Cuando compró la lata de Red Bull, Juan Francisco Barraza (25) creía que sólo llevaba una foto de Francisco López. Pero luego supo que tenía un código para descargar el videojuego A Fondo con Chaleco, donde cinco participantes ganarían un fin de semana con el piloto en su casa de Curicó.

Durante cinco semanas, 16 mil personas jugaron 60 mil sesiones, en las cuales controlaban a Chaleco, en una carrera por los mejores tiempos de un trayecto off road. Cada semana registraba un ganador, y así Barraza, Felipe Reyes (25), Andrés Cuevas (31) y los hermanos Felipe (20) y Víctor Navarro (24) lograron el premio.

En el patio de la casa maulina, cinco motos y equipos completos les esperaban. Todo estaba listo para que Chaleco les abriera las puertas de su vida.

La timidez del grupo se acabó cuando López vio el juego en un celular y bromeó: "Sólo he logrado cambiarme de pista". Luego, les mostró sus dos trofeos de tercer lugar del Dakar, y presentó a Renato López, su padre, mentor y Chaleco original. Uno de los afortunados confesó: "Trabajaba en una tienda de ropa en un mall y no me dejarían venir. Así que renuncié. No podía desperdiciar esta oportunidad". Otro dijo que faltó a un curso de Bomberos que tenía. López, incrédulo, les estrecha la mano...

"¿Quién de ustedes nunca ha andado en moto?", pregunta el anfitrión. Nadie levanta la mano. "Yo sé, pero necesito un repaso", dice Barraza. Chaleco le mostró el cambio de marchas hasta que salió solo, y también enseñó técnicas a cada uno.

Al detenerse, todos fueron al taller. Allí, la visita se vuelve un viaje en el tiempo, cuando Chaleco mira la pared. "Ése es mi papá, compitiendo con el chaleco de lana que le tejió mi abuela", señala apuntando a una foto.

La pieza contigua tiene 24 motos. Entre ellas está su primera moto, una Kawasaki que condujo a los cuatro años, y la máquina con que fue tercero en el Dakar 2010, la gran joya de su colección: "Es la más especial, porque la diseñé completa, junto a Aprilia, entre 2010 y 2012". Y, rodeado de trofeos, afiches y fotografías de su trayectoria, Chaleco confiesa: "Sólo familiares y amigos cercanos entran aquí. Ustedes no han venido como ganadores de un concurso, sino como amigos".

El recorrido de las miradas llega a unos cascos en la pared, y López se detiene en el que usó en el Rally de Túnez de 2011. Esa vez chocó con una piedra y, al caer, perdió el conocimiento y se fracturó el tobillo izquierdo, la mano derecha y algunas costillas. "Si no fuera por él, quizás no estaría aquí con ustedes", reflexiona, mientras el quinteto lo observa con serenidad.

Después de unas fotos, el curicano sube el nivel de la clínica de manejo. "Quiero que tengan el privilegio de andar en mi moto del Dakar 2014. Háganlo con responsabilidad, porque corre como un avión, y vale como uno", dice riendo. Preocupados por su valor, dos de ellos se resistieron. Finalmente, la moto salió impecable de las vueltas de los tres osados jóvenes.

La guinda de la torta sería ir de copiloto en el Honda Civic del Rally Mobil, pero la caja de cambios impidió dar más de una primera vuelta, y sólo Andrés vivió la experiencia.

Con el asado servido, todos se sentaron en la mesa del quincho. En un extremo, el anfitrión alza la copa: "Salud, por tener a todos ustedes acá", y todos brindan. "¿Cómo se siente un rally?", le preguntan. "Cuando estás en la largada, te llega todo el nerviosismo. En carrera, entras en trance, y se te olvida todo, excepto la pista. Y, cuando la completas, todo se tranquiliza. Es la mejor sensación del mundo", resume.

Al decirles que buscaba acoger admiradores hace tiempo, Barraza responde que "fue la mejor opción", porque quizás recuerden el fin de semana con esa felicidad que sintió Chaleco López al mostrarles su mundo.