Si van a usar este tipo de aplicaciones, ojo con los lugares cerrados: el GPS se pierde y genera distancias que no se recorrieron. Tampoco olvide colocar terminar. El miércoles lo hice y me calculó el viaje en metro como si lo hubiese caminado. Ese día el celular me dijo que caminé 6,44 km en 30 minutos y bajé 450 calorías. Pura fantasía.
Lo que como
Comer con los números en la cabeza no es lo mío, aunque quizás debería hacerlo. Las guías de calorías son las aplicaciones más populares para teléfonos y tras probarlas, puedo decir que son bastante certeras.
Buscando las más recomendadas, llegué a una llamada Meal Snap (tres dólares, App Store) cuya premisa era demasiado buena para ser real: sólo sacando una foto de tu comida el sistema es capaz de adivinar qué es y cuántas calorías tiene.
Comencé con algo sencillo: un pote de yogur. Tomé la foto y dos minutos después decía "1 Yoghurt Container" con un estimado de 82 a 123 calorías. Impresionante. Lo mismo pasó con el desayuno, un snack y el almuerzo. Impresionante. Eso sí, los rangos de calorías que entrega por comida son muy amplios: de 190 a 290 por un yogur con cereales o de 212 a 318 por un plato de arroz con carne. La suma final del día era en un rango de 1.500 a 2.000 calorías. Poco preciso, aunque muy práctica.
Mucha más exacta es Calorific (gratuita tanto en Android como en iPhone). El sistema no sólo me impuso un límite de calorías diarias (1.400), sino que en proporción saludable. Aquí el usuario debe anotar cada cosa que come.
El sistema divide los grupos de alimentos en tres: el grupo verde con frutas, verduras y legumbres; el grupo amarillo con los derivados de granos; y el rojo, con carnes y dulces. Al final del día, la aplicación no sólo te cuenta las calorías consumidas, sino la proporción de cada grupo. El ideal es 50% verde, 35% amarillo y sólo 15% rojo. ¿Mi resultado? Ningún día superé el 30% de comida verde e incluso hubo un día en el que la mayoría fue roja. Mis calorías diarias: la mayoría de los días sobre 1.800. Reprobado.
Sueño profundo
Por muy adicto que sea a mi smartphone, nunca pensé que lo terminaría usando incluso mientras duermo. Eso hasta que conocí a los Sleep Trackers, aplicaciones que se usan para medir el sueño. Hay varias alternativas. Para Android está SleepBot y Sleep as Android (ambas gratis) y para iOS, Sleep Cycle (dos dólares). Todas funcionan de la misma manera: se abre la aplicación, se coloca el celular bajo la almohada y antes de cerrar los ojos, se activa.
Luego, los sensores de movimiento percibirán cada movimiento y sonido hecho por la persona durante la noche, para determinar su calidad de sueño. Al otro día un montón de gráficos te muestra qué tan bien dormiste, qué ruidos hiciste y cuánto te moviste. Según las aplicaciones, estoy bien: el 60% del tiempo que duermo estoy en sueño profundo, lo que me permite descansar, según la aplicación.
Lo mejor: las aplicaciones dicen que ni ronco ni hablo despierto, como asegura mi polola. Los sistemas graban el audio de toda la noche. Y al escucharme sólo se sentían los sonidos de la almohada contra el micrófono.
Estresado
De todas las aplicaciones que probé, la que más impacto causó entre mis compañeros de trabajo fue StressCheck (gratis, para Android) y, tal como su nombre pronostica, se trata de un sistema que indica el nivel de estrés de la persona mediante la medición de sus pulsaciones.
El sistema dice ser preciso y las comparaciones con la vida real así lo mostraban: mientras mi editora tenía un puntaje sobre 80% en plena hora de cierre; el lado más calmado de la redacción no sobrepasaba el 20%. ¿Yo? Al iniciar esta nota la aguja llegó a 63% de estrés y tras finalizarla, sólo marcaba 35%. Más preciso, imposible.