Las tormentas solares de septiembre aturdieron por un par de días al Suchai, el primer satélite fabricado en Chile. Marcos Díaz, líder de este proyecto de la U. de Chile, dice que el incidente fue uno de los momentos más complejos desde que el aparato llegó al espacio en junio, pero asegura que los mayores desafíos han estado en tierra. Esto, porque hay que monitorear el satélite las 24 horas y los 7 días de la semana, lo que requiere de más recursos humanos para su control y del óptimo funcionamiento de la antena que recibe los datos.
El Suchai, un cubo de 10 cm por lado, se controla desde el Laboratorio de Exploración Espacial y Planetaria (LEEP) de calle Beauchef, en Santiago. Aquí se sigue la ruta del satélite, se descargan los datos de los experimentos a bordo y ya se trabaja en la construcción de los Suchai II y III. Los nuevos aparatos tendrán el triple del tamaño del nanosatélite que está en órbita. "Estamos a un año de terminarlos (…) muchos de los sistemas ya están siendo ensamblados", comenta Díaz.
Las misiones de los nuevos aparatos, y en particular la del actual satélite, son hasta ahora científicas. Por ejemplo, hoy se estudia cómo se comporta la electrónica de los aparatos en un espacio distinto al que fueron creados, tema sensible para futuras misiones.
El Suchai, que se lanzó desde la India la medianoche del pasado 22 de junio, ya cumplió con todos sus objetivos para los que fue creado, desde la puesta en órbita hasta el envío de datos. "Lo que viene ahora es pura ganancia", dicen los miembros del equipo del LEEP.
Este satélite, cuyo nombre es una mezcla entre Satellite of the University of Chile for Aerospace Investigation y el mapudungún Suyai, que significa "esperanza", tiene una vida útil de seis meses a dos años y ya lleva cuatro meses en órbita, lo que se escapa a la norma de este tipo de lanzamientos. Marcos Díaz dice que en el caso de los grupos "primerizos" el porcentaje de éxito es menor a un 20%.
En el LEEP señalan que los nanosatélites, también conocidos como cubesats, son una tendencia. Díaz explica que empresas como Planets Labs ya ofrecen imágenes para la industria agrícola.
Con la experiencia del Suchai, que costó US$300 mil, se podría explotar el área de telecomunicaciones dentro de los próximos años. Los nanosatélites permiten conectar y recibir datos de sensores en lugares remotos para usos agrícolas o monitoreo de la marea roja, explica Carlos González, ingeniero del LEEP. "No necesitamos gastar US$ 100 millones, con US$ 5 millones podríamos construir una constelación para dar ese servicio para el país y para todo el mundo", indica.
Marcos Díaz fue el único de todo el equipo que pudo estar en India para presenciar el lanzamiento del Suchai. Hizo una apuesta arriesgada conociendo el bajo porcentaje de éxito de las primeras misiones. No lo dudó, pidió vacaciones y llevó a su familia hasta el Centro Espacial Satish Dhawan, para que su hija Esperanza (en quien se inspira el nombre al satélite) fuera testigo de este hito que abrió la puerta, además, a la difusión de la ciencia espacial a la comunidad, en lugares tan diversos como Punitaqui o San Joaquín.
"Es mentira que a la gente no le interesa la ciencia, cuando los niños ven esto abren los ojos", manifiesta González.
Así lo ha constatado Paulo Cendegui, profesor del colegio técnico Horacio Aravena Andaur, ubicado a cinco cuadras de la población La Legua, en San Joaquín.
"Chicos de cuarto medio que no tenían interés de estudiar ahora quieren saberlo todo", dice Cendegui sobre el impacto del Suchai.
Los alumnos de este colegio, donde hoy desarrollan talleres de cohetería, han ido al LEEP y los expertos de la U. de Chile los han visitado. A tal punto han estrechado lazos, que podrían operar el satélite el próximo año, gracias a un proyecto piloto.
Además, dado el interés de este colegio en el espacio, Cendegui ya se contactó con la Nasa para agendar una entrevista con un astronauta de la Estación Espacial Internacional. Serán el primer colegio de Chile en tener esta experiencia en 2018.