Cuando Pedro Pablo Hernández habla, lo hace con una timidez llamativa. Pareciera que le cuesta sacar la voz, incluso cuando se molesta. Lo volvió a demostrar ayer en Moscú, al atender a los medios nacionales y extranjeros un día después del empate 1-1 con Alemania por la Copa Confederaciones, en Kazán.
Quienes comparten con el volante del Celta de Vigo al interior del camarín reconocen que ese estilo un tanto taciturno no varía mucho. No es que se margine del resto, pero tampoco es el primero en hacer un chiste. Su apuesta es otra: trabajar para Pizzi.
Es por eso que para Macanudo, Hernández es prácticamente el primer cambio. O el otro número 11 de la Roja, compartiendo ese lugar con José Pedro Fuenzalida, jugador por quien entró en el cambio de esquema que dispuso el DT para enfrentar a los germanos. Hernández hizo el jueves, quizás, su mejor partido en este proceso y, pese a eso, igual se le preguntó por las continuas críticas que recibe por su rendimiento en la selección nacional. "No necesito tapar bocas, ni demostrarle nada a nadie. Sólo a mi club y a mi seleccionador. Las críticas no me afectan para nada, de hecho me hacen ser mejor", expresó el mediocampista.
La relación del Tucu con Chile proviene de su abuela, Adriana Vidal, chilena también. Se debe hacer la aclaración, porque Hernández nació en Argentina, creció y se formó como futbolista en el país vecino. Desde niño, sin embargo, siempre tuvo interés por lo que sucedía en la nación de madre y abuela. De hecho, ésa fue una de las razones por las que firmó por O'Higgins en 2013. Y ese también es el gran motivo por el que el jugador soñaba con vestir la camiseta de la Roja.
"Fue una promesa que le hice a mi abuela. Lástima que no esté para verlo", comentó ayer Hernández, ante la pregunta por su marcado interés por entonar el himno nacional. "Es por el respeto al país, prometí a mi abuela jugar por la selección y de esa forma se devuelve el agradecimiento y respeto que el país se merece", expuso el jugador del Celta.
Ayer, junto al resto de los titulares frente a Alemania, Hernández se quedó en el hotel donde se hospeda el combinado nacional. Ahora Pizzi debe decidir si vuelve al esquema tradicional (4-3-3) o mantiene el esquema con el Tucu como titular. El entrenador quedó muy conforme con el nivel expresado por uno de sus jugadores favoritos. Uno que habla poco y que cuando lo hace frente a un micrófono parece sufrir, pero al interior de la selección chilena ya se ganó un espacio importante.
Y está feliz. Como el resto de Chile. Por eso el grupo salió ayer a cenar. Por primera vez. Todos juntos. Del bus al restaurant. Una de las viejas cábalas del bicampeón. La alegría y las bromas presidieron el evento. Posiblemente ninguna partió de Hernández, callado y discreto incluso en su día de gloria. O casi.