Chile debía jugársela toda, era ganar o ganar y en ese ámbito todo podía suceder. Y sucedió lo inexplicable, los impulsos paralogizaron los músculos, la mente atrofió las lampiñas ideas y la derrota de 3 x 0 caló hondo en el plantel rojo.

No se pudo superar el estigma de falta de gol. El esquema de 4 - 2 - 3 - 1 no fue suficiente. El portero Vargas estuvo en su nivel con muchos destellos de su calidad; los centrales Echeverría y Vegas, garantía de seguridad, naufragaron; los laterales Rodríguez y Osorio por las orillas no fueron agentes de ataque. En todas las líneas faltó fineza en el último toque. El mediocampo nuevamente careció de movilidad y sin sorpresa en el pase gol. Recuerdo que antes y también en los tiempos actuales, todos querían jugar y nadie quería correr, ésta era y es la ilusión que tiene el futbolista para jugar bien.

La opacidad enervante de sus atacantes se manifestó en toda la ofensiva chilena, y Jeraldino que con máscara y todo no pudo vestirse de Batman. Ni el juego asociado ni la vía del contragolpe tuvo sus réditos y la estoica defensa colombiana frenó todo atisbo de gol bajo un excelente orden táctico.

Se perdió en todas las líneas por habilidad técnica, capacidad física y disposición táctica.

Es preocupante la real carencia de un estilo de juego que nunca puso la mira en el arco rival.

Los futbolistas deben aprender que sin el argumento técnico no van a poder resolver situaciones de visión y habilidad. Este juego tiene mucho de ajedrez, o sea mover las piezas con un fin y sorprender con el engaño.

Colombia se plantó con seriedad conocedor de su trabajo táctico agregándole el aporte técnico de sus individualidades. Los países crecen con esta contribución de la creatividad y de los que quieren correr. La Roja llegó a Uruguay a competir sólo con la bandera del sudor y con eso no basta. Es un desprecio al futbol.