Daniela Villanueva (23) estaba en sus vacaciones viendo Grey's Anatomy cuando su mamá le dijo que pusiera las noticias porque estaban hablando de su universidad. Cuando le preguntó qué canal, la mamá respondió: "Da igual, está en todos lados".
Al mismo tiempo empezaron a sonar las notificaciones de los grupos de WhatsApp. Todos sus compañeros de psicología saturaban las redes con la histeria de ver en la prensa que su universidad estaba en quiebra y que podía cerrar. Las vacaciones habían terminado y marzo derribaba la puerta.
Supo que había llegado lo peor. Y aunque esperaba ese momento desde 2014, cuando entró a la universidad, la primera semana de marzo de 2017 trajo todo de vuelta: la angustia, los dolores de cabeza, las náuseas.
2014 parece ser el punto de quiebre. El momento en el que sintieron que sus futuros tambaleaban. Y coincide, precisamente, con la retirada del Partido Comunista del establecimiento. Según consignó Ciper, a finales de 2012, un año antes de la salida oficial del PC, se retiraron utilidades por $530 millones. El déficit millonario de la universidad sólo se acrecentó en el tiempo y uno de sus pocos ingresos consistía en el Crédito con Aval del Estado (CAE), que se suspendió por dos años en 2008 por fallar en la acreditación. Fue el 28 de febrero de este año cuando se hizo oficial: el tribunal decretó la quiebra por las deudas que arrastraba y se estableció un liquidador para incautar los bienes (ver recuadro). La Arcis, en su mejor momento, llegó a contar con 6.800 estudiantes.
Daniela siempre buscó estar preparada para este momento. Cuando llegó a la Arcis —proveniente de la ex Ucinf, que fue comprada por la Universidad Gabriela Mistral—, se dio cuenta de que la crisis se palpaba en las salas de clases. Los profesores despedidos que no llegaban a impartir sus cátedras eran el símbolo de que las cosas estaban empeorando. Y que nada lograba detener la crisis.
Entonces, decidió tener sobrecarga académica: en vez de seis ramos, como es costumbre, tomó 10. En ocasiones, 11. Tenía que apurarse porque la universidad tambaleaba y era una carrera contra el tiempo. Y contra las deudas. Ya con tres años cursados —le convalidaron dos—, debe $11 millones por el CAE. El año pasado le pasó la cuenta. Se empezó a enfermar por el estrés y tuvo que atrasarse un semestre. Ahora le queda un año completo por cursar, debe hacer la práctica y la tesis.
Pero despidieron a su coordinadora de práctica la misma semana que su universidad aparecía en las portadas de los diarios. Se tuvo que conseguir una empresa para su práctica por sí sola, pero la cuestionaban en la mayoría de los lugares en que la entrevistaban: "¿Tu universidad es la que está cerrando?". Y tenía que volver a empezar.