"Todo esto te acerca más a Dios. Yo un día pasé a Iglesia. Me siento y el cura, justo, coincidencia o no, dice: 'Amados hermanos para algunos de nosotros hoy se acerca el Reino de los Cielos'. Y dije: yo me muero hue... Me fui a despedir de mi familia, porque yo me moría. Me fui con una sonrisa para que no notaran que yo sabía lo que vendría".
Héctor Peña y Lillo se le detectó una fibrosis pulmonar, en el 2001. Esta enfermedad hizo que su sistema inmunológico rechazara uno de sus pulmones. A los tres meses de declarado el mal se volvió oxígeno dependiente.
Su mujer lo instó a someterse a un trasplante; él no quería. "Era caro, y pensaba que tendría que vender la casa. Pero mi señora me dijo, 'para qué voy a querer esta casa si no te voy a tener". Tomó sus cosas y partió a la clínica.
Quedó la lista de espera, lo llamaron en noviembre de 2005 para decirle que tenía que internarse. "Se me viene un golpe de adrenalina tremendo. Tú haces gárgara con el trasplante, pero que te llamen es otra cosa, porque ahí es: pasai o no pasai (sic). Así de simple".
"Puñal" -su nombre de piloto en la Fach- tuvo un post operatorio de 36 horas. "Aquí estoy, el mensaje era para otro", dijo este padre de tres hijos. La menor tiene 9 años.
"Los humanos vivimos preocupados de la 'chimuchina', de puras tonteras, de que me duele el dedo, de cómo me voy a ir a la casa. Ahora te preocupas de lo importante, de amar, de querer. Y esto me lo dio un donante, que tiene el nombre de uno de mis hijos y el apellido de mi esposa. Mira las coincidencias de la vida, la Gracia de Dios", señala.
En la actualidad existe un déficit de donantes de órganos. Las cifras de la Corporación de Trasplantes revelan un panorama poco auspicioso: a la fecha se reporta un total de 67 donantes. El año pasado, en igual período, se contabilizaron 80, "y eso que fue malo", indicó a La Tercera el director médico (s) de la Corporación del Trasplante, Diego Buchuk.
"Uno tiene dudas, miedo, que muchas veces son las causas de la negativa familiar: que si llego con vida no me van a salvar, que me van a sacar todos los órganos, que me van a entregar en una cajita, que quizás trasplantan a los más ricos y no a los más pobres. Son mitos", afirmó el facultativo.
"ERA LA ÚNICA OPCION"
Una situación similar a la de Héctor vivió Isabel Sáinz (29). A los siete días de nacer se le diagnosticó una atresia de vías biliares (una obstrucción progresiva de la vía intra y extra hepática que puede derivar en una cirrosis hepática o ser fatal en un corto periodo). La enfermedad es congénita, es decir, cualquiera la puede padecer.
A los dos meses de vida debieron operarla, en el hospital Luis Calvo Mackenna. Todo resultó bien y vivió sin problemas tras la operación, hasta los 9 años, cuando "resucitó" su mal. "Empecé a tener problemas mayores, donde se me informó que la única opción era trasplantarme de hígado".
Los tratamientos propios de su enfermedad hicieron que perdiera un año académico. Se pensó en tratarla en Bélgica, Australia o Estados Unidos. Cuando se aprestaba a viajar al primer destino se acercaron sus médicos, que también trabajan en la Clínica Las Condes, para ofrecerle que se operara en el país. Se quedó.
"El trasplante me cambió la vida en un 100%. El hígado cumple con muchas funciones, a mí me cambió hasta el color del pelo. Uno comienza a proyectarse, yo no tenía mucha expectativa de vida".
Isabel Sáinz, hoy con un avanzado embarazo, esperó nueve meses para intervenirse. Hoy aguarda la llegada de Francisca Ignacia.
No es la única paciente que salió bien de un trasplante. Agustín R.C. tiene 10 años. Fue trasplantado de hígado cuando cursaba kínder. Tenía la enfermedad de Isabel. Nació con ella. "Me ponía amarillo", recuerda el segundo de cuatro hermanos.
"Estuvo hasta los seis años con el hígado malo. Ahí empezó la maratón: se inscribió en la lista, quedó en el lugar 200, eso significa una espera de unos dos años. Entonces, mi marido donó un segmento de su hígado, que era la única posibilidad", señaló su madre Paula Contardo. Las esperanzas de la familia afloraban. Sin embargo, el órgano no funcionó.
Así, Agustín se convirtió en la primera opción nacional. Estuvo en extrema gravedad 14 días. "Cuando nos avisaron del donante fue la mejor noticia de mi vida. Ahora puede seguir siendo hijo mío".
La mujer llama a donar. "Tienen que saber que el proceso es transparente, que se necesita, el cuerpo cuando se muere no sirve de nada. Es difícil la decisión, pero es una decisión con mucha generosidad".
Este llamado espera la familia del pequeño Joaquín sea oído por los potenciales familiares de un donante. El menor depende de un trasplante de corazón para seguir con vida. Está internado por una miocardiopatía dilatada en la clínica Dávila, a la espera de que algún corazón que le permita seguir con vida. Según dijo hoy su madre, "está estable, pero con una gravedad importante al tener su corazón muy dilatado".
Su caso surgió, ayer, en el Día Nacional de Donante -establecido en 1996– jornada en la que las cifras negras de trasplantes resurgen con fuerza. "La lista de espera del año 97 a estos días se ha multiplicado. Si antes teníamos mil personas, hoy tenemos 2.000. Cada vez estamos trasplantando menos pacientes de los que lo necesitan. Estamos tocando fondo", advierte el jefe de Programa de Trasplantes de Clínica Las Condes, Erwin Buckel.
Los órganos más demandados son el riñón y el hígado. Sin embargo, la situación más complicada es la que debe enfrentar quien necesita este último, pues quienes requieren de un riñón pueden, por lo menos por un buen tiempo, esperar el órgano con diálisis.
"El llamado es a conversar sobre el ser donante. No sacamos nada con decir yo quiero ser donante y quedarse callado, hay que comunicarlo a la familia", manifestó el director médico (s) de la Corporación del Trasplante.