El productor televisivo David Broome lo subraya con cierta mesura mientras está sentado en un hotel en pleno centro neoyorquino: "Esto es claramente una gran oportunidad". A cambio, la prensa especializada ha sido bastante más efusiva: "Cómo Netflix cambiará los reality shows globales", apostó The Hollywood Reporter; "Netflix reinventa el formato reality", alertó por su parte el periódico canadiense Financial Post.

Bajo esos titulares, varios medios del mundo han intentado definir la propuesta y el impacto de Ultimate Beastmaster, el reality show de competencias que se estrenó este fin de semana en el servicio online y que se alza como el primer espacio de su género en una plataforma streaming.

Una producción en que 108 competidores de seis países -Estados Unidos, Brasil, Corea del Sur, México, Alemania y Japón- deben sortear un puñado de obstáculos y pruebas físicas al interior de un gigantesco circuito bautizado como "la Bestia", el que simula la cabeza y los dientes afilados de un animal en pleno ataque.

Para sumar aún más novedad, el programa tiene seis versiones diferentes dependiendo del territorio en que se emita (para Chile está disponible la versión mexicana y la de EE.UU., cada una con animadores de sus respectivos países), aunque se trata de la misma competencia en cada episodio. Pese a la innovación, Ultimate Beastmaster enfrenta su propia prueba: habituar al público a un reality que entrega todos sus capítulos de una sola vez, a contramano de un formato que ha construido gran parte de su fortaleza en audiencias que pueden verlo y comentarlo de manera simultánea, en la tensión que genera la espera de un próximo episodio, en los comentarios al minuto disparados en redes sociales (Chile es un buen ejemplo).

"Eso nunca fue un problema para nosotros", ataja Broome. Luego profundiza: "Cuando comenzamos a ejecutar esta idea nos propusimos hacer algo que sea simple de ver. Por eso, en un episodio tú verás una historia y una trama, pero que será totalmente distinta en el siguiente. Eso sí te va a mantener atento a lo que pase. Por otro lado, si las series ya cambiaron su forma de llegar a la gente a través de Netflix, vemos muy posible que con un reality suceda lo mismo. Esto es un acto pionero. Además, que se emita en tantos lenguajes, da la posibilidad de ampliar mucho más el público".

Por lo mismo, no todo es vigor, fuerza y músculos. Con participantes que exhiben un pasado atlético y que incluso han llegado a competir en los certámenes de más alta exigencia, la producción busca mostrar las historias tras cada uno de ellos, casi todos marcados por trayectos duros y difíciles. Por ejemplo, la mexicana Georgina Castillo cuenta que empezó a consagrarse a la actividad física para escapar de la violencia intrafamiliar.

"La vida de los atletas es algo demasiado importante para mí. En una competencia tan dura, es bueno saber la inspiración y el espíritu que los llevó a esto. Aquí no hay villanos. Cuando muestras sus motivaciones más privadas, la gente se siente aún más identificada con ellos", agrega Broome.

Otro vínculo con la audiencia es el montaje, el que semeja un videojuego cualquiera, de los clásicos a los más recientes, con saltos, superficies que se mueven y aguas que sumergen a los perdedores en la derrota. El ejecutivo coincide: "Quería hacer algo que se sintiera como un videojuego en vivo. Como poner al público frente a un juego que se está desarrollando con gente de carne y hueso".

¿Un lazo final con los que están del otro lado de la pantalla? La carta de presentación del espacio es Sylvester Stallone, quien oficia de productor ejecutivo y mentor de los contenidos. ¿Cuál ha sido su principal contribución a Ultimate Beastmaster? "Mucho, mucho dinero", bromea Broome. Luego, algo más en serio, responde: "A él le encantó esta idea y fue aportando una visión más cinematográfica de todas las pruebas. Después de todo, él interpretó a Rocky, el personaje más luchador de todos los tiempos, por lo que claramente era el socio adecuado".