"¡Juuustin Gatlin!", decía el locutor del Estadio Olímpico de Londres. Inmediatamente, un monumental abucheo del público británico bajaba hacia la pista. El estadounidense no es querido por el público ni tampoco por sus colegas. Su pasado, manchado por el dopaje, sigue siendo una condena para él.
Ayer todas las miradas estaban puestas en Usain Bolt, el más grande de todos los tiempos, quien correría por última vez los 100 metros. Pocos apostaban a que el jamaicano no ganaría. Mucho menos que sería tercero. Pero ocurrió lo impensado y Gatlin se transformó en el villano de la noche al ganar la prueba en 9"92.
Los abucheos se multiplican, mientras el norteamericano se lleva el dedo índice a la boca para hacer callar a la multitud. Bolt lo va a felicitar y el vencedor se arrodilla para venerar al ídolo. Luego, Christian Coleman, segundo en la prueba, se acerca a abrazarlo. Tras eso, se lanza al suelo y llora de emoción, todavía sin creer su impecable actuación.
"Es todo tan irreal. Usain ha conseguido tanto en nuestro deporte que ha inspirado a otros como (Christian) Coleman para competir. Me dijo: 'Felicidades, has trabajado duro para esto y no mereces todos esos abucheos'", recordaría Gatlin, minutos más tarde, a los medios acreditados para la cita.
A pesar del triunfo del atleta de 35 años, todos los aplausos y miradas se fueron con Bolt. A nadie le interesaba festejar el triunfo de un deportista tan marcado por el dopaje, como Gatlin. Su historia de irregularidades comenzó en 2001, cuando arrojó positivo por anfetaminas en el campeonato juvenil de Estados Unidos. Adujo el consumo de un medicamento para controlar la hiperactividad. La IAAF le rebajó la sanción de dos a un año. Luego de ese episodio, fue campeón olímpico de 100 metros en Atenas 2004 y oro en el Mundial de Helsinki 2005 en 100 y 200 metros.
Pero esa redención quedaría en nada al año siguiente. Otra vez fue sancionado. Esta vez por ocho años, luego de arrojar positivo por testosterona. Sin embargo, recurrió al Tribunal de Arbitraje de Estados Unidos, que redujo su sanción a cuatro. Mientras cumplía la sanción se dedicó al fútbol americano. Entrenó con los Houston Texans de la NFL y fue rookie en los Tampa Bay Bucaneers.
El impulso, eso sí, no le alcanzó para cambiarse de disciplina. Así continuó en el atletismo, donde varias veces superó a Bolt en las rondas preliminares. No obstante, estos resultados nunca se vieron reflejados en las finales, ya que fue plata en 100 metros en los Mundiales de Moscú 2013 y Pekín 2015 y en los Juegos de Londres 2012 y Río 2016. Sólo ayer esta historia cambió. Y justo en el adiós del Gran Usain, como él le llama.
Confeso practicante del cristianismo, Gatlin luce 13 tatuajes. Uno de ellos dice "Dios-velocidad" y en el otro aparece un tigre rugiendo y un trébol de cuatro hojas.
Tampoco le importa que la gente lo pifie en todos los estadios. "Los ignoré (los abucheos) durante las rondas clasificatorias y seguí por ese camino. Hice lo que tenía que hacer", expresó en zona mixta, para luego zanjar la discusión: "La gente que me ama está aquí animándome y animando en sus casas".