Otra vez una tragedia golpea al ultrarunning. Hace un par de semanas, en la Región de Magallanes, el cuerpo del mexicano Arturo Martínez (58) fue hallado muerto por hipotermia mientras disputaba la Ultra Fiord. Ahora, en el Atacama Xtreme (ambas de 160 kilómetros), la experimentada canadiense Mery Betts (57) tuvo el sábado la misma suerte. La situación no deja de sorprender y cuestiona, una vez más, los riesgos que este tipo de carreras presentan para la salud de sus competidores.
Terrenos inhóspitos, temperaturas extremas y la casi total incomunicación, son los desafíos a los que los ultramaratonistas se someten cada vez que participan en uno de estos eventos. Eso, sin mencionar las enormes distancias que se deben recorrer, que muchas veces superan los 200 kilómetros.
La masificación de esta clase de competencias es un fenómeno reciente, por ello, la evidencia científica sobre los riesgos o beneficios que podría conllevar la práctica de esta especialidad para la salud aún es poca. Mientras los corredores defienden la idea de que el cuerpo humano es capaz de adaptarse a cualquier terreno y exigencia, la medicina asegura que el daño al cuerpo humano es severo.
Luis Vergara, médico deportólogo de la Clínica UC y encargado médico del Maratón de Santiago y el Ironman 70.3 de Pucón, ha seguido de cerca el creciente interés en esta clase de pruebas, las que evalúa de forma negativa. "Correr distancias tan largas en condiciones a las que no se está acostumbrado es peligroso. Hay varios estudios que demuestran que esta clase de corredores terminan con daños en los riñones y pérdida de músculo cardíaco", sostiene.
Vergara explica que "muchos se confunden en la preparación y se sobreentrenan, pero para esta clase de deporte lo más necesario es la adaptación a las condiciones".
La visión de los atletas es menos radical. Bernar Leguizamon (44), experimentado ultramaratonista, explica que la preparación médica, física y mental para esta clase de pruebas es fundamental, ya que es consciente de los peligros a los que se expone. "Esto comienza como un desafío personal, pero se debe ir aumentando en las distancias de a poco. El problema es que hay mucha gente que cree que porque corre un maratón es capaz de correr aquí", comenta.
Pero en este caso la situación fue distinta, pues la canadiense contaba con un amplio currículum en esta clase de carreras. Cristian Sieveking, organizador del evento, cuenta a La Tercera que "ella ha corrido las 200 millas de Tahoe o el ultramaratón de Badwater, que son muy difíciles".
La medicina, los atletas y los organizadores aún buscan llegar a un consenso respecto a esta clase de pruebas, sin embargo, todos concuerdan que para un ultramaratón la mejor prevención es tener en claro los límites de cada uno.