La urgencia de Adriana Hoffmann
La bióloga ama la naturaleza, pero está con pocas ganas de salir a recorrerla y no sonríe demasiado. Pese a que esta pionera del activismo ambiental ve cómo hoy ese tema va cobrando fuerza a nivel público y entre las generaciones más jóvenes, el de ella ha sido un camino difícil y lleno de reveses. Pese a su desánimo siente que tiene cosas pendientes y le gustaría recuperar uno de sus proyectos más queridos.
Adriana Hoffmann está sentada en su dormitorio y en frente suyo tiene su computador apagado. En tres meses tiene que dejar el lugar donde vive en la calle Álvaro Casanova, en Peñalolén, y no tiene muchas ganas de empezar a buscar a dónde irse. En este terreno de tres mil metros cuadrados está la casa que levantó su ex marido, el ingeniero Hernán Calderón, con quien tuvo a sus cuatro hijos, y que en un tiempo será un condominio más de los que existen en los alrededores. "Es una pena que se pierdan", dice mirando su extenso patio donde hay decenas de peumos y quillayes a los que no les queda mucho tiempo.
Lo más probable, explica, es que se instale en una playa porque no le gusta Santiago. Está viendo un departamento en Algarrobo que al principio la entusiasmó, pero después ya no tanto. Otra alternativa es volver a su casa en Cachagua, donde ha pasado algunas temporadas, pero cuenta que el último tiempo que pasó en ese balneario no fue tan feliz. Estaba muy sola, no tenía ganas de comer y adelgazó mucho. Tampoco dormía bien. Sus hijos la llevaron a un neurólogo-geriatra que le diagnosticó depresión. "Parece que la depresión en los viejos pasa bastante", dice y suspira. "Yo no me veía a mí misma tan sola, me lo dio a entender el doctor. Lo bueno es que me dio unas pastillas y ahora puedo dormir", cuenta y agrega que tener controlada la enfermedad es algo que la tiene contenta.
Adriana Hoffmann tiene 77 años, que le están pasando la cuenta, dice ella. Es hija del médico chileno Franz Hoffmann y de la siquiatra y guía espiritual Helena Jacoby, más conocida como Lola Hoffmann, una mujer muy vanguardista a quien su hija describe como "una genio. Tenía mucha sensibilidad para descifrar a la gente. Además era muy buena onda. Me encantaba". A través de sus padres desarrolló desde niña una verdadera devoción por las plantas, los árboles, la naturaleza y la libertad, y con el tiempo se convirtió en una activa bióloga y botánica que dice que se lleva mejor con los árboles que con las personas. Es autora del libro De cómo Margarita Flores puede cuidar su salud y ayudar a cuidar el planeta, que durante años fue el único en ese ámbito para niños en el país, y de una serie de títulos sobre la flora de Chile, un tema hoy tan de moda del que se sabía muy poco cuando ella comenzó a publicar. Además fue pionera en poner los temas ambientales en la agenda pública y, por ejemplo, desde la ONG Defensores del Bosque Chileno promovió la importancia que tiene preservar las especies nativas y denunció su sustitución por otras exóticas para las plantaciones forestales.
"Adriana no sólo es un referente por las batallas que dio, sino también en el proceso reflexivo del movimiento ambiental en este país", dice Matías Asun, director de Greenpeace Chile, quien destaca su labor de sistematizar y documentar la biodiversidad nacional y generar una comprensión más profunda de la naturaleza que no sólo tiene que ver con oponerse a determinados proyectos.
Actualmente Hoffman está trabajando en el segundo tomo de un libro sobre las plantas del desierto de Atacama, pero asegura que le ha costado terminarlo. "Quiero tener más energía. Necesito tener más, porque tengo muchas cosas pendientes", dice.
¿Algo en particular que le interesa?
Me gustaría ver andando el Cantalao.
Los llamados de Lagos
Cantalao es el nombre de un proyecto que tenía Pablo Neruda de construir una colonia dedicada a la cultura en Punta de Tralca. Hoffmann le pidió el nombre prestado a la fundación del poeta para echar a andar un centro de educación ambiental en el parque natural del mismo nombre ubicado en la precordillera de Peñalolén. Llevaba años trabajando en proyectos de educación ambiental con la ONG Defensores del Bosque, pero por distintas razones no podían sostenerse en el tiempo. Con Cantalao, creía ella, sería distinto. Apenas conoció el lugar pensó: "Acá me quiero quedar y hacer mi proyecto".
¿A usted le gustaría que ese fuera su principal legado?
Por supuesto. Es más lindo... Está muy cerca de la ciudad, el entorno es maravilloso y lo principal es que es super necesario.
¿Le hace falta educacional ambiental a la gente?
Mucha. Falta educación ambiental a todo nivel. Los niños chicos son los que están mejor en ese plano porque son como una esponja que va captando la profundidad de las cosas. Son fantásticos en temas como el reciclaje, les encanta. El otro día casi boto una botella chica de plástico y un nieto me llamó la atención: "¡Abuela!". "Ay, gracias, se me pasó", le dije.
¿Qué deberíamos saber sobre el medioambiente?
La ciudadanía tiene que saber acerca del impacto que produce el ser humano en los ecosistemas y que es necesario hacerse cargo de eso. Los ambientalistas de repente lo hacen, pero de manera exagerada y eso provoca rechazo. Pero es importante que los empresarios y la gente que tiene más influencia lo haga.
¿Cómo?
Por ejemplo, financiando proyectos sustentables y amigables con el medioambiente.
Eso es algo que ella trató de hacer cuando fue parte del gobierno. En marzo del año 2000, tres días antes de asumir como Presidente, Ricardo Lagos la llamó para pedirle que fuera directora de la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama). En ese tiempo, ella dirigía la ONG Defensores del Bosque y era una reconocida activista ambiental. "Le dije: '¿Usted está chiflado? Nada que ver. Yo no tengo las capacidades'. '¿Cómo que no? Las tiene de más', me dijo. Y yo le creí".
Pese a que a finales de los 80 Lagos y Hoffmann habían participado en los talleres y las reuniones que dieron origen a la Concertación, no se conocieron en persona hasta 1998 cuando la ecóloga lanzó el libro La tragedia del bosque chileno. Ella finalmente accedió a tomar el cargo, y como en esa época era considerada una "fundamentalista" en el tema ambiental, algunos sectores empresariales objetaron su nombramiento. Antes de asumir Lagos le advirtió que seguramente le iban a pasar "cosas tremendas", pero ella nunca se imaginó la magnitud. Como no tenía partido político y venía de un mundo muy distinto, le costó mucho dirigir el organismo y la situación empeoró cuando no tuvo el apoyo decidido de personeros de gobierno con los que trabajó de cerca, como el ministro Álvaro García y el mismo Presidente Lagos.
Entre las cosas que le criticaron fue el bajo perfil que tuvo durante los períodos más críticos de contaminación ambiental. "Ella hizo un gran esfuerzo por realizar una buena gestión y enverdecer el servicio. Sin embargo, se encontró con la realidad de una institución pública y de un gobierno con diversas visiones sobre lo que debía ser la gestión ambiental", dice Flavia Liberona, directora de Terram, quien agrega que se sumaron las tensiones de la coalición gobernante, lo cual "mostró que no estaban disponibles para elevar los estándares ambientales".
¿Qué recuerdos tiene de esa época, Adriana?
No lo pasé bien… Llegaba a las siete y media de la mañana y me quedaba hasta las diez de la noche revisando papales y en la noche me llevaba a la casa cerros de cosas para firmar porque yo quería saber todo lo que estaba firmando, ¿te fijas? Yo asumí porque sentí que tenía una responsabilidad pero se me tiraron todos encima desde el principio, los empresarios sobre todo. Yo trataba de buscar alianzas con ellos pero era muy difícil. Y, por el otro lado, los ambientalistas me trataban de vendida. Fue tremendo. Lo pasé mal desde el primer día. Pero decía: paso el mal rato no más y lo hago. Cuando Lagos me pidió la renuncia le pregunté por qué, y me dijo "porque sí". Nunca me dio ninguna explicación.
¿Cómo fue esa conversación?
Me llamó Álvaro García, ministro secretario general de la Presidencia, primero, que era mi superior, y me dijo: "Adriana, esto no da para más. Tienes que renunciar". Yo le dije que no iba a renunciar, porque el que me había llamado a estar en la Conama era el Presidente y corté. Al poco rato me llamó Lagos y me dijo: "Adriana, tienes que renunciar". Yo me quedé plop… quedé mal. Me lo he encontrado muchas veces, me saluda cariñosamente, pero… (se encoge de hombros).
¿Nunca le ha preguntado?
No. No se debe ni acordar. Había gente por ejemplo… el que es senador ahora… Girardi. Me hizo la vida imposible. Iba a mi oficina a fastidiarme. Terrible.
¿Qué hacía?
Me decía que me fuera porque no servía; era muy impertinente. Estaba muy loco él. Prefiero no ahondar. Fueron pésimos malos ratos.
¿Se arrepiente?
Fue duro, pero no me arrepiento de nada, nada, nada. Siempre digo que fue como una universidad de temas ambientales a la vena. Aprendí de todo.
¿Cuál es su opinión de lo que ha ocurrido recientemente con minera Dominga?
Fantástico. Estoy muy orgullosa.
¿Qué le pareció que la Presidenta validara a su ministro de Medio Ambiente por sobre los de Hacienda y Economía?
Lo encuentro maravilloso.
¿Pensó que eso podría ocurrir alguna vez?
Nunca. Es maravilloso. Mena es muy inteligente y muy sencillo. Me sentí muy orgullosa. El apoyo que la Presidenta le ha dado es impresionante.
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Fotos: Marcelo Segura[/caption]
Decepción y fe
Tras 19 meses en el gobierno -salió en octubre de 2001- volvió a su ONG y luego asumió como jefa de un proyecto de educación ambiental llamado Bosque Santiago. "Era fantástico", dice. Cerca de 180 hectáreas en Huechuraba donde creó un vivero de especies nativas, un anfiteatro al aire libre, salas para hacer charlas y un sendero apto para sillas de ruedas. Pero, otra vez, algo pasó. "Estaba feliz y el día de la inauguración va la gente de la Conama y me dice que aprobaron la autopista Radial Nororiente (que une Vitacura y Chicureo) que pasaría por ahí. No tomaron en cuenta ninguna de las cartas que había mandado a todos lados".
Abatida, se recluyó en su casa de Peñalolén, no quería ver a nadie y sólo salía a pasear por los cerros. Un día caminando llegó a un predio de propiedad del Ejército y vio las ruinas de lo que eran unos polvorines construidos en 1922 bajo el gobierno de Arturo Alessandri para guardar armas y municiones. En ese lugar llamado Parque Natural Cantalao vio una nueva oportunidad de crear un proyecto de educación ambiental. "Esto lo voy a sacar adelante", pensó.
Consiguió los permisos con los municipios de Peñalolén y La Reina, con el Ejército, y con los Defensores del Bosque empezaron a arreglar el lugar y a formular el proyecto. "No te puedes imaginar lo lindo que estaba eso. Todos los días hacíamos unos avances maravillosos", cuenta. Hasta que apareció otro fantasma en su vida: la empresa Metrogas presentó un proyecto para construir en el sitio colindante una planta de gas propano-aire para asegurar el suministro para Santiago. Hoffmann y el entonces alcalde de Peñalolén, Claudio Orrego, fueron dos de las caras visibles de la oposición. "Peleamos, hicimos marchas, nos parábamos en la puerta… y nada".
Recuerda que una vez estaba sentada mirando el cerro y llegó un auto. Se bajó alguien que se presentó como gerente de la empresa y le preguntó qué podían hacer para que dejara de molestar. "No quiero nada de ustedes", le respondió. Lloró desconsoladamente y decidió irse de ese lugar.
Fue el tercer golpe en menos de una década. "Lagos le dijo que iba a poder hacer cosas buenas por el medioambiente y la conservación, no a jugar un rol político. ¿Te imaginas a Adriana con la cosa maquiavélica de los políticos? Nada más lejana de eso. Entonces le hicieron mucho daño. Y después vino lo de Bosque Santiago y lo de Cantalao. Quedó muy afectada", dice una cercana.
Cuenta que todavía le da pena cuando habla sobre el tema que contribuyó a dejarla sin ánimo. Pero ahora está más optimista con respecto a sus proyectos. Hace dos años la llamaron del gobierno para crear con su nombre la Academia de Formación Ambiental Adriana Hoffmann, una plataforma educativa que, entre otras cosas, ofrece cursos online y presenciales. Cuando se lanzó la iniciativa dijo lo que le gustaría que el Ministerio de Medio Ambiente hiciera: "Que reimpulsen el proyecto Cantalao".
Dicho y hecho. Con apoyo de la Asociación Parque Cordillera, el ministerio ya licitó dos proyectos con ese objetivo, uno para ejecutar la infraestructura y otro para el desarrollo del programa del Centro de Educación Ambiental Cantalao Precordillera, que obtuvo en ambos casos la Fundación Cosmos, que ya está trabajando ahí. En lo que fueron las caballerizas del Ejército se instalará el portal de acceso; habrá un circuito demostrativo de gestión de residuos que incluirá un vivero, un invernadero, una huerta orgánica, un centro de compostaje, y un punto limpio; el plan incluye un anfiteatro ubicado en un espacio natural para actividades artísticas y culturales, y en el polvorín donde el Ejército guardaba sus municiones habrá una sala multiuso.
Hoffmann los contactó y en agosto la invitaron a ver los avances. Ella se emocionó con disimulo. Finalmente, era su proyecto que volvía a cobrar vida. "Ella hizo un gran trabajo ahí al que le puso todo el corazón, y eso no puede quedar enterrado. Hay que rescatarlo y usarlo, porque la mirada holística e integradora con la que concibió la educación ambiental es imprescindible para avanzar en el desarrollo sustentable. Valoramos mucho lo que hizo ella", explica Annelore Hoffens, directora de comunicaciones de Fundación Cosmos, y agrega que esperan que el proyecto esté andando a mitad del próximo año bajo la administración de la Asociación de Parque Cordillera. "Adriana tiene una urgencia. Sabe que está vulnerable y quiere que esto salga. Está contenta y orgullosa de que se esté implementando este legado suyo", agrega.
Hoffmann dice: "Este centro es el sueño que me quitaron. A veces pienso que los plazos para revitalizar el proyecto son demasiado lentos y yo no puedo esperar".
¿Cómo le gustaría que la recuerden?
Llevando adelante Cantalao para que sea de verdad un centro de educación ambiental como yo lo ideé: abierto para todos.
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