En Llaguepulli, en la costa de La Araucanía, se encuentra la única escuela administrada por mapuches en el país. En ella se habla mapudungun y se estudia historia y cultura indígena. Desde la colina en la que está pueden verse las aguas oscuras del lago Budi. Es un miércoles de octubre y en el patio un grupo de alumnos de octavo escucha con curiosidad a Lemi Ponifasio, el director samoano, uno de los grandes nombres de la escena teatral en el mundo.

"Saludos a los dioses, a la madre tierra, a la casa, a los muertos y a los vivos", les dice él en su lengua. "En Samoa, yo soy jefe, un lonko. Mi trabajo consiste en activar a la gente, activarla como en la escuela", agrega.

Lemi Ponifasio llegó a principios de octubre a La Araucanía. Desde hace meses trabaja en un proyecto basado en la cultura mapuche. El director de Samoa, islas que se independizaron de Nueva Zelandia en 1962, fue el encargado de inaugurar el reciente Festival de Avignon, en el Palacio de los Papas, con I am: una obra que cuestiona el colonialismo europeo y en la que trabajó con un grupo de argelinos, junto a su compañía MAU. Ahora se propone adaptar I am al pueblo mapuche.

En el patio de la escuela se oyen pájaros y el sonido de los árboles movidos por el viento. "¿Qué tipo de teatro hace?", pregunta uno de los niños. El director, que lleva días de recorrido por La Araucanía, responde: "De donde vengo, hago teatro con la gente de mis comunidades. El teatro le da voz a la gente del pueblo. En el teatro podemos mostrar nuestras caras, quiénes somos. El teatro no es un lugar de diversión, sino donde nos presentamos. Por eso hago teatro".

El germen del proyecto viene de 2013, cuando Lemi Ponifasio y su compañía presentaron Birds with skymirrors en Santiago a Mil. Un espectáculo de danza que desplegó en el Teatro Municipal movimientos y sonidos rituales de gran belleza y elegancia, una ceremonia de baile y poesía apoyada por recursos audiovisuales que ampliaban el efecto en escena.

Aquella vez, el director se reunió con miembros de las comunidades indígenas locales. Y se mostró interesado en trabajar un proyecto en conjunto, según cuenta Carmen Romero, directora de festival. La ocasión se dio este año, con el estreno de I am.

Coproducción entre los festivales de Avignon, de Edimburgo, Ruhrtriennale y la Fundación Teatro a Mil, al proyecto se unieron el periodista Pedro Cayuqueo, como asesor, y un grupo de destacados artistas de origen mapuche, quienes protagonizarán el montaje junto a los bailarines de la compañía MAU.

La obra será uno de los principales estrenos del próximo Festival Santiago a Mil, presentado por Minera Escondida (operada por BHP Billiton). La primera función será en Temuco y luego tendrá tres presentaciones en el teatro CA 660, de Fundación CorpArtes.

I am alude a la voz de Dios en la Biblia, cuando le habla a Moisés: "Yo soy el que soy". En el montaje que presentó en Francia, Alemania y Escocia, Lemi Ponifasio exploró el legado de la Primera Guerra Mundial, los efectos del colonialismo europeo y el poder del arte para transformar y sobrevivir al horror.

A principios de mes viajó a Chile con parte de su equipo técnico para investigar y reunirse con comunidades mapuches. El recorrido lo llevó por los cuatro puntos cardinales de la zona, de norte a sur y de la cordillera al mar.

"Samoa significa centro sagrado del universo", dice Lemi Ponifasio. El y su equipo han viajado tres horas desde Temuco al sur. Más allá de Valdivia, sobre cerros poblados de bosques, camino a Curiñanco, está el centro de salud de la machi Paola Caroca. Es un día soleado, el cielo es azul y la machi aparece descalza y sonriente.

Formada como asistenta social, la machi Paola es parte de la nueva generación de líderes mapuches: en su centro integra no sólo los saberes ancestrales propios de su cultura; también reiki y otras técnicas de sanación.

Días antes de la visita, el equipo ha conocido diferentes grupos y realidades mapuches: estuvieron en un lof al norte de Temuco, en la zona lafkenche del lago Budi y en la cordillera con comunidades pehuenches de Quinquén.

La machi le explica al director de Samoa que hay cuatro tipos de bailes rituales en la cultura mapuche: el baile de la tierra, el baile del viento, el baile del agua y el del fuego. "¿Cómo bailan en Samoa?", pregunta ella. "No puedo bailar, me lastimé una pierna", responde él. "¿Cómo?", quiere saber ella. "Demasiado baile".

Horas más tarde, el director le pedirá que vaya a Temuco, para reunirse con los artistas que protagonizarán la obra. "¿Qué quiere que haga?", pregunta la machi. "Quiero que haga una conexión con las energías del universo", dice.

Esa dimensión cósmica está en el centro del arte de Lemi Ponifasio. En la Escuela de Llaguepulli, los niños quieren saber cómo es el teatro que hace. "Cuando el primer humano comenzó a danzar, hizo un lazo místico con el cosmos. Eso es. El teatro no busca explicar sino activar, reconocer nuestra dimensión cósmica. A eso le llamo teatro. Si le agrego que soy samoano, hago teatro samoano. Si ustedes quieren hacer teatro, no piensen en Hamlet. Piensen en su historia, en sus héroes, en sus antepasados", explica.

Un profesor de la escuela le dice que los mapuches no hacen teatro. "En nuestra cultura tampoco", cuenta Ponifasio. "Sólo para momentos importantes. Pero cuando nos reencontramos con los sonidos del mundo, es necesario inventar nuevas ceremonias".

El sol se aleja hacia el horizonte y los niños regalan una canción en mapudungun a las visitas. Es un momento profundo y delicado, de luminosa emoción. Al despedirse, el director les dice: "Cuando ustedes ven a la machi, ese es el espíritu que quiero rescatar. La machi siente la vida, el pasado y el presente. Hamlet dice ser o no ser. Yo, en cambio, digo ser y no ser. Como la vida es".