Dio una muestra de valentía y jerarquía como lo exigía su figura. Arrancó lento en el partido, quizás calibrando el grado de su lesión. Pero una vez que perdió el miedo, se transformó en la gran figura de Chile, coronando su brillante noche con dos goles propios de su picardía, Primero, a la salida de un lateral y rápida ejecución para sorprender a un flojo Muslera. Luego, para ganar entre los centrales uruguayos en velocidad y superar al portero con un toque suave.
Su magnetismo con el gol en la Selección es uno de los grandes misterios del fútbol. No había entrado en juego cuando ya tenía una anotación en el tablero del partido. Su efectividad, más allá de su inactividad en clubes, lo hace insustituible para cualquier DT. Ya acumula 32 conquistas con la Roja.
El hombre más peligroso de los charrúas. Arrancó el partido a una velocidad impresionante, desnudando todas las falencias del fondo chileno. Además de la apertura de la cuenta, tuvo otras dos chances claras para convertir, además de sufrir un penal de Medel, que fue desestimado por el árbitro Cáceres. Pero tras el descanso, no pareció nunca entrar en el partido y aquello lo pagó caro Uruguay. Se quedó sin su referencia de ataque.
Le ahogó al minuto el grito de gol a Cavani con una gran reacción. Luego no pudo hacer nada ante el delantero del PSG en la apertura de la cuenta. Arriesgó mucho el balón en la salida, privilegiando jugar con sus compañeros de zaga, cuando la jugada marcaba despejar largo. En el segundo tiempo, tuvo una gran contención tras un cabezazo de Coates y coronó su gran actuación atajándole un penal a Suárez.
En los primeros minutos del partido resumió su año futbolístico: errático y nervioso. Regaló cuanto balón pasó cerca de su humanidad a los delanteros charrúas. Aquel inicio condicionó buena parte de su actuación, aunque en el segundo tiempo no padeció tantos problemas. Eso sí, cuesta imaginar que con ese rendimiento del primer tiempo, su titularidad en la Roja perdure mucho tiempo más.
Condicionado por la lesión que sufrió en Barranquilla, no apareció en su real dimensión. Para colmo, perdió la cabeza en los peores pasajes de Chile en el primer tiempo y terminó regalando una tarjeta amarilla que lo margina del duelo de marzo ante Argentina. Tuvo que salir de la cancha absolutamente reventado.
Cuando se dedicó a jugar, demostró por qué es uno de los mejores del mundo. Asistió tres veces a Cavani de cara al gol. Pero tras la apertura de la cuenta, apareció el demonio que suele ensombrecerlo en algunos momentos. Empezó a pelear con los defensores chilenos y con el árbitro, saliéndose increíblemente del partido. No volvió a generar mayor peligro en el complemento, cerrando su mala noche perdiendo un penal ante Claudio Bravo.
Dejó en el camarín la chapa de uno de los mejores centrales del mundo al perder la marca ante Eduardo Vargas en el empate y luego totalmente desubicado en el tercer gol. Esta vez, no le bastó la la experiencia para cuidar su parcela ante los delanteros chilenos.
Sufrió como nunca en el primer tiempo con la presión uruguaya, al punto de ser cómplice directo del gol de los visitantes tras una mala salida con el balón. Pero en el segundo tiempo, con más espacios para maniobrar, demostró por qué es un hombre insustituible en esta Selección. La asistencia para Sánchez en el tercer gol queda como el mejor recuerdo de su gran partido en el complemento.
Recuperó la memoria en el peor momento de Chile. Un desborde de esos con los que brilló en sus comienzos en el fútbol y un centro de manual, que terminó en la cabeza de Vargas. Cerró su sector en el segundo tiempo, luego de ajustar las marcas con Jara. Con la camiseta de la Roja sigue mostrando por lejos un mejor nivel que en su club.
Flojo en el segundo gol de Chile, en el que finalmente abrió el partido. No tuvo mayor reacción ante un remate que no iba demasiado ajustado. Ese error comenzó a inclinar la balanza en favor de la Roja.
Padeció como todo el equipo chileno con la intensidad con la que salió a jugar Uruguay. Le costó encontrar su posición en la cancha y con el balón no era profundo. Pero con el correr del partido fue creciendo en confianza y comenzó a gravitar en el partido. Mérito de Pizzi en sostenerlo en el partido cuando muchos pedían su salida.
Errático en el primer tiempo, contagiado por la gran cantidad d errores del resto de sus compañeros de zaga. Pero cuando calibró a Suárez y Cavani, volvió a tomar el mando de su área y los borró de la cancha.
De los pocos jugadores uruguayos que mantuvieron la intensidad durante los 90 minutos. Un gran despliegue por la franja derecha, que no tuvo la misma respuesta en muchos de sus compañeros.