Ser coleccionista de arte no es fácil. Más allá del dinero, se necesita pasión, disciplina y un sentido de la oportunidad que se aprende sólo con los años de experiencia en el rubro de buscar la pieza adecuada. Joaquín Gandarillas Infante gozó de todas estas características, convirtiéndose en uno de los coleccionistas más importantes de Chile. Sin embargo, pocos conocen su colección, sólo algunos expertos, amigos y familiares quienes tuvieron el privilegio de ver sus cientos de cuadros, esculturas en madera y piezas de plata de arte colonial americano, que mantenía guardados en su departamento de calle Ismael Valdés Vergara.
El acervo, que ya es sindicado como uno de los más completos de la región, está saliendo ahora a la luz, luego de que la familia del coleccionista creara la Fundación Joaquín Gandarillas Infante y decidiera dar en comodato las 639 piezas a la Universidad Católica.
No fue de la noche a la mañana. Tras su repentina muerte en 2004, debido a un ataque cardíaco, sus hermanos Jaime y María Inés Gandarillas comenzaron a planear lo que había sido su deseo de siempre: que la colección se transformara en un patrimonio nacional. "Pensamos en qué institución podía resguardar mejor este acervo. Fuimos primero a la congregación franciscana, luego al Museo de Maipú, pero finalmente nos inclinamos por la Universidad Católica, por su escuela de arte que promoverá sin duda la investigación de todas las piezas", cuenta Jaime Gandarillas.
Desde 2008, un equipo liderado por las académicas Claudia Campaña y Flavia Muzio, en colaboración con el padre Gabriel Guarda y el pintor Benjamín Lira, comenzó con la catalogación y orden de las piezas, para lo cual la universidad construyó en el Campus Oriente un depósito especial de conservación. A fines de 2013 se firmó finalmente el comodato por 20 años, tras los cuales, si todo sigue en regla, la fundación traspasaría de forma indefinida el acervo a la casa de estudios.
Ahora un puñado de este acervo podrá ser preciado por el público, hasta el 31 de julio, en una sala del Centro de Extensión UC, que a partir de ahora estará dedicado a exhibir la colección Gandarillas. Bajo el título Arte, fe y devoción, el investigador y director del Museo Andino, Hernán Rodríguez, seleccionó 36 piezas del acervo poniendo el acento en aquellas obras realizadas principalmente en Cuzco y Alto Perú (lago Titicaca, La Paz, Potosí) entre el 1600 y 1750.
"La colección es muy representativa del arte colonial sudamericano, en lo que respecta a obras de devoción privada, en contraposición a las de devoción pública que se realizaron para templos y congregaciones religiosas. Es realmente muy importante a nivel americano, donde destacan las colecciones privadas Osma en Perú y Mayer en México, y para Chile es realmente única", explica Rodríguez.
Sincretismos
Nacido en 1930, Joaquín Gandarillas Infante fue el cuarto de ocho hijos de un agricultor de Maipú y desde niño estuvo interesado en el arte. Su afición y conocimientos específicos en el arte colonial lo hicieron merecedor, en 1969, de liderar la creación del Museo de Arte Colonial del convento de San Francisco, que dirigió hasta 1983. "El se quedó soltero y se consagró a su colección. Desde que estaba en el colegio guardaba la mesada para comprarse algún objeto de arte. La fundación se va a abocar a velar por las piezas y a seguir aumentando el acervo. Queremos adquirir más obras y que puedan ser de dominio público. Todo sin fines de lucro", dice Jaime Gandarillas.
Por ahora el primer paso se está dando con la exhibición de las piezas en la nueva sala Gandarillas, todas ellas realizadas entre el siglo XVII y XVIII, donde destaca el cruce de la pintura europea con la cosmovisión indígena. Hay retratos, por ejemplo, de vírgenes que eran ocupadas en los altares y que eran muy populares en la Colonia. La más célebre era la Virgen de la Candelaria con un matrimonio de caciques donantes, ofrendando el Mascaipacha o corona ritual del incario o la Virgen del Rosario, que se venera desde el siglo XVI en el pueblo de Pomata, Perú. Destaca también un cuadro y otras figuras en madera del Cristo de los Temblores, representado en Cuzco y llamado así desde el terremoto que asoló esa ciudad en 1650. En las vitrinas se encuentra un retablo de madera con la Virgen de Copacabana de 1600-1650, una Virgen del Carmen del siglo XVIII tallada en Quito, dos coronas de plata, realizadas al sur de Perú, en el siglo XVII y una escultura del Niño Jesús Triunfante, de la escuela Quiteña, hecho en maguey y pasta dorada, entre 1760 y 1790.
Para Hernán Rodríguez, este tipo de arte colonial religioso no es muy valorado por los coleccionista de Chile y el mundo, por eso la colección Gandarillas tiene aún más valor. "La puesta en valor de estas obras ha sido la gran lucha que han dado muchos historiadores del arte, que han dedicado su vida a investigarlas, para que se incluyan como una categoría más del arte universal. Joaquín tuvo el mérito de valorar tanto la calidad artística de las obras como su temática religiosa, y estuvo siempre atento a adquirir las piezas que se le ofrecían", cuenta Rodríguez.
La exposición que estará abierta hasta julio, será después reemplazada por otra selección de piezas a cargo de un nuevo curador. La idea es estimular la investigación de diferentes aristas presentes dentro de la colección. "No estamos cerrados a que la colección se exhiba en otros museos o que se acompañe de piezas de otros coleccionistas, queremos ampliar el conocimiento del arte colonial", concluye Gandarillas.