Tiene 14 años, pero aparenta 10 de tan delgada y desgarbada. Usa anteojos, frenillos y se esconde con la capucha del polerón. Siempre lleva alguna novela policial. Amanda Martín es también una investigadora de temer que después de dirigir en internet a un grupo de "frikis" en la caza de Jack el Destripador, les propone a sus amigos virtuales ir por algo más real: corre 2012 y en su ciudad, San Francisco, un asesino está suelto. Justo antes de que puedan dar con él, el juego dejará de serlo: su madre está a punto de ser la próxima víctima.

En ese punto exacto, horas antes de que se consume la muerte de la mamá de Amanda, se inicia el El juego de Ripper, la nueva novela de Isabel Allende. Después de probar casi todos los géneros, desde el testimonio hasta las reconstrucciones históricas, la autora de La casa de los espíritus se atreve con un policial. A su manera: cinco niños sumarán fuerzas en la web para detener a un asesino serial. El libro se lanza en Hispanoamérica el próximo viernes y desde el fin de semana estará en Chile.

"Tiene todas las claves de un thriller", dijo Allende a La Tercera, cuando anunció el libro. Surgió de un proyecto frustrado con su esposo, William Gordon, de escribir a dos manos un policial. Con los restos de esa idea y un juego de rol llamado Ripper, que jugaba su nieta, la autora de Paula elaboró una trama en que toda una familia, madre, padre, hija y abuelo, juegan un papel en el misterio.

"Mi madre todavía está viva, pero la matarán el Viernes Santo a medianoche", dice Amanda en las palabras iniciales de El juego de Ripper. Le habla a su padre, Bob Martín, el jefe del Departamento de Homicidios. Luego, Allende nos informa el estado de las cosas: "La mujer estaba cautiva en algún punto de los dieciocho mil kilómetros cuadrados de la bahía de San Francisco, tenían pocas horas para encontrarla con vida y él no sabía por dónde empezar a buscarla".

LOS FRIKIS DE AMANDA

El aviso lo da la "célebre astróloga" Celeste Roko, quien adelanta un baño de sangre para San Francisco. Ante esa predicción, Amanda resuelve darle un golpe de timón a Ripper, que hacía tiempo venía girando únicamente en torno a los crímenes del famoso destripador del Londres del siglo XIX. Entonces ella, la maestra del juego, y otros cuatro chicos, que apenas tienen otra vida que mirar internet, empiezan a investigar.

Además de Amanda, juegan a Ripper un niño parapléjico de Nueva Zelandia que toma el rol de una gitana llamada Esmeralda; un tímido adolescente de Nueva Jersey que apenas sale de su pieza es el coronel Edmond Paddington, experto en estrategia de guerra; desde Montreal, y bajo la identidad de una poderosa psíquica, juega una joven con trastornos alimenticios; y un niño huérfano afroamericano con un coeficiente intelectual de 156 que se hace llamar Sherlock Holmes. Además, Amanda tiene la ayuda de su abuelo, Blake Jackson.

El primer asesinato de Los juegos de Ripper tiene contornos dramáticos: el guardia de una escuela aparece muerto, sentado sobre un caballete en la mitad del gimnasio, con los pantalones abajo y, relata Allende, "el trasero al aire" y la empuñadura de un bate de béisbol atravesándolo. Los compañeros de Amanda llaman al caso "el crimen del bate fuera de lugar" y se hacen las mismas preguntas que la policía. Quizás dan con mejores respuestas.

Mientras Allende echa a andar la trama del juego, también levanta un retrato de la situación de la madre de Amanda: Indiana Jackson es una "sanadora" que trabaja con masajes, reiki, imanes y aromaterapia. Separada, va y viene entre dos hombres: Alan, un millonario de una de las más influyentes familias de San Francisco, y Ryan, un ex militar que regresó de la Guerra de Afganistán con una pierna menos. Ellos serán piezas del misterio que llevará a Indiana a ser la víctima siguiente del asesino.

Entre novela de aventuras juveniles y el thriller clásico, El juego de Ripper fue también una experiencia de aprendizaje para Allende: a sus 71 años, la escritora asistió a congresos de autores de novelas policiales y conversó con médicos forenses para saber cómo describir un asesinato real. "Hoy podría matar a mi marido y no me pillarían nunca", advirtió hace poco.