Alemania lo hizo otra vez. Como en el Sánchez Pizjuán de Sevilla y el Jalisco de Guadalajara. Ahora fue en el Maracaná. Repitiendo lo acontecido en 1982 y 1986, la selección germana dejó en el camino a Francia y se instaló entre los mejores cuatro de la Copa del Mundo de Brasil. Paternidad pura. El 1-0 del elenco de Joachim Löw sobre los galos le aseguró un lugar en la semifinal del próximo martes en Belo Horizonte, donde se medirá con el ganador del duelo entre Brasil y Colombia.
Con ambos equipos ya se enfrentó en los Mundiales. Ante los cafeteros, por ejemplo, lo hizo en 1990, cuando igualaron 1-1 en Milán, mientras que con el Scracth está la final de 2002, donde los verdeamarillos se impusieron por 2-0 con anotaciones de Ronaldo.
De la anhelada revancha francesa, ni luces. El combinado galo volvió a fallar cuando el favoritismo recaía sobre sus hombros. Esa pesada mochila, tal como en el 82 y 86, terminó por atar a un equipo que nunca lució cómodo ante la aceitada máquina alemana, y que salvo algunas intentonas de Valbuena y Pogba, pocas veces pudo superar en el trámite a su rival.
Alemania, como si sus futbolistas lo trajeran en el ADN desde la cuna, dejó en claro que está acostumbrada a definir en estas instancias. Conoce el libreto. No por nada sumó su cuarta semifinal consecutiva en los mundiales, un hecho inédito en la historia del torneo. Entonces, cuando todos suponían saldría a esperar a Francia, Löw mandó a golpear de entrada. Así comenzó a ganar el partido, desde la personalidad y la búsqueda.
El técnico mandó a Miroslav Klose como centrodelantero, retrasando a Müller a la posición de extremo. Reubicó a Philipp Lahm en el lateral derecho. Con una formación más lógica, el elenco germano dominaba las acciones y limitaba a Francia a pelotazos largos, para buscar a Karim Benzema.
Francia se mostró sorprendida. No encontraba la forma de organizarse y para colmo, corría detrás del balón. Pogba era el único que entendía cómo había que jugar, pero no tenía compañía. Entonces, mientras los galos trataban de encontrale una solución a lo que planteaba el partido, Mats Hummels abría la cuenta con un cabezazo. Es decir, si ya el partido se hacía cuesta arriba desde el trámite, con el marcador en contra los dirigidos por Didier Deschamps, comenzaron a sufrir desde lo sicológico.
Con la ventaja, Alemania cedió terreno y posesión. Se agazapó en su zona, atrayendo a Francia hacia su trampa defensiva. Así se sentía cómodo el cuadro germano, que ni siquiera lucía desesperado por liquidar el partido a través de un contragolpe.
Aquella falta de ambición se tradujo en que Miroslav Klose, que tenía la posibilidad de quedar como el exclusivo goleador de la historia de los mundiales, perdiera protagonismo. A sus 36 años, lo que menos necesita es un equipo largo. Aquel desgaste a la postre terminaría sacándolo del partido en el segundo tiempo sin extender su marca.
Igualmente, a esa altura, Francia sólo era una suma de voluntades frente los panzers de Löw, que una y otra vez hacían valer su mayor fortaleza física. De Benzema ya no se tenía noticias en el área germana, salvo sobre el final, cuando exigió a una buena intervención de Neuer. Los galos terminarían rodeando a su rival, sin embargo, aquello no sería suficiente.
Igualmente, aquel dominio poco le importó a Alemania, que con la chapa de siempre, terminó por darle una nueva bofetada a Francia en los mundiales. La historia volvió a repetirse. Como en 1982 y en 1986. Ahora, ya instalados entre los cuatro mejores, los germanos buscarán llegar a una final que se les niega desde 2002.