La configuración urbana influye en la calidad de vida y determina, a su vez, la confianza entre los vecinos de un barrio. Y si bien un 46% de los chilenos confía en sus vecinos, preocupa que un 30% admita confiar muy poco o poco en ellos.

Así lo revelan los resultados de uno de los capítulos del Estudio Longitudinal Social de Chile (Elsoc), del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (Coes), que incluyó tres mil encuestados.

Las variables que hoy generan conflicto en la cohesión barrial, dice el trabajo, son la densidad, la tenencia de la vivienda (en especial la modalidad de arriendo), el tiempo viviendo en el barrio, los niveles socioeconómicos y el tamaño de las ciudades. Influyen, además, las zonas en que se viva.

María Luisa Méndez, investigadora principal Coes y directora de Sociología de la U. Diego Portales, explica que los datos revelan que esta baja confianza con el vecino está muy relacionada con el lugar de residencia. "En barrios de zonas periféricas, que son producto, por ejemplo, de erradicaciones, se confía menos en los vecinos y es donde hay mayor densidad; es un contacto más saturado".

A medida que suben el capital económico y el nivel educacional, la confianza en los vecinos se eleva. En grupos de más bajos ingresos, sólo el 41% confía en ellos, mientras en el nivel alto, el 60%. En los que tienen vivienda propia llega al 49% y en los que arriendan, cae al 36%.

El estudio también resalta el bajo nivel de interacción social, medido por las visitas que se realizan entre las personas. El 63% ha visitado menos de dos veces a sus vecinos en el último año. De hecho, el 33% nunca lo hizo. Además, se consigna que sólo un 16% participa activamente en una organización local.

El estudio resalta que una sociedad se mantiene unida por la confianza y cooperación, junto con compartir cierta identificación, arraigo y sentido de pertenencia.

Para Ernesto López, investigador COES y académico del Departamento de Urbanismo de la U. Chile, la confianza aparece como un elemento importante para evitar conflictos micro-barriales. "Permite barrios más cohesionados. También implica mayor resolución de conflictos, permite obtener proyectos del estado a través de postulaciones a subsidios comunes. Las comunidades cohesionadas responder mejor a los problemas delincuencia, tienen más temas de auto cuidado", indica.

Factor desigualdad

La forma de vivir en los barrios cambió y en esa nueva configuración influyó la política sobre vivienda que se desarrolló en Chile a fines de los 70, indica Méndez. "Se buscaba una transformación estructural de la sociedad, con barrios de altos ingresos y suelos de alta renta, desplazando a grupos más pobres a tierras más baratas en condiciones de desapego, sin opción de reconstruir redes comunitarias".

Una estrategia que en las últimas dos décadas se ha buscado revertir, por ejemplo, erradicando campamentos. "También hay programas que incentivan la sociabilidad y participación, pero en un contexto de fuertes desventajas no es fácil revertir una situación estructural", agrega Méndez.

La confianza influye en la opción de construir comunidad en la escala del barrio. "Cuando los contactos sociales de cada uno no están en el barrio, éste empieza a perder importancia. Los vínculos sociales están deslocalizados", explica Felipe Link, del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales de la U. Católica.

Ello ocurre, agrega, por la política de vivienda social y por el mercado inmobiliario, que no considera un entorno amigable en algunos proyectos, como se ve en las grandes torres. "Las empresas deberían hacerse responsables de su impacto en el desarrollo urbano", dice.

Estar más en contacto, producto de vivir más cerca, podría fortalecer la cohesión social, "pero pasa lo contrario", indica Gabriel Otero, investigador Coes y de la UDP.

El estudio dice que cuando la densidad (medida por el número de habitantes en un ratio de 300 metros en torno al hogar del individuo, y las zonas y escalas geográficas) es alta produce irritación entre vecinos, y los niveles de densidad más altos se dan en la zona norte y el Gran Santiago, con valores de tres mil y cuatro mil habitantes, respectivamente. En el centro-sur, el Gran Valparaíso y Gran Concepción, es menor. "Altas densidades afectan la confianza de los vecinos y bajas densidades también, ya que limitan el contacto social", dice Link.

"Tenemos un gran número de personas en espacios reducidos con precarios accesos a servicios, aéreas verdes y lugares públicos en buenas condiciones. Visitan menos a los vecinos, porque viven a distancias muy grandes. Por algo los movimientos de pobladores piden localizaciones más céntricas, se desarraigan de sus propias comunidades", dice Otero.

"La densidad habla de hacinamiento, ausencia de espacios públicos, escases de recursos, escases de privacidad. Son viviendas que tienen altos niveles de allegamiento. Son problemas reales que han sido visto por la política pública y están asociados a la ocurrencia de otros problemas, alta densidad alto hacinamiento, violencia intrafamiliar", resalta López.

Junto con la densidad, arrendar es otro elemento determinante en la confianza. "Implica menos confianza y arraigo", dice Méndez.

La densidad y la prevalencia del arriendo, dice el trabajo, son consecuencias relacionadas con el reciente giro del mercado inmobiliario. Ambos potenciados por la rentabilidad incrementada a través de la máxima explotación del suelo, edificaciones concentradas en el centro de las ciudades, la creciente densidad habitacional en zonas delimitadas por planos reguladores permisivos y espacio habitables cada vez más reducidos.

"Ahora se ve el tema de los mal llamados guetos verticales, edificios en altura que se densifican en comunas que eran densidad baja, tema que no era nuevo. Si no hacemos nada se seguirá replicando, ya que la mitad de las comunas de Chile no tiene plan regulador actualizado para controlar la explotación inmobiliaria y seguirá pasando lo mismo, con la destrucción del patrimonio que conlleva", dice López.

Es importante reflexionar, dice Méndez, sobre cómo se establece la política urbana. "Cuando nos pregunten por qué la gente no se interesa en participar, se ve que hay un caldo de cultivo para que no se interesen, porque ven que existe una brecha muy grande en lo que ocurre a nivel de política urbana".