Benoit aprovechó una chimenea de etanol para dar esa sensación de calidez que le hacía falta por la solemnidad del hormigón.
Las alturas de este loft en Bellavista que mira al Santa Lucía fueron las elegidas por Benoit Poirier d' Ambreville para asentarse en Santiago, dice, porque cree que aquí está todo por hacer. Lo afirma con la propiedad que le da haber vivido en París, Londres, Nueva York y Mónaco y en un franco/español/inglés que más parece un nuevo idioma. Pero a él qué más le da.
Vive su mundo, o mejor dicho uno que comparte y es soberaneado por su gata Pushka, que sube y baja la escalera cual reina. Lenta y ligera, él le hace cariño y la deja ser, más que mal se conocen hace años, desde la época en la que Benoit aplanaba las calles de la Gran Manzana trabajando como estilista, oficio que heredó tras su paso como modelo por las pasarelas de Armani Privé, Moschino y Calvin Klein. Cuenta que fue justamente ahí donde la rigurosidad con la que todo está planeado le entregó herramientas para desenvolverse en el mundo de la creación, aunque reconoce que lo que más le gusta es el hecho de estar constantemente aprendiendo: "…Un buen estilista es el que asume que no sabe nada y por eso necesita siempre buscar, estar atento a las últimas tendencias y a lo que está pasando en el mundo", relata con naturalidad, la misma con la que llegó a Chile a armar su proyecto más personal, L' Atellier, su propio salón, y la misma también con la que nos cuenta que hace unos meses recibió su título nobiliario, el de conde d' Ambreville. Tal cual.
Un conde que vive en un loft de 70 m2 en pleno centro de Santiago. Casi una anécdota, aunque él está acostumbrado, le gustan los espacios funcionales y qué mejor si están justamente donde todo pasa en la ciudad, a unas cuantas cuadras de restaurantes, teatros y museos, "un lugar desde donde es posible ir caminando a todos lados", asegura, reafirmando que para él eso, más que las dimensiones ya es un lujo.
Y es que Benoit es al final un tipo simple, y aunque su clóset está colonizado por nombres como Vuitton, Ferragamo y Gucci, su día a día es de blue jeans y boina, lejos del glamour que uno podría pensar acompaña la vida de un estilista de moda, conde y francés. Benoit, por el contrario, está rodeado de pocos pero justos elementos, tanto que hacen del espacio una verdadera planta libre, una que logra que cada objeto se luzca delicadamente, como reales piezas de arte unidas por el blanco y el estilo neobarroco, que le da carácter al conjunto, compone un contrapunto poco usual dentro de este tipo de espacios y no interrumpe para nada las vistas a Santiago. En resumen, el mejor ejemplo de que menos es más y, en este caso, acompañado de una originalidad.
Aprovechar la transparencia de algunos muebles es una buena alternativa para espacios pequeños.