Es un pequeño clásico en el Teatro Municipal. Estrenada en el 2003 por el director de escena argentino Roberto Oswald y su vestuarista Aníbal Lápiz, Turandot fue repetida con algunas modificaciones en el 2009 y ahora retorna, más bien, como un particular tributo a Oswald, quien falleció en julio del 2013.

El regreso de Turandot al Teatro Municipal se produce cuando se conmemoran los 90 años de la muerte de su compositor, Giacomo Puccini, quien la creó hace las mismas nueve décadas y dejó inconcluso el tercer acto. Con el tiempo, el compositor Franco Alfano concluyó la ópera basándose en las 36 páginas de anotaciones dejadas por Puccini, que cayó fulminado por un cáncer de garganta a los 65 años. Musicalmente mucho más sofisticada que sus obras anteriores y con algunas de las arias más populares salidas de su pluma, Turandot se basa en la obra teatral de Carlo Gozzi de 1762.

La producción se presenta desde este viernes 12 en el Teatro Municipal, en las voces principales de la soprano portuguesa Elisabete Matos como la princesa Turandot, el tenor lituano Kristian Benedikt en el rol de Calaf, y la soprano chilena Paulina González en el papel de la esclava Liù. Es una puesta en escena majestuosa y colorida, donde el estilo tradicionalista de Oswald busca reproducir con realismo el esplendor de la China milenaria e imperial.

La trama se sitúa en una época indeterminada, entre los años 200 y 600, en la que chinos y persas se repartían el Lejano Oriente. Una princesa china de gran belleza e impenetrable corazón, a la que llaman Turandot, acaba de mandar a ejecutar al príncipe de Persia, quien pretendía ser su esposo. A cada nuevo pretendiente, Turandot le plantea el obstáculo de la resolución de tres enigmas: si los resuelven, se quedarán con su mano; si no, van a la decapitación.

"Es un personaje bastante difícil. No es, dramáticamente, como otras heroínas puccinianas, capaces de mostrar su amor desde el principio, de entregarse y morir por su ideal romántico", explica la cantante portuguesa Elisabete Matos. "No es Mimí de La bohème ni Tosca, ni menos Cio-Cio San de Madama Butterfly. Es una mujer fría, o que al menos irradia una frialdad durante gran parte de la ópera. Es una princesa de hielo y en la voz debe manifestarse esa lejanía. Se necesita un volumen grande de voz, especial, que en términos musicales se llama lírico spinto o lírico dramático", agrega.

Uno de los momentos más difíciles en la obra es el quiebre dramático que hacia el final sufre el personaje de Turandot, conquistado por el amor del príncipe Calaf. "A nivel de actuación es bastante exigente para mi rol, que en los últimos minutos debe dejar de ser distante y aceptar que está enamorada de Calaf", dice Matos. La soprano portuguesa es una de las intérpretes destacadas de Puccini en Europa y una de sus recordadas presentaciones de Turandot fue en el 2009, en el Palau de Valencia. "Tuve la suerte de ser dirigida por el maestro Lorin Maazel. El murió sólo hace unos meses y este es como mi tributo", agrega.

Considerada una de las cuatro óperas más populares de Puccini, junto a La bohème, Tosca y Madama Butterfly, Turandot quedó inconclusa cuando el compositor ya estaba cerca de su final. Sus últimas páginas datan de octubre, pero el 29 de noviembre Puccini sucumbía en Bruselas, donde era tratado. Antes de morir se contactó con el director de orquesta Arturo Toscanini, a quien dijo: "No dejes que Turandot muera".

El conductor parmesano se mantuvo fiel a los deseos del compositor y en 1926 estrenó la composición en La Scala de Milán. En cualquier caso, lo hizo a su manera. En primer lugar, se negó a interpretar el himno fascista Giovinezza, obligatorio en cualquier acto público durante el régimen de Benito Mussolini. Luego, hacia el final, tras dirigir el coro Liù!...Bontà!, dejó la batuta y se dirigió hacia el público: "Aquí concluye la ópera, porque en este punto murió el maestro". El final, creado por Franco Alfano y que hasta hoy se toca, se escuchó sólo en la siguiente presentación.

En realidad, la música de Alfano, que muchos consideran inferior al material de Puccini, importa poco. Uno de los últimos compases creados por el compositor fue el aria Nessun dorma y he ahí quizás el mejor final que pudo dejar. Interpretada por décadas por cantantes como Beniamino Gigli, Mario del Monaco y Franco Corelli, el aria de Calaf fue el mejor caballo de batalla de Luciano Pavarotti. También se transformó en una suerte de hit clásico, cuando la BBC la utilizó como música de fondo de su cobertura del Mundial de Italia 90.

Así como Nessun dorma ("Nadie duerma") nació en los días finales de vida de Puccini, también acompañó a Pavarotti hasta la muerte: fue lo último que el tenor cantó, en febrero del 2006, en la apertura de los Juegos Olímpicos de Turín.