Después de la dura caída frente a Ecuador, en Quito, Chile cerró la primera rueda de las Eliminatorias para el Mundial de Rusia en un indecoroso séptimo puesto, con apenas 11 puntos. Un lugar que no estaba ni en los cálculos más pesimistas y que menos se condice con el rótulo que los propios jugadores de la Roja se han encargado de relucir hasta el hartazgo: el de bicampeones de América.
El registro es preocupante, sobre todo porque los antecedentes históricos juegan en contra del equipo nacional. Desde que se instauró el actual formato de Eliminatorias en Sudamérica, que implica enfrentamientos todos contra todos, sólo una vez un equipo que ocupó el séptimo casillero al término de la primera tanda logró clasificar al Mundial en forma directa. Fue la propia selección chilena, en la ronda previa a Francia 1998.
La Roja marchaba en el séptimo puesto entre nueve escuadras (ese año, Brasil no peleó un cupo, pues lo tenía garantizado por ganar el Mundial de Estados Unidos 1994). Tenía nueve puntos. Una producción brillante en las revanchas (cinco triunfos, un empate y dos caídas) le permitió acumular 25 unidades, trepar hasta el cuarto puesto e inscribirse en la cita gala.
El otro que logró sobreponerse, aunque no insertarse entre los cuatro mejores fue Uruguay. En la ruta hacia Alemania 2006, la Celeste terminó la ronda inicial en el séptimo lugar, con 10 unidades, los mismos que tiene hoy el equipo de Pizzi. Se repuso y logró rematar en el quinto lugar y disputar el repechaje, pero se inclinó en la serie frente a Australia, en definición por penales.
Otros motivos para preocuparse. El primero: salvo los dos casos citados, los equipos que llegaron séptimos al fin del primer ciclo, no lograron superar esa vara. En 2002, Chile terminó último. Previo al torneo de Sudáfrica, Colombia mantuvo el puesto, lo mismo que Perú antes de la cita en Brasil. Y el último: en la segunda rueda, la escuadra nacional tendrá que visitar a tres rivales que lo anteceden: Colombia, Argentina y Brasil.