El último 27 de agosto, Nicolás Massú anunció su retiro del tenis profesional, una fecha doblemente simbólica para los Massú Fried. Ese mismo día, pero hace 67 años, Ladislao Fried y Veronika Vegvari dejaban Hungría y el sufrimiento del Holocausto, para iniciar una nueva vida al otro lado del mundo.
La joven pareja se instaló en la apacible Viña del Mar, donde el patriarca siguió cultivando su pasión por el tenis en el Club Unión, donde jugó hasta los 83 años. Su esposa solía acompañarlo y también entraba a la cancha con él.
Luego, llegarían los hijos y los nietos. A todos ellos, se les inculcó la valoración por lo que tienen y el sacrificio para conseguirlo. También, el amor por el deporte. De esa manera, Ladislao cultivó en su nieto Nicolás la pasión por el tenis. De hecho, él y su esposa le hicieron un significativo obsequio cuando sólo tenía cinco años.
"Estábamos con mi marido en un restaurante en Suiza, cuando un señor entró con una raquetita. Inmediatamente, pensamos en el 'Nico' y se la compramos. Fue su primera raqueta", relata Veronika.
Esta creciente pasión tuvo sus primeros inconvenientes, cuando las paredes del edificio donde vivía se transformaron en un frontón, donde el pequeño practicaba.
Esto produjo algunos roces entre sus padres y los demás habitantes.
"Nuestros vecinos eran jubilados y gente de plata. El 'Nico' bajaba al patio a paletear y los viejitos reclamaban, porque no podían dormir la siesta. Como yo era parte de la Junta de Vigilancia del edificio, me pidieron que hiciera una línea imaginaria para que él no la traspasara. Por supuesto que yo me indigné y me opuse. Con el paso de los años, Nicolás empezó a ganar torneos y los viejitos se cachiporreaban con él", recuerda Manuel Massú, padre del tenista.
Las visitas a la casa del abuelo Ladislao eran frecuentes y Nicolás con Jorge Andrés, su hermano mayor, aprovechaban los pasajes colindantes para jugar. En eso estaban, cuando el 3 de marzo de 1985, a las 19.47, la tierra comenzó a moverse con brusquedad. Pronto, la gente entró en pánico, pero los niños siguieron jugando.
"Fui rajado a buscarlos, estaba un poco desesperado. Los veo que están paleteando y los agarro para sujetarlos. Al principio no sabían lo que estaba pasando, porque nunca habían vivido un terremoto. Luego se asustaron un poquito", comenta el progenitor.
Las otras pasiones
A los cinco años y medio, Nicolás fue matriculado por su abuelo en el Club Unión. También lo acompañó Jorge Andrés, aunque desistiría rápido. "Partimos jugando juntos, él jugaba mejor que yo. La verdad es que jugué el primer torneo y me despacharon altiro, así es que no quise jugar más, aparte que hay que dedicarse al tema y ser constante, sacrificar muchas cosas de la juventud y de la vida familiar", apunta el hermano mayor.
Ambos también entrenaron juntos en la escuela de fútbol de Everton, el club de sus amores, donde el "Vampiro" resaltaba como volante de creación. Ahí, también rápidamente él y su familia se hicieron conocidos. Su madre, Sonia Fried, siempre lo acompañaba a todos los eventos y llamaba la atención por su personalidad y su capacidad organizativa. Como su hijo era fanático del cuadro "oro y cielo", se hizo una costumbre que cada 10 de octubre, el plantel del conjunto viñamarino apareciera en los cumpleaños del pequeño.
"Le organicé el cumpleaños a Nicolás en varios lugares: en el Sporting, en el Club Israelita... Y yo hablaba con los jugadores para que lo fueran a saludar. Pasaban, se servían un hot dog y compartían. Recuerdo a Edgardo Geoffroy y a Edgardo Araza. Otras mamás preferían llevarles payasos a sus hijos, pero yo optaba por llevarle a los jugadores de Everton", rememora la popular "Tía Sonia".
También el rugby, deporte oficial de su primer colegio, el Mackay, y el cross country apasionaban a Massú. "El era bueno para todos los deportes, llegaba siempre con premios, sobre todo en las competencias de colegios ingleses", agrega su mamá.
Sin embargo, Ladislao y el entrenador Enrique "Quique" Cortés se encargaron de que el inquieto deportista optara por la raqueta. "Mi éxito fue sacarle el fútbol. Siempre llegaba aquí diciendo que quería ser futbolista profesional. Un día le expliqué lo que significaba eso y le dije algunas otras cosas no muy lindas. Al tiempo, llegó diciendo que sería tenista profesional. No me quedó más que felicitarlo", narra su primer técnico.
El formador cuenta un episodio que le hizo entender que estaba frente a un jugador distinto. "El quería ganar siempre. Una prueba de ello es que siendo muy chiquitito yo le tiraba la pelota y no llegaba. Ahí la tomaba con la mano, se la ponía en la raqueta y me la tiraba al otro lado. Luego me decía 'punto mío, punto mío'. Ahí me di cuenta de su mentalidad", destaca.
Cortés también explica que "en el horario en que él podía venir, había un grupo de menores condiciones que las de él, por lo que opté por ponerle un profesor aparte para que entrenara con él. Sin embargo, el 'profe' me reclamaba, porque el 'Nico' se picaba, porque era demasiado competitivo".
En micro a Villa Alemana
Poco después de cumplir 11 años, un nuevo personaje entra en la vida de Nicolás Massú. Es Leonardo Zuleta, un profesor de educación física, quien en ese momento tenía una sola ambición: ser el mejor entrenador del mundo.
En Villa Alemana tenía su academia, la ATNZ, que funcionaba en el complejo Valle Dorado. Ahí, Massú compartiría con varios jugadores, entre los que destacaban Phillip Harboe y el futuro modelo y candidato a diputado, Patricio Laguna.
Al principio, su padre lo iba a dejar en auto a Villa Alemana. Un poco más grande, tomaba una antigua micro para llegar hasta el centro de la ciudad. Desde ahí caminaba un largo trecho hasta el centro de entrenamiento, donde se quedaba todo el fin de semana.
El ex capitán de Copa Davis desclasifica el primer viaje al extranjero de Massú: "Cuando llegamos al aeropuerto de Miami, 'Nico' se desapareció. Al final lo encontramos por el lado de la aduana. Era así, un tipo explorador".
En esa misma gira, el futuro doble campeón olímpico lograría su primer torneo e iniciaría un camino que tendría hitos en juniors como los títulos de Wimbledon y el US Open, en dobles (este último con Fernando González) y la corona del Orange Bowl, en singles.
En otra ocasión, mostró su carácter en un partido. "Un día estaba jugando y lo veo puteando y recriminándose. Termina y le pregunto cuánto perdió; me contesta: 'Gané 6-2, 6-1'. Así era él, no se permitía errores. Siempre fue muy competitivo", añade.
Por otra parte, también era un estudioso de los rivales, y con el tiempo su hermano menor, Stefano, se convirtió en su gran asesor. "Yo le ayudaba mucho con las estadísticas, porque me gustaba saber. Le hacía informes con los datos. Me preguntaba '¿cómo viene este hueón?', y yo le buscaba la campaña", explica el menor del clan.Económicamente, debió enfrentar algunos padecimientos. "En su primera gira a Europa, Carlos Herrera sacó de una bolsita negra US$ 7.000 para que Nicolás pudiera viajar. Nos dijo que se lo devolviéramos cuando pudiéramos. Afortunadamente, los resultados vinieron rápido y menos de un año después, se lo pudimos devolver", afirma Manuel Massú.
Ana María Loyola, su profesora en el colegio Mackay, describe a Nicolás "como un niño muy sacrificado. Tenía una carga horaria inmensa, pero aún así nunca llegó tarde ni menos faltó sin razón. No tenía malas notas, era de promedio 5,5, y nunca fue rebelde ni irrespetuoso. Además, era muy leal con sus compañeros, capaz de echarse la culpa por salvar a alguien".
Cuando ya el tenis se apoderó de su vida, Massú debió abandonar el Mackay, pues no le dieron las facilidades que necesitaba. Sí las tuvo en el San Patricio y en el Stratford. Finalmente, terminó su educación con exámenes libres. Ahí la miss Loyola nuevamente cumplió un rol fundamental, pues lo ayudó a preparar las materias.
A punta de esfuerzo y sacrificio, Nicolás Massú superaría otras pruebas y demostraría a Chile y al mundo que nada es imposible.