En el limbo celestial, un grupo de burócratas con espíritu de servicio se dedica a hacerles las cosas más fáciles a los mortales que acaban de abandonar la Tierra. Con metódica atención, les preguntan qué recuerdos quieren atesorar antes de pasar a mejor vida. Es decir, antes de ir al cielo. Con aquella memoría vivirán para siempre y el resto de su existencia terrenal será borrada de su mente: así es la vida en las puertas del cielo.
La película After life (1998) del japonés de Hirokazu Koreeda (1961) es la descripción de una semana en este limbo oficinesco y algo prosaico. Los propios empleados tienen sus inseguridades y a veces se ven reflejados en las historias que les cuentan los recién muertos. La cinta no tiene las imágenes con filtro ni las músicas celestiales tan atribuibles al modelo de Hollywood. Es, por el contrario, una humanista y emotiva reflexión sobre la vida y la muerte.
Reestrenada el jueves pasado en el Centro Arte Alameda, After life cumple además un pequeño milagro en la cartelera local: se puso en exhibición tras la positiva respuesta de público que ha tenido De tal padre tal hijo, del mismo Hirokazu Koreeda. De esta manera, mientras la pantalla grande del Centro muestra el último largometraje del japonés, una de sus salas pequeñas exhibe su segunda película de ficción.
Hasta el lunes pasado De tal padre, tal hijo acumulaba 1.098 personas, una cifra no menor para las dos semanas y media de exhibición. Aprovechando el vuelo, se reestrenó After life, que en el año 2000 entró a cartelera en abril y luego en agosto, respondiendo al éxito de asistencia. Formado en el documental y con especial talento para mostrar en forma natural las huellas del tiempo, Koreeda sigue exhibiendo el mismo pulso para narrar sus pequeños cuentos de vida. Sus personajes tienen la particularidad de deslumbrar a pesar de sus vidas en apariencia comunes y hasta pueriles. Se podría decir que sus películas son emotivos álbumes familiares de fotos: en After life cada personaje debe encontrar su, por decirlo de algún modo, mejor foto y llevarla al más allá. En De tal padre, tal hijo, que trata sobre el drama de dos niños cambiados al nacer, las diferentes familias intercambian las imágenes que más quieren de sus pequeños.
A Koreeda le importan el paso de las estaciones, el tiempo dedicado a la familia, los felices años de adolescencia, el nacimiento de los hijos. Todas estas postales de la memoria desfilan en ambas producciones, que en su exhibición conjunta dan cuenta de la coherencia temática de unos de los directores más importantes del cine japonés. Hirokazu Koreeda ha crecido y también han ganado categoría sus creaciones: si en un 1999 After life obtuvo el primer premio en el Festival de Cine de Buenos Aires (Bafici), en el año 2013 De tal padre, tal hijo se quedó con el Premio del Jurado en Cannes.
Afortunadamente su creatividad no para y es probable que en mayo el festival galo estrene su último trabajo, Unimachi diary, otra historia familiar, esta vez acerca de tres hermanas que viven en casa de su abuela.