En San Carlos de Apoquindo hay una experiencia bastante familiar, considerando la situación que está viviendo Fernando Cordero. En 2006, José María Buljubasich, actual gerente deportivo, quien en ese tiempo defendía al elenco de la franja, debió ser intervenido por un tumor cerebral benigno. El Tati pudo volver a jugar por Católica y nunca más presentó molestias.
Otro compatriota y colega suyo, Germán Burgos, también debió lidiar con una situación parecida aunque más compleja. El Mono fue diagnosticado en 2003 con un cáncer de riñón, por el que debió someterse a una cirugía urgente. Luego jugaría un año más antes de retirarse.
El holandés Arjen Robben es uno de los jugadores más destacados del mundo. En 2004, cuando defendía a los colores de Chelsea, se le detectó un cáncer testicular.
“Tenía mucho miedo. Vivir sin que el fútbol fuera lo más importante fue algo difícil. La espera fue terrible. No sabía qué iba a pasarme”, reveló el puntero, quien pudo superar la enfermedad satisfactoriamente.
Sin embargo, hubo otros casos que no corrieron la misma suerte. En 1992, Patricio Troncoso, promisorio jugador de Palestino, no pudo superar la misma enfermedad del talentoso Robben y terminó falleciendo a los 22 años.
Una situación similar le sucedió al portero argentino Gustavo Eberto. El ex arquero de Boca Juniors y Talleres de Córdoba luchó durante un año y medio contra esta dolencia. Sin embargo, no logró recuperarse y falleció a los 24 años, en 2007.
En la banca también hubo entrenadores que no pudieron con la enfermedad. Uno de ellos fue el español Tito Vilanova, quien dirigió al Barcelona entre 2012 y 2013. Un cáncer en la glándula parótida lo obligó a renunciar y luego puso fin a su vida en abril de 2014.
En el plano local, Nelson Oyarzún murió dirigiendo a Ñublense. Con apenas 35 años, Consomé falleció de un cáncer gástrico el mismo día en que su equipo venció por 2-1 a Colo Colo en Chillán.