Sentada en lo alto de un árbol, mimetizada entre las gigantes hojas tropicales del bosque de Gombe, en Tanzania, Jane Goodall busca con sus binoculares. Luego de semanas observando nada más que el movimiento de las hojas, el verde paisaje es interrumpido por una figura oscura: un chimpancé hurgando en un nido de termitas. El animal toma cuidadosamente una rama, la deshoja y la introduce por uno de los orificios del nido. Luego de sacar la rama llena de termitas comienza a comerlas, mientras Goodall toma notas de lo que luego se convertiría en uno de los descubrimientos científicos más importantes del siglo.
Las noticias volaron rápido a Inglaterra y las imágenes de Jane Goodall en la selva africana comenzaron a ser recurrentes en la prensa. El descubrimiento de un chimpancé creando y usando herramientas constituyó la primera evidencia de que el hombre no era el único ser racional, lo que despertó la curiosidad de Goodall, quien hoy a sus 83 años continúa estudiando a los chimpancés en estado salvaje y sigue desarrollando la investigación contigua más larga de la historia sobre un animal en su hábitat silvestre.
A más de 50 años de su llegada a Gombe, National Geographic estrenará en marzo Jane, documental que recopila más de 100 horas de archivos inéditos sobre la investigación que desafió el conocimiento científico sobre el comportamiento de los chimpancés. En una entrevista gestionada por NatGeo, la conservacionista y primatóloga habló con medios latinoamericanos, entre ellos La Tercera, sobre el documental.
"Cuando lo vi me transportó a esos primeros años de una forma en la que no me había sucedido con ningún otro, porque no fue editado para ocultar algo, se mostró todo como sucedió. En él se ven detalles de mi vida privada que no se habían mostrado antes. Las imágenes de los chimpancés, a quienes conocía muy bien, fueron muy conmovedoras, además de las imágenes de mi hijo siendo bebé. Todas estas cosas hicieron de este film algo muy especial para mí", dice Goodall.
La Bella y la Bestia
Durante su infancia, Goodall no era como las niñas de su edad. En el jardín de su casa en Bournemouth pasaba su tiempo libre trepando árboles y leyendo novelas de Tarzán y el Dr. Dolittle. Uno de sus sueños era viajar a África. En 1957 llegó al continente por primera vez y conoció a Louis Leakey, paleontólogo y arqueólogo keniano que la contrató como secretaria.
Leakey creía que el estudio de los primates podría entregar luces de la conducta de los primeros homínidos y buscaba un investigador de chimpancés, por lo que luego de conocer el trabajo de Goodall decidió enviarla en 1960 al Parque Nacional Gombe Stream, donde tuvo su primera interacción con chimpancés.
Para ese entonces Goodall tenía 26 años y era una joven esbelta, rubia y de delgadas piernas internada en la selva africana. Si bien no era un trabajo común para una mujer de la época, nunca se sintió en desventaja y se mantuvo fiel a su pasión y ambición.
"Es cierto que cuando fui a África las mujeres no solían hacer eso, de hecho la mayoría de los hombres tampoco lo hacían. La imagen de una joven blanca y un gran macho chimpancé era algo como La Bella y la Bestia, así que en lugar de ser un obstáculo, ser mujer me ayudó".
No todo fue fácil. Las primeras semanas en Gombe se caracterizaron por interminables horas de espera, observación y un cuaderno de notas vacío. Goodall era una forastera en un mundo dominado por chimpancés, por lo que en sus primeras expediciones no captaba más que la sombra de los primates que corrían una vez que percibían su presencia, lo que no le permitían hacer descubrimientos significativos sobre su comportamiento.
Pero persistió y luego de semanas de espera, los árboles vacíos comenzaron a cobrar vida y las criaturas por las que había viajado miles de kilómetros dejaron de escapar. La aceptaron como parte de su entorno y los cuadernos vacíos se llenaron de gráficos, notas y variables. La primatóloga no sólo descubrió que los chimpancés podían resolver problemas cotidianos, sino que también tenían diferentes personalidades y eran capaces de sentir felicidad, tristeza y celos. Incluso, una vez observó cómo dos comunidades se enfrentaron en guerra, exterminando a miembros de su propia especie.
Mensajera de la paz
Durante sus más de 50 años de investigación Goodall estableció un vínculo con los chimpancés de Gombe e incluso nombró a cada uno con un apodo para remarcar la individualidad de sus personalidades. Su estudio la convirtió en una de las conservacionistas más reconocidas del mundo, llegando a ser galardonada como mensajera de la paz por la ONU.
Hoy es fundadora del Jane Goodall Institute y del Roots&Shoots, ambas organizaciones conservacionistas que tienen sede en Chile, donde la primatóloga ya ha estado dos veces y planifica una tercera visita.
Aunque ya no puede escalar árboles y su pelo rubio se tornó cano, Goodall dice que seguirá trabajando "mientras mi cuerpo lo permita".