La noche del viernes 15 de julio de 2016, una facción del Ejército turco descontenta con la gestión de Presidente Recep Tayyip Erdogan, que lleva más de una década y media en el poder, buscó tomar el poder, cerrando los puentes de Estambul, bombardeando el Parlamento en Ankara con aviones militares y sacando los tanques a las calles. El movimiento fracasó y el mandatario, que se encontraba en una localidad costera, regresó triunfante a Estambul, al tiempo que decenas de miles de personas salieron a las calles a protestar contra la intentona fallida.

"Desafortunadamente, una minoría dentro del Ejército fue incapaz de soportar la unidad de Turquía", dijo en esa oportunidad Erdogan, después de que el canal privado NTV lo mostrara saludando a sus partidarios a su regreso a la ciudad. Al culpar a sus enemigos políticos, Erdogan apuntó: "Lo que han hecho es una rebelión y una traición. Pagarán un alto precio por traicionar a Turquía". El mandatario responsabilizó inmediatamente por el intento de golpe a su antiguo aliado y ahora enemigo, el clérigo Fethullah Gülen, que durante años fue construyendo redes de influencia en el sistema judicial, la policía y el Ejército.

Gülen negó estas acusaciones, desde Pennsylvania, donde vive alejado del mundo. Sin embargo, el Presidente turco ha prometido arrancar de raíz el "virus" inoculado por el clérigo en las instituciones.

Las 249 personas que fallecieron esa noche son consideradas como "sehitler" (mártires del islam) e incluso las autoridades consideran que la derrota de los golpistas es una victoria de la democracia y rebautizaron el Puente del Bósforo en Estambul, donde se registraron combates, como el "Puente de los mártires del 15 de julio". Entre otras de las medidas que se implementó fue la instauración del "estado de emergencia", iniciativa que se ha ido renovando desde el 20 de julio de 2016 cada tres meses. El miércoles pasado, el mandatario dijo que se podría levantar en "un futuro no muy lejano".

A un año del intento de golpe, el mandato de Erdogan se encuentra reforzado y para hoy se esperan distintos actos conmemorativos que se extenderán hasta la noche, tras una jornada que está declarada como Día de la Unidad Nacional. El Parlamento celebrará una sesión especial, con un discurso de Erdogan y hay varias manifestaciones previstas en todas las 81 provincias turcas para recordar a las multitudes que salieron a las calles.

Tras el fallido golpe el alto precio que Erdogan dijo que se pagaría no se tardó en concretar, porque casi inmediatamente se llevó a cabo la mayor purga de la historia del país, con 106 mil personas detenidas (50.000 en prisión preventiva y 56.000 en libertad condicional) y 127.000 despidos. De ellos, 4.200 son jueces y fiscales (casi un tercio del total) y 9.000 son policías, según cifras de la agencia Efe.

Esta purga ha llevado a que muchos turcos hayan decidido pedir asilo en otros países, escapando de la persecución. Por ejemplo, el grupo de medios alemán Funke publicó que 3.200 turcos pidieron asilo en Alemania en el primer semestre de este año. Entre ellos hay 209 diplomáticos y 205 funcionarios con sus familiares.

"Un año después del golpe fallido, el Presidente Erdogan es más fuerte que nunca", dijo a la agencia France Presse, Özgür Ünlühisarcıkl, director de la oficina de Ankara del centro de estudios German Marshall Fund of the United States.

Una de las muestras del fortalecimiento de Erdogan ocurrió el 16 de abril, cuando el mandatario ganó un referendo (51,4% a favor y 48,6%), que le otorgará nuevos poderes a partir de 2019 y que eliminará el puesto de primer ministro. Así el Presidente puede retomar el liderazgo de su partido y podría permanecer en el poder hasta 2029.

En ese sentido, el diario The Financial Times, señala que los eventos del 15 de julio dividieron mucho más a una nación que ya estaba polarizada. Esto porque para Erdogan y sus aliados el intento golpista fue el resultado de un complot de Occidente para debilitar al fuerte líder musulmán. Sin embargo, para la otra mitad del país se trata de la división entre secularistas, nacionalistas y las minorías como los kurdos. "Erdogan es adorado por la mitad del país y la otra mitad es reacio a su liderazgo. Cualquier narrativa que adopte será acogida por una mitad y rechazada por la otra", dijo al periódico Soner Cagaptay, director del programa sobre Turquía del centro de estudios Washington Institute.

Por otro lado, Ünlühisarcıkl advirtió que la represión "inevitablemente ha debilitado la posición internacional de Turquía, particularmente frente a Europa y a Estados Unidos". En ese sentido, la estrecha alianza entre Ankara y Washington se vio afectada, cuando el gobierno turco pidió la extradición de Fethullah Gülen. Estados Unidos respondió que los papeles que envió Turquía no correspondían al trámite requerido para una extradición, pero Erdogan consideraba que tampoco debería hacer falta.

Otras de las tensiones las ha tenido con Alemania. Erdogan critica a la canciller alemana, Angela Merkel, de "respaldar el terrorismo". Y Berlín prohibió que Erdogan celebrara un mitin político durante la cumbre del G20 la semana pasada.