Turquía parece una olla a presión a punto de explotar y la tensión aumenta cada día. Porque el Presidente Recep Tayyip Erdogan ha intensificado la reislamización de la sociedad, se ha alejado de la Unión Europea y se ha acercado a su homólogo ruso, Vladimir Putin, al punto que las comparaciones entre ambos líderes son cada vez más frecuentes.
Así, a comienzos de mes en una conferencia de prensa en Turquía, Putin dijo que Rusia no ejecutará el proyecto que debería haber unido a Rusia y la Unión Europea bajo el Mar Negro (conocido como South Stream) y, en cambio, iba a aumentar el suministro de gas natural a Turquía. Incluso, Gazprom (empresa estatal rusa y la más grande extractora de gas del mundo) ya firmó un acuerdo con sus homólogos turcos para la construcción de la tubería de gas en alta mar, que también se llevará a cabo bajo el Mar Negro, pero en las costas de Turquía. "Este acuerdo marca una nueva etapa en las relaciones entre Rusia y Turquía. Ankara se convierte en el socio principal de Moscú en la dirección del sur", escribió la economista rusa Liliya Khusainova en el sitio web del canal RT.
Este acuerdo ocurre en medio de la tensión entre Rusia y Occidente por la situación en el este de Ucrania. A esto se suma que Turquía es miembro de la OTAN, organismo que no ve con buenos ojos la participación de Rusia en la crisis en el este de Ucrania y que, por otro lado, ha presionado a Ankara para que cumpla sus obligaciones como miembro y participe militarme en la ofensiva que la coalición está llevando a cabo contra el Estado Islámico.
Todo esto llevó al columnista del diario The Guardian, Simon Tisdall, a preguntarse: ¿Puede Turquía ser considerado un aliado confiable de Occidente? Una de las alertas de esto fue la detención hace unas semanas, bajo el cargo de conspiración, de unos 30 periodistas de oposición, ex jefes de policías e investigadores. Esto provocó las críticas de Bruselas, que mostró preocupación de que Erdogan y su Partido por la Justicia y el Desarrollo (AKP) ya no estuvieran seriamente interesados en ser parte de la Unión Europea. "Esta operación va en contra de los valores europeos y estándares de los que Turquía aspira a formar parte", señaló un comunicado del bloque.
Y Erdogan no tardó en responder y señaló que sus enemigos habían lanzado "operaciones sucias en contra de él", así que las detenciones eran merecidas. "No tenemos ninguna preocupación de lo que pueda decir la UE, si nos aceptan o no, no nos preocupa. Que se ocupen de sus propios asuntos. No tienen ningún derecho a darnos lecciones de democracia", advirtió.
Sin embargo, sus declaraciones antieuropeas no son compartidas por la ciudadanía. "Paradójicamente, después de años de constante caída, el apoyo de los ciudadanos turcos a la integración en la Unión Europea se ha incrementado este año desde un 45% al 54%", dijo al diario El País, Atilla Eralp, director del Centro de Estudios Europeos de la Universidad Técnica de Medio Oriente de Ankara que elabora el estudio. "Este cambio de tendencia es interpretado como una reacción de los ciudadanos ante el recorte de las libertades, que vuelven a ver en la UE una garantía para la salvaguarda de sus derechos", añadió.
POLÉMICAS MEDIDAS
La ola de protestas populares de mediados de 2013 contra la demolición del parque Gezi en el centro de Estambul, que se extendió por todo el país, marcó el inicio de un estallido de indignación contra los recortes de las libertades y la intromisión del poder en el estilo de vida de la gente. Desde entonces el partido de Erdoganse ha distanciado de los sectores laicos que apoyaron sus reformas sociales en sus primeros mandatos y, también, de sus aliados islamistas del movimiento de Fetulá Gülen, que han denunciado las políticas del gobierno.
Los profesores también comparten ese malestar por el recorte de las libertades y el fin de semana pasado salieron a las calles a manifestarse en favor de la laicidad en la educación y mejoras laborales, siendo violentamente reprimidos. Un ejemplo de esta islamización se pudo ver a fines de noviembre, cuando el poderoso Directorio de Asuntos Religiosos (o Diyanet, como se le conoce en Turquía) anunció la construcción de 80 mezquitas en las universidades de todo el país. Ya han abierto 15 y se espera que para 2015 hayan más de 50. A nivel escolar se está debatiendo la instrucción del islam en los colegios e incluso en las guarderías.
Además, en octubre, el gobierno aprobó una polémica regulación de la vestimenta en colegios e institutos, que permite que las niñas de 10 años en adelante puedan ir con velo.
La última de las polémicas ocurrió el miércoles, cuando un joven de 16 años fue detenido bajo el cargo de "insulto al presidente" durante un acto. Según la prensa, el adolescente acusó al gobierno de "ser corrupto". El arresto provocó la indignación de la oposición, que destacó que se trataba de un menor de edad. Mientras otros grupos hicieron protestas para pedir su liberación, que se efectuó el viernes.