En una sala, 29 niños de prekínder y kínder de la Escuela especial de lenguaje Abelardo Iturriaga Jamett, en Providencia, de entre cuatro y cinco años tienen una visita: la bióloga de la UC Katia Soto, quien trabaja en la empresa de investigación en microbiología uBiome. Antes de que pueda decirles que les viene a contar sobre una presentación que hizo especialmente para ellos llamada "Un viaje entre los miedos y nuestro universo bacteriano", los niños –muy educados y entusiastas- también se presentan, todos al mismo tiempo.
La visita de Katia Soto es parte de la iniciativa 1.000 Científicos 1.000 Aulas, del programa Explora de Conicyt, que desde el año 2000 lleva a los científicos a compartir sus experiencias y dar charlas a estudiantes para despertar el interés por la ciencia, explica Natalia Mackenzie, directora de Explora. En 2016 participaron 892 investigadores que realizaron casi 1.800 encuentros para 77 mil estudiantes.
El desafío de Katia es hacerlo con preescolares con trastornos específicos del lenguaje (TEL) que están muy entusiasmados y a quienes sus profesoras les pidieron antes que dibujaran lo que les da miedo. Aparecieron dragones, zombis, monstruos, fantasmas, gérmenes, arañas, moscas, abejas y hasta la oscuridad, graficada en una persona con la boca abierta y mucho negro a su alrededor. La bióloga quiere conversar sobre eso desde la ciencia y parte contándoles que ella trabaja mirando en el microscopio bacterias y gérmenes.
Katia agrega que a los científicos les encantan los misterios y lo que más les gusta es descubrir de qué se tratan, "como a Scooby Doo", acota un niño que se llama Tiago, desde la tercera fila. Les dice que la oscuridad –esa que a algunos les da susto- les permite hacer mirar al cielo y apreciar mejor las estrellas y la Luna.
-¿Y de qué están hechas las estrellas?, pregunta ella.
-De queso, responde un niño que se llama León.
-No, porque la Luna es de queso, interrumpe una niña.
Los niños llegan a un consenso o algo parecido: finalmente las estrellas están hechas de rocas, pero "muy blandas". Ella les cuenta que las estrellas se miran a través de los telescopios, que están en el norte de Chile, y a través de ellos se puede ver que por ejemplo los anillos de Saturno están hechos efectivamente de rocas. "¿Y por qué no se caen entonces?", pegunta alarmada Celeste, y Katia les explica cómo funciona la fuerza de gravedad.
También les cuenta que su científica favorita es Marie Curie, la polaca que se convirtió en la primera mujer en recibir un Premio Nobel. "Ella nos enseñó que cuando logramos descubrir de qué se tratan los misterios les perdemos el miedo", dice.
Las amigas bacterias
Las profesoras Claudia Verdugo (prekínder) y Carmen Luz Barros (kínder) se enteraron de que existía 1.000 Científicos 1.000 porque participaron en otra iniciativa de Explora llamada Tus Competencias en Ciencias (TCC), que capacita a educadores para promover la valoración de la ciencia desde párvulos a cuarto básico. Los resultados, dice Claudia, han sido buenos. "Los niños son capaces de formularse preguntas, plantearse hipótesis, comprobarlas o rechazarlas. El trabajo científico les enseña a discutir desde chicos, favorece el trabajo en grupos y al mismo tiempo la autonomía", explica.
Katia subió su charla a la plataforma de 1000 Científicos… y las tías eligieron la suya. Ella ahora les muestra los dibujos que hicieron sobre los miedos y aparece el dragón de Amalia y pregunta "¿Les podemos tener miedo a los dragones?".
-Síiiiii, dice la mayoría.
-¿Y por qué si nunca los han visto?
-Yo fui a un museo con mi mamá y había dragones y dinosaurios, dice León: "Vi un monstruo que me comía y tenía una espada y se la clavé en la boca".
-¿Y lo viste en la vida real o en tus sueños?
-En un sueño, responde y los adultos presentes en la sala no aguantan la risa.
En el proyector aparecen dibujos de gérmenes como otro objeto de miedo de algunos niños y ella habla de su trabajo. Valentino interrumpe y se acuerda de que la tía Carmen Luz le tiene miedo a las bacterias y por eso los manda a lavarse las manos a cada rato. Soto explica que las bacterias fueron los primeros seres vivos que poblaron el planeta hace aproximadamente cuatro mil millones de años, que los científicos en los laboratorios las estudian para no tenerles nunca más miedo y que en el microscopio se ven como chubis porque ellos las pintan de colores para verlas. Pero los niños no saben qué son los chubis.
-¿Alguno ha visto gérmenes alguna vez?
-No, responde Tiago. Porque no los podemos ver a simple vista.
-¿Y por qué no los podemos ver a simple vista?
-Porque son muy chicos, responde otra vez Tiago y lo felicitan.
-Oye, tía, me pica algo, parece que es una bacteria, dice León rascándose la oreja.
-¿Las bacterias nunca mueren?, pregunta Santiago.
-Qué buena pregunta, dice ella. Sí, se pueden morir, por ejemplo, cuando tomamos antibióticos. Pero las bacterias no quieren hacernos daño, simplemente viven su vida y cumplen su función.
-Como la bacteria cosquillosa, insiste León con su picazón.
La charla termina con el experimento para que conozcan sus propias bacterias. Cada uno se pasa una suerte de cotonito por alguna parte del cuerpo: cuello, ombligo, dientes, nariz y hasta en la pared, y luego "siembran" la muestra en una placa donde una solución hará crecer a las bacterias en un par de días para luego verlas con una lupa. ¿Cómo creen que van a ser sus bacterias cuando crezcan?", pregunta Carmen Luz. "Roja", dice León. "Como un círculo y con púas", lanza Gabriel. "Como una botella", dice Catalina. "Yo quiero ver crecer a mi bacteria cosquillosa", dice entusiasmado León.
Más tarde los niños tendrán que dibujar lo que aprendieron: "Varios retrataron a Katia como una bacteria", cuenta Carmen Luz. Katia se va contenta. "Los investigadores tienen que salir del laboratorio a hablarles a los estudiantes, y atreverse con los más chicos. La curiosidad se siembra en la primera infancia", dice camino de vuelta a su trabajo.