A lo largo de la historia, las actuaciones más destacadas en el atletismo han venido de la mano de los distintos lanzadores.
En los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, Marlene Ahrens se convirtió en la primera y única mujer chilena en conseguir una medalla. En esa ocasión fue plata en el lanzamiento de la jabalina, con una marca de 50,38 metros.
Treinta y dos años más tarde, el lanzador de bala Gert Weil terminó en un meritorio sexto lugar en los JJ.OO. de Seúl, que su sumó a dos oros panamericanos en Indianápolis y La Habana.
En los últimos años, Karen Gallardo y Natalia Duco han refrendado la tradición de éxitos de Chile. La primera, como bicampeona iberoamericana de lanzamiento de disco, mientras que la segunda ha destacado en la bala gracias a un oro en el Mundial Junior de Polonia 2008 y a un octavo y un décimo lugar en los Juegos de Londres y Río, respectivamente.
Mientras que a nivel juvenil, también destacó hace unos años Joaquín Ballivián, quien batió en 2012 el récord sudamericano juvenil de lanzamiento de la bala.
Marco Antonio Verni, ex lanzador de bala y plata panamericana en Santo Domingo 2003, asegura que el éxito de los lanzadores está en la generosidad para transmitir conocimientos.
"Hay una camaredería única dentro de los lanzadores. Se comparte mucho, se comen asados, lo que genera unión y un intercambio de conocimientos más fluido que en otras áreas del atletismo. No digo que los entrenadores ahí sean enemigos, pero hay roces", asegura.
Gracias a esos lazos de fraternidad, Verni explica que "se ha generado una escuela y el tipo de entrenamiento se acomoda a la cultura chilena. Hay bastante técnica y no hay secretos, sólo trabajo. En ese sentido, destaca la Católica, que en las décadas del 90 y 2000 trajó entrenadores rusos".
El dueño del récord adulto de lanzamiento de bala agrega: "Yo en mi época generaba buenas amistades. Por ejemplo, conversaba con el español Manuel Martínez, bronce olímpico en los Juegos de Atenas, y siempre tuvo una gran disposición".