasto vinculado al despacho de los componentes a dicho país.

Algo similar ocurriría con las grandes cadenas de retail, como Walmart y Target, y las firmas de vestuario, como Nike, que venden productos confeccionados a un menor costo en Asia o América Latina.

Datos de la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos muestran que China lideró la lista de las importaciones de bienes en 2015 con US$ 484 mil millones, seguido de México, cuyos envíos al norte totalizaron US$ 303 mil millones. En el cuarto lugar aparece Japón, con US$ 134 mil millones.

Aranceles

Si las empresas no están dispuestas a trasladar sus plantas a Estados Unidos, Trump ha amenazado con imponer un arancel de 35% para los productos provenientes de México y de 45% para los fabricados en China.

Según la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos, la tasa promedio que se le cobra actualmente a los artículos mexicanos es de 0,1%, mientras que el gravamen sobre las mercancías chinas es de 3%.

Esta no sería la primera vez que un presidente estadounidense aplica aranceles a bienes importados. En la década de los '80, Ronald Reagan estableció cuotas y gravámenes a los productos manufacturados en Japón.

En 1983, la administración republicana adoptó un impuesto de 45% sobre los vehículos japoneses y, cuatro años más tarde, fijó un arancel de 100% sobre computadores, televisores y herramientas eléctricas hechas en la isla asiática.

Frente a esto, las compañías japonesas elevaron los precios y luego trasladaron sus fábricas a otros lugares en Asia para reducir costos.

Francis Cheung, jefe de estrategia para China y Hong Kong de CLSA, aseguró a la revista Fortune que las firmas chinas reaccionarían de la misma manera.

A pesar de estas medidas de presión, es poco probable que las políticas impulsadas por Trump traigan de vuelta los empleos de manufactura que ya se perdieron. ¿La razón? El salario mínimo en Estados Unidos es ocho veces más alto que el de China, acotó Cheung.