Apenas diez minutos después de la conclusión del partido en Ñuñoa, varias decenas de personas se congregaban ya en las inmediaciones de Plaza Italia, tradicional punto de reunión para el festejo de los éxitos deportivos en la capital. Eran las siete de la tarde y las banderas del equipo campeón ondeaban en lo alto del monumento erigido en honor del militar Manuel Baquedano.
Las fuerzas de seguridad que trataban de custodiar el acceso de los hinchas a esa zona, desistieron media hora más tarde, cuando la marea azul, nutrida de seguidores procedentes del Estadio Nacional y convertida por momentos en un auténtico tsunami humano, terminó por inundar la plaza. A los vehículos les costaba abrirse paso entre la maraña de aficionados, que crecía a cada minuto y que terminó por colapsar el tránsito en todo el perímetro.
Más de una hora llevaban los hinchas más madrugadores entonando los gritos de guerra del conjunto laico, cuando un gran bombo hizo su aparición desatando la locura. Aumentaron los decibelios y se intensificaron los cánticos. El repertorio, como en cada cita de la U, fue casi ilimitado. Mujeres, hombres, niños, incluso familias enteras, continuaban llegando para festejar con su otra familia -la deportiva- el ansiado cetro nacional logrado en el ya histórico minuto 88 mientras helicópteros de carabineros sobrevolaban un cielo que, a esas horas, parecía más azul que nunca.
Hacia las nueve hicieron acto de presencia las primeras bengalas, tímidamente, mientras el público congregado jaleaba cada estruendo, cada chispazo de pirotecnia que sacudía la plaza, como si de la repetición del penal convertido por Gustavo Canales se tratase. El delirio se había instalado definitivamente.
"Pucha, qué linda es la U, concha tu madre", exclamaba un joven nada más ingresar a la plaza, arrodillado frente a la marea de hinchas, con los ojos cubiertos de lágrimas.
La pasión por el león no tardó en extenderse a las calles adyacentes y los cánticos se intensificaron. Cánticos de todo tipo. Desde los clásicos himnos populares de la hinchada azul hasta los inevitables recados a sus enemigos, los indios de un Colo Colo que con su naufragio en Valparaíso había terminado por adelantar la fiesta.
Los seguidores del flamante campeón del Apertura 2014 no querían que la fiesta terminase. Eran más de las diez y tras tres largas horas de festejo que transcurrieron sin incidentes, miles de hinchas chunchos permanecían todavía en la plaza disfrutando de un triunfo que se les había resistido durante los últimos dos años.
El festejo se vio enturbiado un poco en el final. Cuando los Carabineros procedieron a desalojar la plaza. Ingresaron los carros lanza-agua y se produjeron algunas cargas. Todos los accesos a Metro Baquedano quedaron sellados mientras los dueños de los comercios colindantes aguardaban atrincherados en sus negocios a que terminase la "tormenta". Algo que sucedió alrededor de las 22.30. El parte policial no destaca incidentes que lamentar, fue una celebración pacífica. Atrás quedaban más de tres horas de euforia colectiva y en el cielo una nueva estrella, la decimoséptima de la U. El romántico viajero no caminó solo en la fiesta por el título.